‘Soy estúpidamente optimista, me ayudó a pasar los malos años’: Salman Rushdie
A pesar de los obstáculos en su camino, el novelista permanece indestructible. Habla sobre mujeres fuertes, ‘censura moral’ y la ‘gran herida’ de su vida.
A pesar de los obstáculos en su camino, el novelista permanece indestructible. Habla sobre mujeres fuertes, ‘censura moral’ y la ‘gran herida’ de su vida.
Pobre Salman Rushdie. El asunto que más me emocionaba tratar con él es la única cosa que absoluta y definitivamente él no quería discutir. “De verdad me resisto a la idea de ser arrastrado de vuelta al periodo de tiempo que insistes en mencionar”, se queja cuando cometo el error de mencionarlo dos veces en los primeros 15 minutos de nuestra conversación. Él se encuentra en su elegante departamento lleno de libros, hay un sillón cómodo detrás de él, y el corredor que lleva hacia la cocina se ve sobre su hombro. Se encuentra en Nueva York, que ha sido su casa durante los últimos 20 años, y hablamos, como es normal en estos días, por videollamada. Pero incluso a través de la pantalla su frustración es palpable, y no lo culpo. Es uno de los autores más famosos que siguen vivos, ha ganado prácticamente todos los premios literarios del planeta, incluyendo el Booker a mejor libro por Midnight’s Children. Nos reunimos para hablar de su libro más reciente, Languages Of Truth, una colección de no ficción de las últimas décadas, abarcando todo desde Osama bin-Laden hasta Linda Evangelista; desde Cervantes hasta el Covid. ¿Entonces por qué sigo hablando de la fetua?
Lo volvemos a intentar. Quiero hacerlo mejor porque, en realidad, es muy divertido charlar con él. Debido a su éxito y a su historia, la pomposidad debe esperarse y la paranoia debe ser comprensible. Pero este considerado hombre de risa fácil no posee ninguna, disfruta hablar de Field of Dreams (“¡Una excelente película!”) como de Elena Ferrante, de quien es aficionado. También, Rushdie, de 73 años, me dice que, desde que se recuperó del Covid en la primavera pasada, trabaja en su primera obra de teatro. “Vaya, eso es emocionante”, le digo. “¿De qué trata?”
“Helena de Troya. Está escrita en verso, y ella es interesante porque realmente lo único que sabemos de ella es que huyó con París. ¿Pero quién es? ¿Por qué hace lo que hace? ¿Cómo se siente acerca de las consecuencias de sus acciones?”
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“Como usted sabrá”, “muchas personas se preguntaban lo mismo sobre usted durante el periodo de la fetua”.
“¡No!”, grita Rushdie, agitando los brazos delante de su rostros, como si intentara golpear mi comentario, y probablemente a mí.
Rushdie significa muchas cosas para diferentes personas: autor, intelectual público, actor de ocasión, hereje, exesposo (de cuatro mujeres) y padre (de dos hijos). Pero la única cosa que todo el mundo sabe sobre él es que en 1989, cinco meses después de la publicación de The Satanic Verses, el Ayatolá Jomeiní pidió que lo mataran, y tuvo que pasar casi una década ocultándose. Se trata todavía de una de las amenazas terroristas más famosas de todos los tiempos, y aunque la fetua se levantó nominalmente en 1998 (cuando ya no tenía la protección constante de la policía ni tenía que vivir oculto entre las sombras) los iraníes más radicales, incluyendo a los medios de comunicación del estado, todavía tienen una recompensa de cuatro millones de dólares por su cabeza. Rushdie lleva casi la mitad de su vida así, y, a pesar de ello, ha logrado convertirse en uno de los escritores más prolíficos de hoy en día: Languages Of Truth es su libro número 20.
