Personas no binarias en México: Así es vivir entre violencia, negación, conciencia y libertad
Cuatro personas no binarias cuentan su transitar en un país como México. Foto: Majo Vázquez/La-Lista

Le magistrade Ociel Baena Saucedo se convirtió en un símbolo para las personas no binarias en México. Logró el reconocimiento legal en documentos oficiales y hacer servicio público en el Instituto Nacional Electoral (INE) y en el Tribunal Electoral de Aguascalientes. 

Su muerte conmocionó a la comunidad LGBTIQ+ y sus aliades, porque evidenció que México no cuenta con medidas específicas para prevenir, erradicar y sancionar la violencia contra la población con orientaciones sexuales e identidades de género no normativas, tal como señaló en 2023 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). 

Tras el asesinato de le magistrade y de su pareja, la preocupación asola a la comunidad LGBTIQ+. En especial a las personas no binarias, pues viven en una sociedad que muchas veces niega su existencia y les discrimina, mientras elles fluctúan entre la conciencia y la libertad.

La-Lista consultó a personas no binarias que cuentan su transitar en un país como México, con altos índices de discriminación. Estas son sus historias. 

Xchell: Hemos aprendido a vivir con miedo 

Pronombres: ella/elle

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Xchell es defensore de los derechos humanos de las personas LGBTIQ+. Foto: Cortesía

Desde su infancia, Xchell se preguntaba qué determina los roles de género. “¿Por qué las niñas no podían jugar futbol y los hombres sí? ¿Habría algo malo en sus huesos?”, eran algunas de sus dudas. Al llegar a la adolescencia tuvo conocimiento de las identidades trans, con quienes comenzó a tener afinidad, aunque no se sentía del tode identificade. 

En 2016, Xchell encontró una revista estadounidense en la que por primera vez supo del género no binario. Tenía entre 24 y 25 años de edad y ahí leyó un término que posteriormente le ayudaría a definirse: gender fluide

“Se me quedó grabado porque mi expresión de género siempre fue fluida”, dice. “Desde siempre supe que era no binarie, que estaba fuera del binarismo social de género, pero no tenía las palabras para definirlo”. 

En la actualidad, Xchell tiene 34 años y es promotora y gestora de proyectos en beneficio del avance de los derechos humanos. El mundo ha cambiado desde su infancia y adolescencia, que transitó en la década de 1990, cuando la homosexualidad todavía estaba catalogada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una enfermedad mental.

Xchell creció en una familia tradicional católica asentada en el municipio de Ecatepec, Estado de México, que elle define como el “Bronx de la Ciudad de México”. Asistía al catecismo y a la iglesia los domingos.  

“En ese entonces era muy común que en la comunidad religiosa, incluso desde el seno familiar, no se hablara de temas de diversidad, porque cuando se hacía había mucha violencia y estigmas. Así que crecí con una familia que me tapaba los ojos cuando en la calle había trabajadoras sexuales o cuando en la estética estaba la chica trans”, recuerda. 

Xchell es parte de la comunidad LGBTIQ+ que pasó por las llamadas “terapias de conversión”, en un intento de su familia por “corregir” su identidad y expresión de género. Asistió por unos años hasta que decidió ser fiel a sí misme. Escapó de su casa, sobrevivió a las calles y a la falta de oportunidades.

“Esa es una situación que vivimos muchas personas de la comunidad, quedarnos sin hogar debido a nuestra orientación sexual e identidad de género. Por eso hay tantos albergues a los que llegan personas que no han recibido más que rechazo, violencia y no aceptación en sus hogares”, resalta. 

Xchell recuerda que el momento más feliz desde que se identificó como persona no binaria fue cuando se dio cuenta que las personas a su alrededor –familia, amigues y compañeres– le llamaban por su identidad y respetaban sus pronombres. Ese día, dice, lloró de alegría. 

En contraste, el momento más triste y desolador es el que vive actualmente, viendo la realidad de las personas trans y no binarias en un país en el que “no hay oportunidades para nosotres”. 

