Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo.
Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.
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La dolorosa lentitud de la vacunación
Iniciamos el segundo año de la pandemia de covid-19 y en México estamos vacunando lento. Demasiado lento.
Iniciamos el segundo año de la pandemia de covid-19 y en México estamos vacunando lento. Demasiado lento.
Con casi 200,000 muertes (oficiales) y sin absolutamente nada novedoso en prevención, diagnóstico o tratamiento, en México llevamos un año haciendo exactamente lo mismo: administrando la catástrofe. Lo único que nos queda, como a muchos países, es vacunar a la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible; sin embargo, la pasmosa ineficiencia y lentitud de nuestro proceso de vacunación ya se convirtió en una emergencia.
Después de repetir hasta el cansancio que México fue el primer país de Latinoamérica en tener vacunas y el primero en iniciar su vacunación, nos hemos rezagado a los últimos lugares en el avance en vacunación en el continente. Hay quien dice que esta no es una competencia o que “no existen Olimpiadas de la vacunación”; para mí, esto es sencillamente un pensamiento mediocre y carente de toda visión de la magnitud de la tragedia.
Aunque para algunos países pobres es claro que el problema es la falta de vacunas, en otros, es la falta de una estrategia, tácticas, logística y una metodología para la vacunación. Éste era el caso de Canadá hace una semana o de Brasil actualmente. Aún así, ambos países lo hacen mejor que nosotros.
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México sufre de una combinación de ambos escenarios.
Seguramente motivado por obtener el mayor costo-beneficio, el gobierno de México no fue lo suficientemente agresivo y visionario al adquirir las vacunas. El plan inicial de sumarnos al “club de precios” de la plataforma Covax no nos ofreció ninguna ventaja al final del día; para cuando acudimos con los grandes fabricantes a negociar de manera directa, nos vimos sujetos a los apretados calendarios de producción y entrega que tendrían. El resultado es que, si bien las vacunas no llegan “a cuenta gotas”, tampoco es que tengamos un inventario garantizado listo para ser aplicado; de hecho, el mismo subsecretario López-Gatell mencionó que las cantidades y calendarios de arribo de las vacunas eran inciertos y por ello no podían hacerse previsiones logísticas.
Aún así, tanto la Secretaría de Salud como la Cancillería nos han mostrado continuamente calendarios con entregas de vacunas de cinco fabricantes. El último de ellos, actualizado el 24 de febrero, nos decía que para finales de este mes, México debería haber acumulado poco menos de 27 millones de dosis recibidas.
Es tal la seguridad que hay en este calendario, que el mismo secretario de Hacienda refrendó la meta de aplicar 80 millones de dosis para finales de mayo. ¿Cómo es entonces, que sólo llevamos administradas poco menos de 3 millones?
Durante la semana pasada se recibieron cerca de 1.6 millones de dosis de los laboratorios Pfizer/BioNTech y Sinovac. Si bien las vacunas chinas arribaron -inexplicablemente- al país sin la certificación analítica de origen, lo cual impidió su importación formal hasta apenas este fin de semana, las de Pfizer permanecieron guardadas hasta que se decidió su destino final: dos alcaldías de la ciudad de México que comenzarán a aplicarlas hasta el miércoles de esta semana.
Como mencioné, en México combinamos ambos problemas: las vacunas llegan lento y cuando llegan, las aplicamos muy lento.
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Los objetivos de vacunación deben partir de matemáticas elementales. Para lograr la vacunación de más de 90 millones de mexicanos, con biológicos que requieren en su mayoría, dos dosis, es necesario administrar 520,000 inyecciones diarias.
En contraste, el promedio diario de vacunación hasta el momento en el país, no sobrepasa las 40,000 dosis. Peor aún, si analizamos la velocidad de las curvas de cobertura en vacunas de diferentes países, la de México se encuentra verdaderamente aplanada y pasan semanas completas sin observar el más elemental signo de una eventual aceleración.
