Salas vacías: cine que nadie quiere ver

Jueves 1 de mayo de 2025

Carlos Celis
Carlos Celis

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Salas vacías: cine que nadie quiere ver

Esta semana, el IMCINE presentó el Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2024 y, para sorpresa de nadie, las comedias siguen siendo lo más taquillero en México.

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Película: Código negro

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Foto: Universal Pictures.

La asistencia a salas de cine en México sigue sin recuperarse del todo. Ya no quisiéramos mencionar la palabra “pandemia” pero seguirá siendo un referente al hablar de recuperación económica, por lo menos hasta que ese bache sea superado o hasta que seamos capaces de aceptar que las cosas nunca volverán a ser como antes.

De acuerdo con información de Comscore, durante el primer cuatrimestre de 2025, México ha mantenido más o menos la misma asistencia al cine en comparación con 2024, rondando los 56 millones de espectadores pero aún muy por debajo de los 109 millones del mismo periodo en 2019, antes de la pandemia.

El panorama del cine en Estados Unidos es más o menos similar, en el sentido de que es muy claro que la gente ya solamente va cuando la película realmente les interesa. El fin de semana pasado, cuatro títulos recaudaron más de 20 millones de dólares cada uno, situación que no se daba en casi dos años. ¿Las películas? Pecadores, el reestreno de Star Wars: Episodio III (La venganza de los Sith), El contador 2 y Una película de Minecraft.

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Mientras tanto, las noticias parecen contradictorias pues al mismo tiempo el CEO de Netflix, Ted Sarandos, acaparó titulares en medios de comunicación al decir en una conferencia que la experiencia comunal de ir al cine es “una idea anticuada” y que hoy el público prefiere ver películas en su casa. Como era de esperarse, los cinéfilos y miembros de esta industria le restregaron el éxito de aquellos cuatro títulos.

Pero eso no cambia el hecho de que estos casos ya son raros, y tampoco es un dato que sirva mucho para ocultar que el tipo de películas que la gente quiere ver no son ejemplo de un gusto cinematográfico muy refinado. ¿Qué pasa entonces con las miles de salas vacías que al mismo tiempo proyectan películas que aparentemente nadie quiere ver?

A mí me ha tocado varias veces estar en salas de cine prácticamente vacías. Es fácil negar que la gente ya no va al cine cuando el único referente son las multitudes que van en fin de semana a un centro comercial o a la Cineteca, ¿pero qué tal de lunes a jueves en la gran mayoría de complejos cinematográficos y salas de cine independientes?

Un artículo reciente de Variety, el medio especializado en la industria del entretenimiento, planteó que para cambiar tal situación en Estados Unidos lo único que se necesita es hacer 100 películas que la gente quiera ver. “La cultura de las películas taquilleras, la piedra angular del negocio del cine por décadas, sigue viva y prosperando”, publicó el medio. Pero si fuera tan simple ya lo habrían hecho.

Y las contradicciones siguen. A pesar de que para muchos es claro que se necesitan más películas “comerciales” o “taquilleras”, los críticos y analistas siguen abogando por salvar a las películas de mediano presupuesto, que es donde se encuentran las comedias y los dramas.

En mi experiencia con salas vacías, esas son algunas de las películas que nadie quiere ver y, a pesar de lo que digan los especialistas, a mí me parece que se siguen produciendo bastantes. El problema es que, cuando el público acude a ver este tipo de historias sin estar informado de lo que va a ver, se siente engañado. Muchas veces, con justa razón.

Esta semana, el IMCINE presentó el Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2024 y, para sorpresa de nadie, las comedias siguen siendo lo más taquillero en México. Es cierto que en nuestro país este género siempre lleva la delantera en taquilla, pero no ocurre lo mismo en Estados Unidos, donde el público ya está demasiado acostumbrado a recibir comedia sin costo extra por su sistema de cable. Aún así, se siguen produciendo muchas películas de este género pero se han vuelto una especie de exquisitez (este año veremos “comedias de autor”, de directores como Ari Aster, Darren Aronofsky y Werner Herzog).

