Con una fotografía que si se planeara seguramente no sería lo histórica que será, la candidatura de Donald Trump tomó un impulso definitivo por una razón que, sin duda, demuestra la existencia de una severa crisis política en los Estados Unidos: el atentado sufrido por quien representará a la bandera republicana para ocupar la presidencia de aquel país.
La depresión que ya vivía la candidatura demócrata de Joe Biden se vio profundizada por un momento traumático en la vida política estadounidense (en una sociedad en la que las heridas y las teorías de la conspiración derivadas, por ejemplo, del homicidio de John F. Kennedy aún siguen vivas). El ataque sufrido por Trump deja clara una vez más la deriva que ha tomado la política en buena parte del orbe y la enorme radicalización presente en diversos lugares, siendo este suceso probablemente una de las razones que darán pie a que la ventaja de la que ya gozaba la candidatura republicana logre crecer y que la alicaída candidatura demócrata concluya con que Biden no logre reelegirse como presidente de Estados Unidos.
Al registro de hechos por los que se ha puesto en riesgo la integridad física de otros encumbrados políticos estadounidenses como Harry Truman, Richard Nixon o Ronald Reagan, ahora se ha sumado una agresión (a Trump) que exhibe, una vez más, que incluso en una de las democracias más consolidadas en el mundo la violencia política es un fenómeno que puede estar presente siempre que existan las condiciones para ello.
En este caso, los niveles de polarización vividos en la sociedad estadounidense están contribuyendo a que una vez más queden exhibidos diversos signos de agotamiento de las vías pacíficas para el acceso y ejercicio del poder, dando paso a la aparición de personas que están dispuestas a todo en aras de sostener su posición ideológica y política como la única posible. La democracia en Estados Unidos se encuentra sumida en una profunda crisis como lo está en otros países alrededor del mundo.
Como la principal potencia del mundo, el futuro de aquel país suele tener repercusiones globales y es por ello que en la elección de su presidencia hay una especial expectación, generando inquietudes no solo la situación personal de Biden como presidente en funciones sino el posible regreso de Trump.
A los hechos y acciones que han generado distintos cuestionamientos a las candidaturas de Biden y de Trump, ahora la democracia estadounidense se enfrenta a un reto aún más profundo con el atentado contra la vida del segundo, hecho que no puede dejar de analizarse a la luz no solo de la polarización de la que ya se ha hablado, sino a los impostergables cambios que debe tener la democracia como forma de vida en todo el orbe.
Tal como sucede con la salud del presidente Biden, la democracia está sufriendo el paso del tiempo y la inamovilidad deliberada de sus estructuras en una sociedad que efectivamente ha vivido cambios y que hoy tiene necesidades diferentes a aquellas que tenía cuando la idea de la democracia era todavía una idea que permearía en buena parte del planeta.
Lamentablemente, la polarización y radicalización vivida en el país norteamericano se están sufriendo en otros lugares, lo que tal vez sea el principal reto que ha vivido la democracia y ante el cual tendrá que haber acuerdos y cesiones lo suficientemente ambiciosos para lograr preservar la que sin duda es la forma de vida más acabada que las personas hemos creado. Francia ya dio recientemente un buen ejemplo de ello.