Aunque las ambiguas metas planteadas en la llamada “Política nacional rectora de vacunación contra el SARS-CoV-2 para la prevención de la COVID-19 en México” no han cambiado, el presidente de la República ya ha recorrido en dos ocasiones la fecha prometida para terminar la inmunización de los adultos mayores: ahora al 30 de abril. Al paso que vamos y en un escenario optimista, es probable que no se logre la vacunación de la población mayor de 40 años hasta antes de que termine el otoño.
Fuimos el primer país en Latinoamérica en tener vacunas y el primero en iniciar la vacunación. Después de eso, todo se volvió caótico, confuso y lento. Desde los penosos primeros intentos de vacunar al personal de salud en instalaciones militares, pasando por enormes filas de más de cinco o seis horas con ineficientes “células” de vacunación en las instalaciones de salud, con siervos de la Nación regañando a médicos y enfermeras, hasta el desastroso inicio de la inmunización a los adultos de la tercera edad y que, aunque se ha ido puliendo poco a poco, aún deja mucho que desear en varios municipios del país.
México no tiene una estrategia ni tampoco tiene un estratega. Existe una “Política” que fue diseñada para justificar el funcionamiento de las fallidas “Brigadas Correcaminos”. Existe también un Grupo Técnico Asesor de Vacunación Covid-19, que ha dado las recomendaciones sobre el tipo de biológicos a adquirir, así como los esbozos de los grupos poblacionales a ser vacunados. Sin embargo, este equipo carece del conocimiento y la experiencia en estrategia, logística y metodología, por lo tanto la toma de decisiones se está llevando acabo de manera improvisada. La logística final sigue estando en manos de las Fuerzas Armadas quienes cumplen adecuadamente con la entrega y el resguardo.
Una vez más, como no sabemos con certeza qué va a llegar, no puede haber una planeación ni un orden. Estamos siendo terriblemente reactivos y no proactivos.
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La falta de una estrategia se ha visto reflejada en la falta de comunicación entre los diferentes actores dentro del gobierno y hacia los mismos usuarios. Sabíamos que vacunaríamos a la población, desde mediados del año 2020, pero en todo ese tiempo no se creó un sistema informático robusto, con la capacidad de administrar citas y reservaciones de manera amigable y fluida.
El empecinamiento por imponer a las “Brigadas Correcaminos” e involucrar a los siervos de la Nación, ha entorpecido el proceso y es notorio como el objetivo no ha sido vacunar de manera rápida y fluida, sino tener el control, aún a expensas de una mala experiencia para los usuarios. Como lo he mencionado antes, la gente sirve al sistema en vez de qué el sistema le diera servicio a la gente.
Estas semanas hemos observado el contraste brutal entre los “macrocentros” de vacunación de la Ciudad de México (donde atinadamente hicieron a un lado a los “siervos”) y los centros que se ven en otros estados de la República; aún así, la Ciudad de México, pareciera no tener la capacidad para mantener múltiples centros operando de manera simultánea. De hecho, es absurdo que el horario de operación sea limitado y no exista la opción de vacunarse las 24 horas, por lo menos en algunos centros.
A México le urge acelerar el proceso de vacunación. El no llegar a las cifras que he mencionado arriba, hará de esta campaña uno de los fracasos más grandes en materia de salud en la historia de México. Es necesario un cambio de visión y la adopción seria de una estrategia.
De inicio, el Consejo de Salubridad General debe tomar el control y nombrar a un director responsable para el programa, con todo el poder y capacidad de mando para coordinar a diferentes instancias. A partir de allí, debe conjuntarse a diferentes actores del gobierno federal, los gobiernos estatales, organizaciones no gubernamentales e iniciativa privada, con el fin de replantear la visión y crear una verdadera estrategia encaminada a tener éxito.
En sólo 70 días, México pasó de una posición de privilegio, siendo de los pocos países que contaban con vacunas, a uno de los más rezagados. Estamos a tiempo de corregir el rumbo y meter el acelerador; sin embargo, no será un trabajo fácil y requerirá del compromiso de muchos.
Es el momento de tomar la vacunación en serio.
El autor es Médico Cirujano y Analista en Políticas de Salud
@StratCons