Por más que la presidenta Sheibaum diga que México no es la piñata de Trump, la realidad es que somos una de las tantas que tiene, eso sí, somos su preferida.
Es decir, Trump nos ha acostumbrado a que al ritmo de “dale, dale, dale, no pierdas el tino…” da palos de ciego a China, a Ucrania, a la OTAN, a la ONU, al acuerdo de París, a Petro, a Maduro, e incluso a Jerome Powell y Elon Musk, antes aliados y amigos. Pero, aunque su “agenda piñatera” esté muy ocupada, no es motivo de sorpresa que sea México su piñata favorita.
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Desde su primer campaña presidencial y los “bad hombres”, pasando por la extensión del muro, siguiendo por las “jaulas de migrantes”, la presión para que México funja como una frontera vertical desde el Chiapas hasta Tijuana; ya en su segundo mandato las amenazas constantes del alza a los aranceles, del 30, 40, 80 o 100 por ciento, los decretos firmados en fast track, los amagos de intervención militar, nombrar terroristas a los cárteles, el retiro de visas, volver a amenazar con aranceles y acabar con el TLC, bombardear lanchas en aguas internacionales (muy cerca de Acapulco), las redadas inhumanas de ICE, las constantes burlas a México, al gobierno y a la sociedad. El más reciente “palazo” fue cancelar 13 rutas aéreas de nuestro país a Estados Unidos.
Así, debemos estar claros que Trump no va dejar su turno en la piñata mexicana durante toda la administración. El gobierno, De la Fuente y Sheinbaum deben saber que con “cabeza fría” y exigir soberanía no basta, llegó el momento de ser estratégicos y quitarle a Trump y a su camarilla de una vez por todas su piñata favorita.
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