Sólo hace falta mirar un minuto de La Casa de los Famosos 2 para darse cuenta que de lo único que trata es de joderse al prójimo. No nos hagamos tontos, es increíble la irresponsabilidad de las televisoras y de los medios de comunicación que promueven contenidos que exaltan lo peor de la gente y que fomentan la idea de que así es como una sociedad se debe comportar.
¡Ah, pero la inmoralidad de la ceremonia de los Juegos Olímpicos! Con una población tan polarizada, ¿quién puede decidir lo que es moral y lo que es inmoral? A mí, inmoral me parece poner en la televisión a dos sospechosos de asesinato en horario estelar, como Mario Bezares y Paola Durante, y que nos pidan empatizar con ellos; o youtubers que promueven las conductas más nefastas en redes sociales, como Adrián Marcelo y Ricardo Peralta; o personajes del espectáculo que el gran público ya repudia, como Shanik Berman, Arath de la Torre y hasta el panelista René Franco, con el discurso de darles una “segunda oportunidad” en sus carreras. Esos ya no son famosos, son hasbeens y wannabes.
Al menos los Juegos Olímpicos todavía pretenden ser un evento incluyente, que celebra la diversidad de todas las naciones y de todas las personas. (Pretenden, subrayo). Pero programas como La Casa de los Famosos llegan en el peor momento histórico a remover el odio que las personas guardan en su interior, ya sea por frustraciones laborales y económicas, inconformidad con resultados electorales, desencanto de las instituciones, miedo a la imposición de discursos e ideologías, guerra y genocidio.
Pretender que el mundo puede ser un lugar mejor, ¿está mal? Hay quienes piensan que sí, que pretender es parte del problema. La mitad del mundo quiere hacer lo que se le dé la gana sin que los critiquen, y la otra mitad también. La mitad del mundo quiere ser feliz con lo que entiende como felicidad, y la otra mitad también. La mitad del mundo cree ser dueña de la verdad absoluta, y la otra mitad también. La mitad del mundo quiere creer en un mensaje de fe y de esperanza, y la otra mitad… no. ¿Con qué mitad nos identificamos?
Tras la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos vimos las reacciones más extremas en redes sociales, con personas que se sintieron ofendidas por un espectáculo lleno de símbolos que ellos interpretaron como insultantes, sacrílegos, pornográficos y hasta satánicos. Del otro lado, la explicación fue que se trató de una celebración por la inclusión y la diversidad, donde pudimos ver toda clase de cuerpos, edades, razas y estilos de vida: desde personas con discapacidad hasta drag queens, bailando y festejando en unidad.
Pero los Juegos Olímpicos han recibido críticas en todos los frentes. Los reclamos moralistas por la apertura se quedan cortos ante señalamientos como que se le ha permitido participar a países que actualmente están en guerra o son acusados de genocidio, están compitiendo atletas vinculados públicamente a crímenes de guerra, el gobierno francés ha forzado el desalojo de migrantes, refugiados y personas en situación de calle para embellecer la Villa Olímpica, la construcción de muchas de estas edificaciones contribuyó a la emisión excesiva de gases de efecto invernadero, se está forzando a los deportistas a competir en climas extremos que son resultado del cambio climático, la turistificación afecta a la ciudadanía, entre otros reclamos que ponen en duda la sostenibilidad de un evento como este.
Tales cuestionamientos pueden compararse con los que también recibió el reciente Festival de la Canción de Eurovisión, que en 2024 sufrió más críticas que nunca por permitir la participación de Israel en medio del conflicto con Palestina. Parece que en la actualidad no se puede llevar a cabo una celebración que pretenda la unidad entre los países, ni siquiera una donde se entonan canciones, porque tal discurso se siente forzado ante la terrible realidad mundial. Solamente hay que ver los videos de la llegada de Palestina a la sede olímpica, o cuando la delegación de Argelia tiró flores al Río Sena, en honor a sus compatriotas muertos en un enfrentamiento con la policía francesa en 1961. Ya ni qué decir del amargo recordatorio de aquellos Juegos Olímpicos celebrados en la Alemania nazi.
Parece que hoy está prohibido celebrar. Cuando no son activistas recordándonos que no se debe felicitar en el Día de la Mujer y hasta en el Día de la Madre, entonces ocurre algo similar en el fútbol, que se ha convertido en un campo de batalla entre la afición iracunda y aquellos que la juzgan con superioridad moral. Ahí tenemos el caos durante el ingreso a la final de la Copa América en Miami, o los festejos de los hinchas españoles en la Fuente de Cibeles tras ganar la Eurocopa. El reclamo es el mismo: no hay nada que celebrar.
¿Será que está pasando algo así con la televisión y otros contenidos de entretenimiento? La felicidad de unos es la amargura de otros. Por años temí la llegada de la telebasura a México, pero creo que ya no se puede detener. El Show de Jerry Springer en Estados Unidos o un programa como Hasta en las mejores familias en México iniciaron un proceso de deshumanización en el público, pero no eran nada comparados con emisiones españolas y argentinas de los 90 y dosmiles, donde los conductores se insultaban entre sí y también le perdían el respeto a los invitados, o concursos que mostraban números de danza erótica en horario familiar.
Tales programas lanzaron al estrellato a figuras españolas como “La Veneno” y Tamara, cuyas carreras hoy son revaloradas y resignificadas para las nuevas generaciones en series de prestigiosos productores, como Los Javis o Nacho Vigalondo, para plataformas como Atresmedia (Veneno), Netflix (Superestar) y en Prime Video, donde el también español Enrique Lavigne aparece como productor ejecutivo de ¿Quién lo mató?, una serie sobre Paco Stanley en esa misma tendencia.
Sea como sea, insisto en que debemos seguir prestando atención a las red flags. Un reality show como Big Brother, que se caracterizó por mostrar las intimidades de un grupo de concursantes, todavía trataba sobre la cotidianeidad y las relaciones entre las personas. Ahora, este tipo de concursos tratan todo el tiempo sobre estrategias y sobre chingarse al de al lado. Aquí la moral ya no tiene lugar, todo es negocio. La Casa de los Famosos fue terrible, pero La Casa de los Famosos 2 le sigue abriendo la puerta a algo mucho peor de los mexicanos… Algo en lo que, lamentablemente, sí podemos ganar dos o tres medallas.
BREVES
En cines desde el 1 de agosto, De noche con el diablo (Late Night with the Devil), uno de los estrenos de terror más esperados. Si me lo preguntan queda un poco a deber, pero es entretenida.
En salas de cine selectas sigue Mantícora, la última película del director español Carlos Vermut antes de ser cancelado este mismo año tras varias acusaciones de violencia sexual. La historia es interesante, pero en este contexto también es muy reveladora… Se las dejo a su criterio.
*Para más información sobre las películas y series comentadas cada semana, visita mi perfil en Letterboxd.