“Hay muchas personas que se toman el tiempo, día tras día, para mandarnos mensajes de odio, decirnos que desearían vernos muertes. Creo que hoy es uno de esos días en los que me he sentido triste, porque lamentablemente hemos aprendido a vivir con miedo”, expresa.

Gore: ¿Por qué debemos vivir en anonimato?

Pronombres: elle/ellx 

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Gore es psicólogue, activiste y artiste urbane. Foto: Cortesía.

A Gore nunca le gustó usar faldas ni vestidos, no se identificaba con las niñas de su edad, pero tampoco se asumía como un niño. Siempre supo que era “diferente”, aunque no sabía cómo nombrarse. 

Es originarie de Jalisco, psicólogue, artiste urbane y la segunda generación de su familia que pertenece a la comunidad LGBTIQ+, lo que le hace sentir orgullose. La primera generación fue su papá, quien se declaró abiertamente homosexual cuando Gore tenía nueve años de edad y poca –o casi nula– información sobre las orientaciones sexuales e identidades de género. 

“En casa no se hablaba de homosexualidad y menos de transexualidad. Para mí fue crecer en el silencio. Yo sabía la historia de mi familia, pero no podía hablar de ella, y cuando lo hice sufrí abusos sexuales de personas que usaron ese ‘secreto’ contra mí. Era una condena hablar de esos temas. Hubo personas que incluso sugirieron que matarían a mi papá por ser quien es”, cuenta. 

Esas experiencias dejaron algo muy claro a Gore: no quería ser mujer, pero las referencias de lo que son los hombres le quedaban vacías ante su propia vivencia.

Recuerda que cuando cursaba secundaria tuvo una clase de Formación Cívica y Ética en la que entendió, por primera vez, que una cosa era la identidad de género y otra la expresión de género. 

“Nos pusieron una actividad de buscar a un hombre masculino en unas revistas que la profesora llevaba y todes elegimos a los hombres con músculos, y luego a una mujer femenina. Entonces, la maestra nos dice: ahora busca a un hombre femenino y a una mujer masculina. Ahí me rompió la idea de que una cosa tenía que ver con la otra y mi expresión de género empezó a ser más fluida”, dice. 

Con el tiempo, Gore optó por estudiar psicología y empezó a acompañar a otras personas que pasaban procesos similares. No quería que nadie más transitara en silencio como elle. 

“A mí el silencio me generó muchas heridas e inseguridad”, reconoce. “¿Por qué tenemos que guardar silencio? Si yo toda mi vida he guardado silencio, simplemente por ser y existir, ¿por qué tendría que seguir perpetuando eso? Así que decidí enseñar a las nuevas generaciones que hay que hablar de lo no se nombra, de lo que incomoda, de lo que somos”.

Gore ha dejado de negarse. Empezó a crear su estilo para maquillarse sin la necesidad de depilarse. Le agrada el hecho de que otras personas lleguen a confundir su género, porque ahora es consciente de que su expresión es más compleja que encasillarse entre hombre y mujer, aunque reconoce que persiste el miedo de que por eso sea objeto de odio. 

“Las personas no binarias en México vivimos con miedo a que el día de mañana reconozcan nuestra identidad y eso nos lleve a la muerte. Por eso hay muches que prefieren seguir en el anonimato. Eso lo sabía le magistrade Ociel Baena, por eso luchó, alzó la voz y afrontó al sistema y al final murió en esta realidad”, concluye. 

Raúl Cruz: una experiencia muy cansada

Pronombres: elle

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Raúl es periodiste y critique de medios. Foto: Cortesía.

Raúl es periodiste y critique de medios. Tiene 35 años, hasta la llegada de la pandemia de Covid-19 supo nombrarse como persona no binaria. Sin embargo, desde su infancia supo que no pertenecía a ningún género normativo.

Aunque no congeniaba del todo con las niñas de su edad, Raúl se percibía como una infancia femenina. Por su estatura pequeña y complexión delgada, sufrió violencia y hostigamiento tanto en la escuela como en su núcleo familiar. 