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Siempre he defendido la idea de que ciertas películas no deberían llegar a las salas de cine comerciales si no cumplen con los estándares y expectativas más básicas de lo que la gente ha llegado a entender como la “experiencia” de ir al cine. Lo he dicho muchas veces de óperas primas, documentales, cortometrajes y cierto tipo de producciones independientes y de bajo presupuesto cuyo lugar, en mi opinión, debería quedarse en los festivales, las cinetecas, los cineclubes y otras salas del circuito cultural.

Porque, incluso, películas de grandes directores internacionales, de notable calidad y que llegaron recientemente a los cines, se sienten un poco como estafa y dejan al público con mal sabor de boca cuando no están acostumbrados al exceso de diálogos y la poca acción. Por ejemplo, las últimas películas de Steven Soderbergh, Presencia y Código negro, que estrenaron con pocos días de diferencia y que (valga la pena aclarar) yo disfruté muchísimo, no tuvieron el mismo efecto con las otras tres personas en aquella sala semi vacía.

Y aquí es donde, para mí, llega la mayor contradicción. Realizadores muy prolíficos como el propio Soderbergh o el francés Quentin Dupieux, han filmado una película tras otra desde hace al menos tres años (dos películas por año en el caso del francés). ¿Son buenas? Eso es debatible, pero en general lo son: producciones de calidad, hechas por buenos directores con altos estándares artísticos. ¿El público las quiere ver? No.

Otro realizador que también ha estado muy activo, a pesar de que a México no nos llega mucho de lo que hace, es Richard Linklater, que también entra en la categoría de “cine de autor” y que ha lanzado al menos una película por año desde 2022, con otros cuatro lanzamientos en puerta. El más comentado es Nouvelle Vague, producida con dinero francés y de inminente estreno en el Festival de Cannes que empieza este 13 de mayo.

Lo curioso -para el momento que vive el cine- es que dicha película cuenta la historia real de cómo otro director, Jean-Luc Godard, filmó Sin aliento (1960), uno de los clásicos de la llamada “Nueva Ola Francesa” (la Nouvelle Vague del título), aquella corriente cinematográfica que rompió con las reglas del cine tradicional y que se caracterizó por experimentar con nuevas técnicas que le dieron realismo a las películas, como los planos secuencia o el estilo documental, y siempre con presupuestos muy limitados.

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Dicen que la vida imita al arte. La influencia de aquellos realizadores en el cine mundial, como Godard, Truffaut, Rohmer o Chabrol, es muy evidente en el cine de hoy. Su trabajo es redescubierto por nuevos públicos, jóvenes directores y directoras e incluso simpatizantes del feminismo que se han encargado de rescatar la filmografía de otro miembro de ese club, la directora Agnès Varda, al grado de convertirla en objeto de moda y estatus. Sólo hay que buscar los videos del closet de Criterion Collection para ver cómo casi todas las celebridades invitadas a ese promocional se llevan la misma caja recopilatoria de sus películas (que tiene un costo de alrededor de 5 mil pesos).

Hollywood quiere hacer más cine taquillero y la respuesta de los artistas es hacer más cine de arte, recurriendo a las técnicas de esa Nueva Ola Francesa que le permitieron a dicha generación producir más películas con menos dinero. Ya lo dijo el cineasta Cord Jefferson en la entrega del Oscar de 2024: con el dinero que cuesta una superproducción hollywoodense se pueden hacer 20 o hasta 50 películas de menor presupuesto. Lo que estamos viendo es una batalla entre la industria y los creadores, pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿y el público qué?

BREVES

Una de las series más populares de Netflix por cinco temporadas llegó a su fin: You. Empezó como una historia de suspenso y romance que se fue volviendo cada vez más absurda hasta generar memes que ya son clásicos, y ahora terminó con más pena que gloria.

En cines desde el 30 de abril, dos propuestas interesantes de cine independiente: el documental Goodbye Horses: Las muchas vidas de Q Lazzarus y la película mexicana de terror Un cuento de pescadores que (si he de ser congruente con mi opinión de hoy) más bien es un drama sobrenatural con tintes de cine de arte.

*Para más información sobre las películas y series comentadas cada semana, visita mi perfil en Letterboxd.

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