Asumí que Rushdie odia hablar de este lado de su vida porque siempre ha tenido que bloquearlo mentalmente para sobrevivir, pero dice que es más simple que eso, tan solo odia que esa situación lo defina: “Destruye mi individualidad como persona y como escritor”, dice. “No soy una entidad geopolítica. Soy alguien que escribe en su habitación”. Su acento es un pasaporte vocal que lleva los sellos de todos sus hogares: entonaciones indias, vocales alargadas inglesas, y algunas consonantes estadounidenses aplanadas.
Destruir la individualidad como escritor de Rushdie requiere más que una fetua. Todos sus libros son completamente diferentes entre sí, desde la alegre cacofonía de Midnight’s Children hasta la fascinación sociológica de Fury, y aún así todos son instantáneamente reconocibles como obra de Rushdie. Languages of Truth no es la excepción. Igual que su autor, es culturalmente omnívoro, políticamente comprometido, y profundamente optimista. Un ensayo sobre la naturaleza humana incluye referencias a Tom Stoppard, la Biblia, los Beatles, y Oprah Winfrey en tan solo dos párrafos. Se siente como si tuvieras de acompañante a alguien que se deleita infinitamente con el mundo que lo rodea.
Y aún así, el mundo que lo rodea no siempre ha sido deleitable. Ha vivido a través de tiempos increíblemente inestables: nació ocho semanas antes de la partición de India; lo enviaron a un internado de niños almidonados en Inglaterra a los 14 años de edad, donde le hicieron bullying; lo obligaron a ocultarse durante casi una década; se mudó a EU justo antes del 9/11, y vivió ahí durante los gobiernos de Bush y Trump. Pero, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, incluyendo a su amigo Christopher Hitchens, sobre quien escribe un ensayo amoroso pero realista, se ha resistido al cambio hacia la derecha que viene frecuentemente con la edad, y al creciente pesimismo sobre el mundo. Los problemas que trataba al inicio de su carrera (literatura, migración y libertad de expresión) le siguen preocupando el día de hoy. ¿Cómo se ha resistido a la seducción del conservadurismo? “Uno de los beneficios de ser escritor, creo, es que si a lo que te dedicas es a examinar tu vida, con suerte cuando llegues a esta edad avanzada, comprenderás algo sobre ti mismo y por qué piensas lo que piensas. Por supuesto que otros escritores toman direcciones distintas”, concede.
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¿Como Hitchens? Rushdie encoge los hombros. Muchos de los hombres sobre los que habla en su libro tuvieron un tipo performativo de masculinidad: Hitchens, Philip Roth, Harol Pinter. Pero Rushdie jamás ha parecido un macho. Tiene una gentileza profesional. Nació en la ciudad que obstinadamente llama Bombay, fue uno de cuatro hijos. ¿Era el favorito de sus padres?
“Creo que la verdad es que sí. Era el mayor y el único varón. Era una familia india, como sabes. Yo era el típico chico que siempre tenía la nariz clavada en un libro”, dice. Era muy malo para los deportes (“Mis habilidades para el cricket no merecen nuestra atención”), y después de graduarse de Cambridge tuvo problemas para cumplir su sueño de convertirse en escritor, y en su lugar trabajó en la industria de la publicidad. Su primera novela, Grimus, fue ignorada cuando la publicó.
A diferencia de Hitchens, Rushdie tiene muchas amigas; mi ensayo favorito en su libro es el compasivo peán dedicado a Carrie FIscher, que la captura con todos sus brillos y complicaciones. De los personajes femeninos de sus novelas (como la emocional Amina en Midnight’s Children; los símbolos de India, las hermanas Shakil, en Shame; la hechizante Qara Köz en The Enchantress Of Florence) se puede descifrar que encuentra a las mujeres por lo menos tan fascinantes como los hombres.
“Probablemente más”, dice. “Crecí en un mundo muy femenino con tres hermanas menores, entonces me sentía cómodo entre mujeres, y fue una de las razones por las que odié mi internado (llamado Rugby), porque no había niñas ni mujeres ahí. Creo que muchos hombres le temen a las mujeres, y si ellas son competentes, inteligentes o confiadas, se vuelven más aterradoras. Pero no para mí, eso es enormemente atractivo. No puedo siquiera imaginar tener como amiga, o como cualquier otra cosa en mi vida, a una mujer que no sea así”, dice.
