Joan Donovan es la directora de investigación del Centro Shorenstein de Medios de Comunicación, Política y Políticas Públicas de Harvard Kennedy School.

Desde Trump hasta Kanye y Musk: ¿por qué los superricos están comprando redes sociales?
Elon Musk dijo que anularía el veto impuesto por Twitter a Donald J Trump. Foto: Olivier Douliery/AFP/Getty Images

¿Alguna vez te has preguntado qué compra el hombre más rico del mundo? Elon Musk, clasificado como número 1 por Forbes en su lista de multimillonarios de 2022, pronto podría ser el propietario de una red de redes sociales dotada de tanto capital político que podría dividir a las naciones.

Es la última expresión de una verdad incómoda: los directores ejecutivos de las empresas tecnológicas se han convertido en los guardianes políticos más importantes en la historia moderna de los medios de comunicación. No porque se postulen a cargos públicos –un cliché para la élite acaudalada actual–, sino porque utilizan la propiedad de las redes sociales como sustituto de la influencia política.

Es una tendencia que lleva años gestándose. Desde la generosidad política de exejecutivos de Facebook como Sheryl Sandberg y Joel Kaplan hasta la metapolítica de Peter Thiel, los titanes de la tecnología han adoptado desde hace tiempo un manual de juego interno y externo para hacer política a través de otros medios.

Sin embargo, los últimos acontecimientos, como la inversión de Donald Trump en el clon de Twitter Truth Social y el supuesto acuerdo de Kanye West para comprar la deteriorada red social Parler, ilustran hasta qué punto estas nuevas tecnologías se han vuelto cruciales en la política. Más que herramientas de comunicación, las plataformas se han convertido en el escenario en el que se juega la política.

Trump, por su parte, parece haber entendido la tendencia. A pesar de todos sus ataques y habladurías, el expresidente nunca ha entrado en el top mil de la lista de las personas más ricas de Forbes, pero él y Musk parecen tener una cosa en común: ambos están invirtiendo en empresas de redes sociales que pretenden utilizar para transformar la política y la sociedad.

La visión de propietarios de redes sociales como Musk y Trump para el futuro del internet podría tener un profundo impacto en el panorama político.

En nuestro nuevo libro, Meme Wars: The Untold Story of the Online Battles Upending Democracy in America, mis coautores y yo rastreamos el ascenso de las empresas de comunicación global a través de los ojos de los malos actores que han utilizado estas tecnologías para obtener reconocimiento. Como investigadores, nos alarmó el poder que tienen las empresas de redes sociales para influir en la política, desde el movimiento Occupy hasta la insurrección del 6 de enero. Hicimos un seguimiento del ascenso de las empresas tecnológicas en la última década y de sus cambiantes políticas de moderación de contenidos para mostrar la forma en que el diseño de las plataformas de redes sociales proporciona ventajas estratégicas a quienes están dispuestos a emplear trucos sucios digitales para incitar a la población. La manera en la que Trump fue capaz de movilizar a un gran grupo de revoltosos para interrumpir el proceso electoral demostró que el It Can’t Happen Here había estado sucediendo desde hace años.

A medida que tecnologías como YouTube, Twitter y Facebook han ido adquiriendo mayor relevancia en la forma en que los ciudadanos obtienen información sobre los políticos y las elecciones, también lo ha hecho el poder de quienes las controlan. En nuestra era digital, la superautopista de la información está llena de cuotas, desde la compra de vías legítimas a través de la publicidad digital hasta los pases rápidos preferenciales por parte de los directores ejecutivos de las empresas tecnológicas y el dinero clandestino utilizado para jugar con las recomendaciones algorítmicas y la optimización de los motores de búsqueda. Y como no existen regulaciones para la integridad de la información cívica en internet, los ciudadanos están sujetos a los caprichos de los códigos morales personales de los directores ejecutivos.

Eso significa que la visión de Musk para Twitter es importante. Musk ha afirmado que planea hacer que Twitter sea privado y tal vez convertirlo en una nueva aplicación. En mayo, comentó que revertiría el veto que la plataforma impuso a Trump, lo que podría sentar las bases para el regreso de otros miembros del ejército digital del expresidente, como el teórico conspirador estadounidense Alex Jones, el activista de extrema derecha Milo Yiannopoulos, Baked Alaska (el experiodista de Buzzfeed que se convirtió en livestreamer nacionalista blanco y que fue detenido tras la insurrección del 6 de enero) y el nacionalista de extrema derecha Nick Fuentes. Todos estos comentaristas han alcanzado el superestrellato político al subirse al tren del apoyo al movimiento Make America Great Again de Trump, utilizando al mismo tiempo las redes sociales –y el livestreaming en particular– para difundir teorías conspirativas, violencia y odio.

Musk, y otros nuevos propietarios de plataformas, no solo influyen en la información que se comparte. También podrían eliminar las barreras que limitan las formas en que se usan las plataformas para mover el dinero. Sin duda, independientemente de en qué se convierta Twitter, incluirá alguna forma de intercambio de dinero digital como otra manera de socavar el poder de los gobiernos. Si no me creen, recuerden que Wells Fargo transportaba paquetes antes de convertirse en un banco.

Además, el hecho de que los políticos recurran a las empresas tecnológicas en busca de apoyo comienza con los mensajes políticos y podría transformarse fácilmente en donaciones políticas de otro tipo: desde silenciar a los oponentes y amplificar a los candidatos preferidos hasta generar confusión en momentos de crisis.

El regreso de Trump a Twitter podría significar un ataque express contra la Casa Blanca, o tal vez no signifique nada en absoluto, al igual que los tuits antisemitas de Ye no significarán mucho hasta que sean citados en el manifiesto del próximo asesino en masa (de forma similar a la manera en que “suscríbete a PewDiePie” solo se convirtió en una frase comúnmente conocida después de que el influencer fuera citado por un tirador de masas que mató a más de 50 personas en dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda).

El éxito de figuras como Musk y Trump en el uso de las plataformas de redes sociales también depende de la aceptación de la población en general. Si los periodistas abandonaran Twitter, dejaría de tener la influencia social y política que tiene actualmente.

En muchos sentidos, el infame periodista provocador Andrew Breitbart tenía razón: la política es posterior a la cultura. A esto yo añadiría que la cultura es posterior a la infraestructura. La política que obtenemos es la que brota de nuestra tecnología, por lo que debemos cultivar una infraestructura pública digital que no dependa de los caprichos de los multimillonarios. Si no invertimos en la construcción de un patrimonio público en línea, nuestra opinión solo será tan libre como indiquen nuestros esperanzados dictadores benévolos.

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