‘Nadie sabía qué hacer’: cuando Sinéad O’Connor rompió la foto del papa en televisión, la historia detrás
'Fue un momento muy importante en la historia' ... Sinead O'Connor rompe una foto del papa en SNL. Foto: Yvonne Hemsey/Getty Images

En el sello discográfico Chrysalis, en Nueva York, teníamos una reunión de mercadotecnia los miércoles de cada semana. Yo era un joven ejecutivo y el presidente entró y dijo: “Acabo de regresar de Inglaterra y firmamos con un supertalento”. Creo que ella tenía 19 años, era Sinéad. Esto ocurrió antes de que se afeitara la cabeza. Cuando escuchamos (su álbum debut) The Lion and the Cobra, fue una de las mejores reuniones a las que he asistido jamás, era asombroso, ese álbum. Salió y lo promocionamos de una forma muy poco ortodoxa. La clave era conseguir que subiera en las listas de éxitos de los medios de comunicación universitarios estadounidenses, y así fue, y lo llevamos al número 1. Se hicieron remixes de Mandinka y de otros discos, hubo una versión de I Want Your (Hands on Me) con MC Lyte.

Sinéad era fantástica, muy inteligente. Y se podía ver que a esa corta edad se sentía muy indecisa respecto al estrellato y el reconocimiento. El primer día que llegó, decidimos ir a cenar. Íbamos al centro, y no sé quién tomó la decisión de que usáramos una limusina, pero ella no se quiso subir. Quería ir en una furgoneta. Y entonces llegamos a Tower Records, ya se había corrido la voz sobre Sinéad y un DJ estaba tocando el álbum. Se molestó mucho y me dijo: “Si hubiera un agujero en el suelo, me metería en él ya mismo. Por favor, dile que lo quite”. Y yo le respondí muy amablemente: “Es un homenaje. Es respeto”. Ella contestó: “Por favor, no quiero escucharlo. Por favor, por favor, por favor”. Y nos fuimos. Esa fue la contradicción de la fama y el reconocimiento.

Cuando se presentaba en vivo, siempre abrían sus conciertos artistas de hip-hop. Eso era lo suyo. Nadie lo hacía. No lo hacían los productores comerciales, sino los verdaderos rockeros, los hiphoperos, los políticos que tenían voz: ella les dio voz y les permitió abrir sus conciertos. Se hizo amiga de Hank Shocklee (de Public Enemy). Ella y mi esposa también eran muy cercanas. Tuvimos hijos al mismo tiempo: mi segunda hija, Maxie. Sinéad había llegado aquí y se sentía muy sola por no tener a su bebé con ella. Le dijo a mi esposa: “Deborah, ¿Maxie puede sentarse en mi regazo?”. Ella solo quería abrazarla. Era muy dulce.

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Tuve la oportunidad de volver a trabajar con Sinéad. En 1992, se preparaba para lanzar el álbum Am I Not Your Girl. La contrataron para el programa Saturday Night Live (SNL). Sinéad no gozaba de mucha popularidad en aquel momento: era polémica, hacía tiempo que no tenía un éxito. En fin, la primera canción, Steve Kingston y Brian Phillips –dos de las personas más influyentes en el mundo de la radio del rock alternativo– me miraron y me dijeron: “Vamos a incluir el álbum el lunes”. Pulgares arriba. Todos están muy bien. Respiramos.

Y por supuesto, la siguiente presentación fue cuando interpretó War, y rompió la foto del papa. Nunca lo olvidaré. Todos se paralizaron en SNL. La productora musical Liz Welch pasó del júbilo a las lágrimas. Nadie la detuvo, nadie sabía qué hacer. Regresamos al camerino de la artista. No creo que ella supiera qué acababa de hacer. La magnitud de su acción. Estaba sola en una habitación, lo cual resultaba un poco triste y solitario, porque era un momento muy importante en la historia.

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‘Fue maravilloso’ … Kris Kristofferson consuela a Sinéad O’Connor en el Madison Square Garden. Foto: Ron Frehm/AP

Recuerdo que toqué la puerta. Entré y estaba hablando sola. Tenía las manos detrás de su espalda, tenía los calcetines puestos y estaba haciendo algo que oscilaba entre la poesía y los cánticos. Yo no sabía qué hacer. La gente estaba molesta y nos echaron la culpa, como si fuéramos cómplices. Y entonces, unos días después, la invitaron al concierto de Dylan en el Garden (donde el público la abucheó con fuerza). Yo estaba ahí y nunca olvidaré lo que Kris Kristofferson hizo por ella. La abrazó, la rodeó con su brazo y la ayudó a salir adelante. Fue maravilloso.

La cancelaron por completo y tiempo después la gente decía, meses y años más tarde: “Ella tenía razón, ya sabes, no deberíamos haber hecho eso”. La masa fue horrible. El boicot y la lista negra. La gente no juzgaba la música. ¿El miedo de no reproducir un álbum, o no añadir un álbum a tu lista de reproducción? Por favor. Realmente le dolió porque habló con el corazón, era una artista y tenía un punto de vista muy firme. Su discurso era áspero. Podía alienar a la gente.

Nunca se recuperó después de eso. Nadie juzgó la música, eso fue lo que me enojó mucho. Ser franco no debería ser un castigo.

Hace dos años, su representante, Fachtna Ó Ceallaigh, me contactó y me preguntó si estaría interesado (en volver a trabajar con ella). En ese momento sentí –sin juzgar la música– que tuvimos dos rachas hermosas juntos y que no podía volver a hacerlo. Tengo una mayor tolerancia a la libertad artística, la integridad y la libertad y la mayoría de las personas no. Y tenía razón, porque ahora el mundo ahora es tan woke, y menos abierto a la oportunidad, a las voces libres, de lo que era en aquel entonces. Y no me arrepiento de mi decisión de no volver a hacerlo.

Pero solo guardo grandes recuerdos. Muchas veces me preguntan, ¿quiénes son los artistas más brillantes con los que has trabajado? Nueve de cada diez veces, ella es la que digo primero. No es que sea más grande, mejor, pero es mi respuesta visceral. Era más que una cantante, más que una intérprete de canciones. Era alguien que decía la verdad y que no le tenía miedo a la verdad. Siempre se dice que los profetas y los poetas tenían razón cuando fallecen o cuando ya es demasiado tarde. ¿Y qué dijo ella que estaba mal? ¿Sobre los abusos de la iglesia? ¿Sobre la salud mental? ¿Sobre los niños del mundo? Ella tenía razón. La conocí cuando era madre. Era una persona muy compasiva y conmovedora.

Por cierto, me volvió loco profesionalmente: fue la artista más frustrante de mi carrera. Pero brillante. No la cambiaría por nada. Hoy tengo un gran pesar en mi corazón.

Como contó Daniel Glass a Laura Snapes.

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