Discutimos las representaciones de mujeres en los libros de Roth, y el tema ha recobrado relevancia últimamente. “Puedes ver que en muchos de los retratos de mujeres hay afecciones enormes, y no puedes leer a Roth sin notar la importancia de su madre judía para él”, dice. He escuchado que Rushdie tiene la piel delgada, entonces le pregunté su opinión sobre la aseveración de Blake Bailey en su reciente biografía autorizada de que Roth pensaba que Rushdie era “un gran escritor”, pero “una mierda interesante” como persona.
“La gente dice todo tipo de tonterías”, se encoge de hombros, y añade enfáticamente, “Philip me pidió que diera al 2018 Philip Roth Lecture, y me lo pidió después de leer The Golden House (la novela de 2017 de Rushdie), pensando que acertaba en muchas cosas sobre EU. Entonces, tú sabes, la gente cambia de opinión y la vida es larga”. Si Rushdie se ofende fácilmente, también cuenta con los recursos internos para recuperarse a toda velocidad.
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La representación de las mujeres en los libros de Roth no son el único punto del libro de Bailey que se ha discutido, sino también su actitud con ellas en la vida real. “Philip no era enormemente deseoso de mujeres, era enormemente atractivo para ellas. No hay indicios de que se haya comportado criminalmente, sólo se fue a la cama con muchas mujeres”, dice Rushdie.
En un giro casio rothiano, el mismo Bailey ha sido acusado de seducción de menores y de violación, aunque él lo ha negado. Unos días después de mi entrevista con Rushdie, la editorial de Bailey, WW Norton, anunció que iban a descontinuar la biografía de Roth como respuesta a las acusaciones.
Le escribí un correo electrónico a Rushdie para pedirle su opinión. ¿Debe cancelarse un libro por acusaciones sobre la conducta de su autor?
“No he leído el libro de Bailey, pero, en general, no me gusta la idea de matar un libro de inmediato porque el autor probablemente sea un patán”, respondió de inmediato. “Puedo comprender el disgusto de las editoriales por tal autor, obviamente. Pero se siente como una censura moral. Y no me gustan las insinuaciones que se han hecho sobre cómo de algún modo esto también cancela a Roth”.
A Rushdie no le encanta lo que hoy se conoce como “cultura de la cancelación”, y, debido a los esfuerzos hechos para cancelarlo, no es una sorpresa. ¿Piensa que hay más apoyo para la censura en estos días? “No sé si hay más, pero ciertamente es más obvio. Hay un movimiento de progresistas jóvenes, que en su mayoría es extremadamente valioso, pero parece que dentro de él también se acepta que algunas ideas deben suprimirse, y yo creo que es preocupante. Donde quiera que haya censura, los primeros en sufrir son las minorías sin privilegios. Entonces si en el nombre de las minorías sin privilegios quieres apoyar la supresión de ‘malos pensamientos’, entonces se elige un camino peligroso”.
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Actualmente, Rushdie es un escritor residente en la escuela de periodismo de la New York University, ¿los estudiantes han defendido la cultura de la cancelación en sus clases? “No, y si lo hicieran obtendrían una respuesta corta”, dice.
