Preparado para la guerra: mi viaje de poeta pacífico a soldado revolucionario
'Como poeta y activista por los derechos humanos, mi viaje revolucionario ha sido muy difícil', dice Maung Saungkha, que se sometió a tres meses de entrenamiento de combate. Foto compuesta: Cortesía de Maung Saungkha

Días después del golpe de estado en febrero de 2021, estallaron manifestaciones en todo Myanmar. Los militares respondieron disparando a los manifestantes desarmados con munición real. La gente fue golpeada, detenida arbitrariamente y encarcelada.

En el frente de las protestas en Yangon en febrero y principios de marzo, fui testigo de cómo los soldados y la policía disparaban con munición real contra la multitud, y el 8 de marzo fui uno de los cientos de manifestantes atrincherados durante la noche en la calle Kyun Taw, en el municipio de Sanchaung, en Yangon, donde los soldados y la policía recorrían casa por casa en busca de personas a las cuales detener.

Al ser testigo de las atrocidades y la campaña de terror perpetradas por los militares desde el frente, me di cuenta de que la única forma de contraatacar era a través de la revolución armada.

Soy uno de los miles de activistas y jóvenes de ciudades y pueblos de todo Myanmar que tomaron las armas. Algunos se unieron a los grupos armados existentes -conocidos como organizaciones étnicas armadas- en las zonas fronterizas del país, donde las minorías llevan décadas luchando por conseguir su libre determinación; otros, como yo, formaron nuevos grupos revolucionarios.

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Reclutas del Ejército Popular de Liberación de Bamar (BPLA) en entrenamiento. Foto: Cortesía del BPLA

En la primera semana de marzo, viajé a un área de las zonas fronterizas de Myanmar y me uní a un grupo de 17 personas para establecer el Ejército Popular de Liberación de Bamar (BPLA) el 17 de abril.

Como poeta y activista por los derechos humanos, mi viaje revolucionario ha sido muy difícil. Debemos superar nuestro ego, nuestra nostalgia y nuestro orgullo intelectual. Nuestros instructores siempre nos decían que debemos librar una revolución dentro de nosotros mismos antes de poder librar una revolución contra los demás.

Durante los tres meses de entrenamiento, realizamos simulacros y estudiamos el campo de batalla y los sistemas de gobierno sin descanso desde las 4 de la mañana hasta las 10 de la noche. Para entrenar nuestras mentes y nuestros cuerpos para que fueran más fuertes, solo nos permitían dos comidas al día, limitadas a cinco minutos, y a veces pasábamos días sin comer. También estaba prohibido comer fuera, y nunca lográbamos llenar nuestros estómagos.

Soporté días bajo un sol abrasador sin tomar ni una gota de agua; también me paré en posición en firmes bajo una fuerte lluvia al son de severas órdenes que se sentían como si me estuvieran vertiendo hierro líquido caliente en los oídos, y experimenté la sensación de que los golpes con una vara podían aterrizar en mi cadera en cualquier momento.

Al final del entrenamiento, mi panza había desaparecido y me había convertido en piel y huesos. Antes me cansaba con solo subir tres pisos por las escaleras del edificio de mi departamento en la ciudad; ahora, subo y bajo corriendo un terreno montañoso selvático. Mi mentalidad también se fortaleció. Viví toda mi vida como un poeta antibélico. Pero el expacificador que antes ni siquiera soportaba el sonido de los disparos ahora tiene hambre de guerra. Creo que no tenemos otra opción.

Este mes, en una alianza con una organización étnica armada, iniciamos un combate activo con los militares, que continúa.

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‘Antes me cansaba solo con subir las escaleras. Ahora subo y bajo corriendo un terreno montañoso selvático. Mi mentalidad también se fortaleció’. Foto: Cortesía del BPLA

Mi historia como activista se remonta aproximadamente al año 2012. Eran los primeros años de la transición política del país, y fui elegido como representante de la Liga Nacional para la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi para un grupo de trabajo de jóvenes en Yangon.

En 2015, mientras estaba en campaña por la LND para las elecciones generales de noviembre, me encarcelaron bajo la acusación de difamación por escribir un poema satírico sobre tener un tatuaje del presidente, Thein Sein, en mi pene. Pasé más de seis meses en la infame prisión de Insein, en Yangon. El recuerdo de esa época es como una pesadilla. Me interrogaron constantemente, sin pausas para comer, y me sometieron a tortura mental.

Me liberaron en mayo de 2016. Sucedió apenas tres meses después de que el gobierno de la LND tomara posesión en el parlamento, donde compartían el poder con los militares bajo las normas de una constitución redactada por los militares en 2008.