“Viéndolo desde mi presente me doy cuenta que había muchas cosas que me llamaban mucho la atención de lo femenino, pero también estaban las dudas de por qué no me sentía del todo femenino. Al estudiar en una escuela católica menos tenía permitido hacer ningún cuestionamiento o expresión al respecto”, señala. 

En 2020, cuando empezó a escarbar con su terapeuta esas violencias que sufrió de niñe y leyó sobre la teoría queer, Raúl se reconoció como persona no binaria. Eso le significó distanciarse de su familia por la postura defensiva que tomó. 

Para le comunicadore, pertenecer al género no binario en México se resume en un chiste que vio en TikTok: “las personas no binarias decimos que nuestros pronombres son ‘ay, ya, cómo quieras’”. Y eso es porque la mayoría de la gente les malgeneriza y les agrede al llamarles por hombre o mujer.

“Es estar todo el tiempo confrontado esas violencias, a veces físicas y letales, pero también es divertido ver cómo a la gente se le rebootea el servidor por no saber cómo nombrarte. Diría que es divertido y difícil, pero a la vez es una experiencia muy cansada, porque tienes que estar pendiente todo el tiempo de que las personas a tu alrededor no te van a violentar ni a malgenerizar”, lamenta. 

El momento más feliz de Raúl como persona no binaria se vive en la cotidianidad. Desde el hecho de que su sobrina menor de edad haya aprendido su pronombre hasta que en la calle o en el trabaje le hagan cumplidos por su maquillaje, ropa o el color de sus uñas. 

“Es muy doloroso ver lo fácil que el mundo se voltea en tu contra, pero también tienes esos momentos en tu vida diaria en los que el mundo te acepta, te reconoce y te respeta”, expresa. 

Xoch: La identidad de género es un abanico de posibilidades

Pronombres: elle

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Xoch es parte de los colectivos Hola Amigue y Juntrans MX. Foto: Cortesía.

Cuando Xoch salió de la casa de su familia llevó consigo el sentimiento de sentirse “diferente”, que no encajaba con el género normativo de ser mujer. Tuvo ese sentimiento desde su infancia, pero no tenía las palabras para nombrarlo. 

En la preparatoria ya había leído algunos términos, pero ninguno encajaba con su identidad. Vivir sole mientras cursaba la universidad le hizo comprender que otros géneros eran posibles y que había un abanico de probabilidades para expresarse. 

“La categoría de persona no binarie es un término paraguas que acompaña muchísimos géneros, no es una tercera caja, hay muchas formas de salirse del dinamismo de género, no es una experiencia única y no todes partimos de los mismos lugares”, explica. 

Xoch también ha sufrido la negación de su identidad, sin embargo, se dice privilegiade por tener un círculo de apoyo conformado, en su mayoría, por personas trans y no binarias.

Al saber que habrá personas que no aceptan su identidad no binaria, Xoch prefiere en algunas ocasiones “mentalizarse” a que será nombrade en femenino antes que pasar por el desgaste que implica explicar su género. Esto pasa, cuenta, sobre todo en consultas ginecológicas. 

“Estos servicios están direccionados únicamente a las mujeres y no es que eso en sí mismo esté mal, pero ojalá pudiera abrirse el abanico para que otras identidades también podamos tener un acceso integral y acorde a nuestro género. Tal vez para muches no suene como una gran violencia, pero es muy fuerte tener que negar tu identidad o esconderte para que te den un servicio o para pasar el día con día, cuando realmente deberías poder ser libre”, señala.

La misma experiencia se replica en las aulas, donde –dice Xoch– muches alumnes prefieren no hablar de su identidad de género porque no saben si eso será motivo de burla o de violencias mayores. 

Xoch tiene 30 años y es parte de los colectivos Hola Amigue y Juntrans MX. Una vez que asumió su identidad de género como no binaria y que comenzó a marcar límites con las personas que no aceptaban su reconocimiento, la paz interna llegó. 

“Yo tengo claro quién soy y que ser una persona no binaria hace que mi transición de vida nunca acabe. Es un abanico tan amplio que no me siento determinada de verme de una forma u otra. Estoy en un espacio donde tengo libertad y puedo apoyar a otres en situaciones vulnerables”, puntualiza. 

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