En 2015, seis autores (Peter Carey, Michael Ondaatje, Francine Prose, Teju Cole, Rachel Kushner y Taiye Selasi) se retiraron de la gala de PEN American Center como protesta a la decisión de la organización de honrar a la revista satírica francesa Charlie Hebdo. A principios de ese año, 12 personas fueron asesinadas y 11 resultaron lesionadas en las oficinas de Charlie Hebdo tras los ataques de dos extremistas islamistas, quienes estaban enfurecidos por las representaciones de Mahoma. Carey objetó la “aparente ceguera de PEN ante la arrogancia cultural de Francia, que no reconoce su obligación moral con un enorme y marginado sector de su población”. Rushdie, quien fue presidente de PEN American Center de 2004 a 2006, y quien creció en una familia musulmana liberal pero ahora es ateo, estaba enfurecido. Si PEN como una organización para la libertad de expresión no puede defender y celebrar a las personas que fueron asesinadas por hacer caricaturas, entonces francamente la organización no merece ese nombre. Lo que le puedo decir tanto a Peter como a Michael y a los otros es que espero que nunca jamás los persigan”, dijo al New York Times. Fue todavía más contundente en Twitter: “Son seis cobardes. Seis autores en busca de un poco de carácter”.
Eso seguramente no le consiguió muchos amigos, le digo. “No, fue un episodio increíblemente doloroso, y muchas personas vieron afectadas sus amistades como resultado de ello, incluyéndome a mí, porque muchas de esas personas eran mis amigos”, dice con un suspiro.
Pero no lo ha detenido para continuar firmando prácticamente todas las cartas en defensa de la libertad de expresión que se la atraviesan. “”¡No sabes cuánto firmo!”, se queja”. El año pasado fue uno de los firmantes, junto con Noam Chomsky, Margaret Atwood, y otros 150, de la llamada “carta de Harper’s”. Publicada en la revista Harper’s, la carta abierta aseguraba que, aunque las demandas de mayor diversidad en las artes y en los medios son bienvenidas, llevaron a “un nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos que suelen debilitar nuestras normas para el debate abierto y la tolerancia de las diferencias a favor de la conformidad ideológica”. La carta incendió una respuesta masiva desde la izquierda: “JK Rowling y otros ricos bobos quieren cancelar la ‘cultura de la cancelación’“ fue uno de los encabezados en un medio liberal. La reacción pareció demostrar la aseveración de la carta de que hay una distinguida intolerancia con las diferencias de opinión en la izquierda actual.
“Velo así: el tipo de persona que me defendió en los años malos”, en otras palabras, la gente de artes liberales y de izquierda “probablemente no lo haría ahora. La idea de que ofenderse es una crítica válida ha ganado terreno”, dice Rushdie. En su perspectiva, dice, “es mejor saber dónde están las ideas que darles el glamour del tabú. Quiero saber dónde está el enemigo”.
Por supuesto, el enorme elefante en la habitación mientras discutimos eso es la fetua. Entiendo por qué Rushdie desea que todos (en otras palabras, yo) se alejen de este tema. Pero desafortunadamente para él, antes de nuestra entrevista, volví a leer Joseph Anton, su fascinante recuento sobre lo que sucedió cuando estaba escondido, y que evoca con precisión la disrupción y el terror que sobrellevó, el libro que me hizo sorprenderme de que el hombre saliera de tal situación con la cabeza en orden, y todavía más con su carrera. Y a pesar de regañarme por mencionar la fetua, Rushdie la recordó en varias ocasiones. Odia que se lo eche en cara, pero esa experiencia, inevitablemente, le dejó cicatrices.
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Ahora, 30 años después, es fácil olvidar lo aterrador de esa época. Librerías en EU y el Reino Unido fueron bombardeadas. El traductor al japonés de Rushdie fue asesinado y su traductor al italiano y su editor en Noruega fueron gravemente heridos por terroristas. 59 personas más fueron asesinadas durante las protestas contra su libro, y cientos más resultaron lesionadas. Los medios británicos cuestionaron por qué se gastaba dinero en la protección de la policía para Rushdie, un tipo “desagradable” (según The Sunday Times) y “esquizofrénico” (según The Independent), y otros decían en voz baja que le gustaba la atención. La policía le aconsejó no hablar públicamente en defensa propia, pero se arrepintió de todas las ocasiones en que guardó silencio, lo que explica en parte su determinación a no callarse ahora. De algún modo, siguió escribiendo: publicó el libro infantil Haroun And The Sea of Stories; la colección de cuentos East, West y la novela The Moor’s Last Sigh mientras estaba escondido. Algunos amargados cuestionaron si en realidad le afectaba todo el caos a su alrededor.
