Nuevas estrategias para evitar la fatiga y sobrecarga no verbal por videoconferencias
"Cuando nos vemos obligados a mirarnos a nosotros mismos en un video en tiempo real, nos comportamos como una versión idealizada de nosotros mismos, pero tiene un costo". Fotografía: Max Rastello / Alamy

Imagínate que caminas por tu lugar de trabajo, y tus colegas te siguen por todos lados con un espejo que te obliga a observarte a tí mismo durante todo el día.

Este extraño escenario se está volviendo normal en la era de las videoconferencias con distancia física, y esta “sobrecarga no verbal” provoca una “fatiga de Zoom”, de acuerdo con un estudio de Jeremy Bailenson, profesor de comunicaciones en Stanford University.

La nueva investigación arbitrada, publicada en la revista indexada Technology, Mind and Behaviour, enlistó las consecuencias de cantidades excesivas, posiblemente sin precedentes, de contacto visual cercano con otras personas y con los reflejos de uno mismo durante videochats prolongados.

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“Décadas de investigación psicológica muestran que cuando nos observamos a nosotros mismos, nos criticamos, nos evaluamos, y esto, con el tiempo, ocasiona estrés y emociones negativas”, dijo Bailenson en el programa Today de BBC Radio 4.

“Cuando nos obligamos a observarnos en tiempo real en videos o espejos, nos comportamos como una versión idealizada de nosotros mismos, en otras palabras, intentamos ser la mejor persona posible. Pero eso tiene consecuencias”.

Cuando el rostro de otra persona está extremadamente cerca del nuestro, nuestros cerebros piensan que hay copulación o conflictos en el horizonte, de acuerdo con Bailenson. “Lo que sucede, de hecho, cuando usas Zoom por muchas horas es que entras en un estado de hiperestimulación”.

Pero hay formas sencillas de evitar la intensidad y minimizar el letargo inevitable, dice. Estas incluyen reducir el tamaño de la ventana de videochat y no utilizar el modo pantalla completa, y utilizar un teclado externo para poner distancia entre uno y la cuadrícula de rostros curiosos.

Crucialmente, los usuarios de Zoom pueden desviarse de los ajustes por default y usar el botón de ocultarse a uno mismo, o incluso apagar periódicamente la cámara, en caso de ser posible, “para darse un descanso no verbal”, escribe Bailenson.

“No es simplemente apagar la cámara para tomar un descanso de la actividad no verbal, también implica alejar tu cuerpo de la pantalla, para que durante unos minutos no te llenes de gestos perceptualmente realistas, pero socialmente absurdos”, dice.

En persona, las personas pueden generar gestos sociales, indicaciones, y sugerencias mucho más fácil que en video, pero con el trabajo desde casa masivo a causa del Covid, la frecuencia de las juntas por videoconferencia se disparó y Zoom se convirtió en el software más popular porque es gratuito, efectivo y fácil de usar.

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Aunque la plataforma se hace cada vez más omnipresente, pues su valor en el mercado ya casi se cuadruplica, hay poca observación de sus desventajas, según Bailenson, mientras las compañías buscan estabilizar sus números entre la disrupción.

La época de las videoconferencias, en la que muchas personas se hacen más sedentarias que cuando trabajaban en una oficina, también puede tener consecuencias más permanentes.

Las consultas virtuales sobre procedimientos cosméticos aumentaron 64% en Estados Unidos desde el inicio de la pandemia, de acuerdo con la American Society of Plastic Surgeons.

“Hemos observado el aumento absoluto de los números de procedimientos cosméticos quirúrgicos que las personas han buscado gracias a Zoom”, dijo el Dr Michael Somenek, quien observó un aumento de 50% o 60% en su consultorio en Washington.

“El procedimiento más popular que buscan está entre los párpados superiores o el cuello. Porque ven que el cuello les cuelga en la cámara o porque tienen papada”.

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