Desde mi liberación, continuamente me he dedicado a promover la libertad de expresión y la igualdad de derechos. En 2016, comencé a abogar por la modificación de la Ley de Telecomunicaciones. Introducida en 2013, la ley tipificaba como delito la difamación a través de las redes de telecomunicaciones y supuso la acusación de más de 250 personas, entre ellas 37 periodistas, durante el mandato de la LND.

En enero de 2018, fundé Athan (Voz), una organización activista basada en la investigación y centrada en la promoción de la libertad de expresión, la libertad de los medios de comunicación y los derechos de acceso a la información en Myanmar.

Cuando me uní a la LND, lo hice con la esperanza y la expectativa de que pudieran traer los derechos humanos y la justicia para todos en Myanmar cuando llegaran al poder. Sin embargo, en octubre de 2018, renuncié al partido debido a mis diferentes puntos de vista con respecto a Aung San Suu Kyi sobre el estado de la libertad de prensa en el país, y en particular por su decisión de no defender los derechos de los periodistas de Reuters Wa Lone y Kyaw Soe Oo, que fueron encarcelados por su cobertura de la masacre militar de 10 rohingya en el estado de Rakhine.

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‘Para entrenar nuestras mentes y nuestros cuerpos, solo nos permitían dos comidas al día. A veces pasábamos días sin comer’. Foto: Cortesía del BPLA

Durante los cinco años de mandato de la LND, critiqué abiertamente a los líderes del partido por la opresión de las minorías, incluyendo a los rohingya, las restricciones a la libertad de prensa y a la libertad de expresión, el prolongado apagón de internet en los estados de Rakhine y Chin, y su incapacidad para denunciar los abusos contra los derechos humanos cometidos abiertamente por los militares.

También desempeñé un papel importante en numerosas campañas de activismo a favor de los derechos de los periodistas, los activistas y los grupos minoritarios oprimidos, como los kachin, los karenni, los arakaneses y los rohingya.

El 8 de noviembre de 2020, la LND nuevamente obtuvo una victoria aplastante en las elecciones generales, y el gobierno recién elegido estaba listo para convocar al parlamento el 1 de febrero.

Los militares, cuyo partido sufrió una humillante derrota, se negaron a aceptar los resultados de las elecciones, y su comandante en jefe, Min Aung Hlaing, ya había advertido que los militares podrían “tomar medidas” si no se atendían sus denuncias de irregularidades electorales. Aun así, no pensaba que Min Aung Hlaing en verdad se atrevería a dar un golpe de Estado.

Comprendí que el golpe de estado ocurrió a las 4 de la mañana del 1 de febrero, cuando recibí una llamada en la que me dijeron que los militares habían detenido a dos amigos y compañeros activistas. Los soldados también fueron a detenerme, pero afortunadamente no estaba en casa.

El 11 de febrero, me uní a las personas de diferentes grupos étnicos, incluido el grupo mayoritario Bamar al que pertenezco, para formar el Comité de Huelga General de Nacionalidades. Pedimos la revocación de la Constitución de 2008 y el establecimiento de una unión democrática federal, demandas que al final recibieron apoyo a nivel nacional.

El 1 de abril, un cuerpo de parlamentarios electos que actuaba en el exilio anunció la abolición de la Constitución de 2008 y el establecimiento de un gobierno provisional de Unidad Nacional con base en una carta democrática federal. Esto marcó las primeras etapas de un cambio en la mentalidad de la población.

Los ciudadanos abandonaron la idea de que debemos soportar todo lo que nos hagan los militares y llegar a compromisos según las exigencias de estos. En su lugar, esta Primavera Revolucionaria ha demostrado un compromiso para erradicar el nacionalismo y el extremismo religioso, y también ha presionado para poner fin a la discriminación de género, el patriarcado y la dictadura militar de una vez por todas.

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El campo de entrenamiento del BPLA. ‘Nuestros instructores nos dijeron que debemos librar una revolución dentro de nosotros mismos antes de poder librar una revolución contra otros’. Foto: Cortesía del BPLA

Entre los objetivos del Ejército Popular de Liberación de Bamar se encuentran el de poner fin al dominio de los budistas de Bamar sobre otros grupos étnicos y el de fortalecer la unidad de los diversos grupos étnicos de Myanmar bajo una unión democrática federal.

También queremos garantizar que, si Aung San Suu Kyi es liberada de su arresto domiciliario, no se realicen compromisos políticos en nombre de la estabilidad del Estado.

Si esta Primavera Revolucionaria, en la que han participado con unidad y solidaridad personas de todas las clases sociales, no puede conducir al establecimiento de una nueva unión democrática federal que garantice la paz y la democracia, entonces la justicia y la igualdad todavía estarán muy distantes en Myanmar.

Maung Saungkha es poeta, activista de los derechos humanos y de la libertad de expresión. En abril, cofundó el Ejército Popular de Liberación de Bamar.

Traducido por Nu Nu Lusan; edición adicional de Emily Fishbein.

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