“Te digo con toda honestidad que la mayor herida en mi vida (de ese entonces) es India, por la forma en que me han tratado a mí y a mi trabajo”, dice. The Satanic Verses sigue prohibido en la patria de Rushdie y aunque él suele visitar, en 2012 tuvo que abandonar el festival literario de Jaipur por amenazas de muerte. Tal vez el ensayo más emotivo en Languages of Truth es el breve texto sobre cómo India ha cambiado bajo el primer ministro Narendra Modi, quien, escribe, está “demoliendo las ideas seculares de India, día tras día”.
Rushdie guarda silencio durante un rato, mientras piensa sobre su relación con Indi. “No sé qué más hacer excepto decir que es doloroso. Mi yo imaginario siempre está allá. Pero todos los que llegan a mi edad han sufrido un poco. La vida te saca moretones”.
También trae bálsamos. A duras penas fue una compensación justa, pero la fetua lo convirtió en una figura cultural mucho más grande que la mayoría de los novelistas. Como dijo su amigo Martin Amis en alguna ocasión, Rushdie “se materializó en la primera plana”, y aunque diga que prefiere estar en las últimas páginas de un libro, concede que hay “un lado divertido” sobre la notoriedad global.
En Bridget Jones’s Diary, Bridget se humilla a sí misma frente a Julian Barnes; cuando Helen Fielding convirtió el libro en una película, cambió a Barnes por el más reconocible Rushdie (“Julian siempre ha sido muy amable al respecto”, dice Rushdie). Fue parte de un chiste en Seinfeld (cuando Kramer jura que lo vio en el gimnasio), y 20 años después apareció en Curb Your Enthusiasm, ofreciéndole un consejo a Larry David cuando le imponen una fetua por imputar al Ayatolá en la televisión (David se emociona por aprender que el sexo durante la fetua es el mejor tipo de sexo). Le pregunté cómo llegó al programa. “No hay una buena forma de contarlo: conocí a Larry David en la fiesta de los Oscars de Vanity Fair”, dice Rushdie, y se ríe deleitado. “Tuvimos una buena conversación y después me llamó para contarme su idea. Yo dije, ‘¿Puedo ver el guión?’ y él respondió, ‘Bueno, son puras improvisaciones, no hay guión’. Entonces dije, ‘¿Me puedes contar más al respecto?’ Y lo hizo, y mi primera reacción fue decir: ‘¿es gracioso?’ Y la segunda fue: ‘de hecho, creo que es genial que pueda ser gracioso, es una manera de sacarle la lengua’. Entonces le dije que sí, y después viví los mejores dos días de mi vida”.
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Desde que se levantó la fetua, la reputación de Rushdie en los medios ha cambiado de “autor ligeramente sospechoso” a “fiestero”. Ha dicho en repetidas ocasiones que los reportajes de su vida social son bastante exagerados, pero también es cierto que no hay muchos ganadores del Booker que aparezcan en la prensa amarillista abrazando a Courtney Love. Esta faceta de su vida despegó después de que dejó a Elizabeth West, su tercera esposa, y madre de su hijo menor, Milan (también tiene a Zafar, de su primer matrimonio), se mudó de Londres a Nueva York, e inició una relación con la glamorosa chef Padma Lakshmi, a quien conoció en 1999. Sus fotos en las alfombras rojas (ella, delgada como hurón, y él, redondo como rata) eran adorables por su extrañeza, y se veían felices. Eso no duró, aunque la furia con que escribieron el uno del otro más tarde demuestra la pasión que alguna vez hubo ahí. Él escribió en sus memorias que “el egoísmo es su principal característica”; ella escribió en las suyas (Love, Loss And What We Ate) que él se refería a ella como “una mala inversión” cuando no podía tener sexo por su endometriosis. Se divorciaron en 2007.
¿Qué piensa del libro de su exesposa? “No me gustó. A ella no le gustó el mío. Hemos hecho las paces desde entonces. Creo que si tienes un divorcio bastante difícil, entonces la perspectiva de cada persona no será del agrado de la otra. A veces mantenemos el contacto. No la he visto en mucho tiempo, pero nos llevamos bien”, dijo la última parte con mucha confianza.
Las memorias de Rushdie no lo exoneran. Una de sus mayores fortalezas es que muestra las veces que perdió a sus seres más cercanos, especialmente a West, quien se mantuvo a su lado con lealtad cuando tuvo que esconderse, sólo para que él la traicionara con Lakshmi. Después de su cuarto divorcio, Rushdie decidió alejarse de los matrimonios, pero no de las mujeres. Cuando le pregunto con quién sale, él responde “Puedes buscarlo en Google”, con la seguridad de alguien que suele ver su vida amorosa en las noticias. Google me informa que la respuesta es Rachel Eliza Griffiths, poetisa y artista de 40 años, o, como la llama la prensa neoyorquina, su “amiguita”. (Cuando le pregunto por qué sus parejas más recientes, West, Lakshmi, y ahora Griffiths, son mucho más jóvenes que él, responde con un audaz “sin comentarios”).
Desde la publicación de Midnight’s Children hace 40 años, narrado por Saleem, el niño que nació justo antes de la partición de India y quien creció en Bombay, alimentándose con historias, los lectores han mezclado a Rushdie con sus protagonistas. Él odia este tipo de acercamiento barato a la crítica literaria, pero si de hecho tiene un alter ego en sus creaciones fácticas, sospecho que es en su última novela, Quichotte, un recuento moderno de Don Quijote, que apareció en la prelista del premio Booker de 2019. Quichotte es un optimista incurable que sigue avanzando sin importar cuantos golpes le den, quien siempre cree que puede conseguir a la chica, sin importar qué tan fuera de su alcance se encuentre.
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“Es cierto, soy estúpidamente optimista, y creo que me ayudó a pasar por esos malos años, porque creía en el final feliz, cuando muy pocas personas lo hacían”, dice.
En su ensayo sobre el antiguo filósofo Heráclito, Rushdie argumenta en contra de la idea de que el carácter determina el destino, escribir esto “no considera las cosas líquidas de la vida”. Y de cualquier modo, seguramente el argumento más obvio en defensa del carácter como destino es el propio Rushdie. Aún se le puede reconocer como el adorable niño lector que fue en alguna ocasión; el niño que sufrió en el internado al que quería pertenecer; el hombre desconocido que trabajó en la publicidad pero que desesperadamente quería ser escritor; el hombre escondiéndose en las sombras quien se vio obligado a alzar la voz y adoptar la diversión. El carácter de Rushdie se resistió a las cosas líquidas de la vida.
“Una cosa de la que me siento, bueno, orgulloso, por así decirlo, es que si no sabes nada sobre mi vida, si solo tienes mis libros, no creo que puedas notar que algo traumatizante me sucedió en 1989. Me alegra tener el cerebro para pensar en medio de todo eso: no quiero ser la víctima del asunto. Podría escribir libros temerosos o vengativos, y ambos me convertirían en un animal dentro del evento. Entonces pienso: sé el escritor que quieras ser”, dice.
Se necesita una cierta cantidad de rudeza para no cambiar cuando vives lo que él ha vivido, le digo. Ser escritor y el hombre que siempre quiso ser, vivir la vida que quería, incluso cuando otros lo amenazaban o se reían de él.
“Creo que la palabra es determinación”, dice. “Determinación”.
–Languages Of Truth (Vintage Publishing) estará disponible a partir del 27 de mayo.
Salman Rushdie discutirá sobre Languages Of Truth en línea a través de Guardian Live, el martes 29 de junio.