¿La muerte de la opinión?

Jueves 13 de marzo de 2025

Carlos Celis
Carlos Celis

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

¿La muerte de la opinión?

Un periodista, o comunicador, debía pasar por muchos filtros en medios tradicionales antes de que su trabajo u opinión fueran considerados como legítimos.

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Serie: The White Lotus.

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Foto: Max.

Hace un par de semanas, la noticia de que el poderoso magnate Jeff Bezos decidió intervenir en la sección de opinión del Washington Post (el diario de su propiedad) volvió a encender las alarmas entre periodistas y activistas por la libertad de expresión. Bezos ordenó un cambio en la línea editorial para que ahora los columnistas de dicha sección den prioridad a temas como las libertades personales y el libre mercado. Ante esto, el jefe de tal sección, David Shipley, prefirió renunciar.

“Hubo un tiempo en que un diario, especialmente uno que era monopolio local, vio como servicio el llevar cada mañana hasta la puerta del lector una amplia sección de opinión que buscara cubrir todas las perspectivas”, dijo en un comunicado. “Hoy, ese trabajo lo hace el internet”.

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Les dejo estas palabras a su propia interpretación, pero quiero subrayar lo obvio: internet es un pantano donde muy rara vez vamos a encontrar claridad de ideas. Si acaso, funciona como una cámara de eco que nos da la falsa sensación de que otros piensan como uno, cuando en realidad son opiniones preconcebidas de grupos con ideologías afines.

Alguna vez, una editora de un medio donde trabajé dijo algo así como que “las noticias sobre medios de comunicación no son noticias”. Siempre pensé que lo decía desde el idealismo periodístico porque, tal vez sí, los medios de comunicación no deberían ser la noticia. ¿Qué servicio le estamos dando al consumidor cuando hablamos de nuestro propio gremio? Pero es claro que tal posición ya no es realista porque dicha tendencia se ha vuelto más fuerte con el paso de los años. No debería, pero es.

La muerte de Daniel Bisogno, la enfermedad de Yolanda Andrade, los problemas legales de Emilio Azcárraga Jean, la notoriedad de Ricardo Salinas Pliego, la perpetuación de personajes como Adela Micha o David Faitelson, la polémica sobre quién conducirá la nueva temporada de La casa de los famosos… todas estas son algunas de las noticias más calientes de los últimos meses y todas tienen que ver con comunicadores y con empresarios de medios de comunicación.

Las secciones de opinión ahuyentan a los lectores. Al menos eso fue lo que afirmó una de las empresas de medios más importantes de Estados Unidos, Gannet Co., cuando en 2022 pidió a sus más de 300 periódicos que repensaran o recortaran dichas secciones. “Los lectores no quieren que les digamos cómo tienen que pensar”, ese fue el argumento.

Desde entonces, varios medios de comunicación, como CNN, han seguido su ejemplo hasta llegar al caso más reciente de Washington Post que, sin embargo, ya venía deshaciéndose de iniciativas como Post Opinión desde 2023, que fue la sección de Opinión en español que se realizaba desde la Ciudad de México. Y es que en nuestro país también se ha venido sucediendo un fuerte recorte de columnistas en medios de comunicación, pero no se habla tan abiertamente de ello pues, como decíamos, no es tema que le interese al público.

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Si bien es claro que el columnista, o quien da su opinión, no tiene el poder para convencer a todos sobre cómo pensar, tampoco podemos negar que sí puede influir, sobre todo cuando un medio de comunicación tiene una línea editorial sesgada y todos sus columnistas opinan lo mismo en temas de interés nacional. El efecto de repetición se impone.

Pero esto no es mejor en redes sociales, donde incluso empresarios como Elon Musk y Mark Zuckerberg prescindieron de sistemas de verificación en X y Facebook, que ayudaban a denunciar la propagación de noticias falsas. En cambio, se habilitaron herramientas que permiten a los usuarios agregar contexto sobre lo que otros comparten, y que solamente ha servido para que grupos organizados puedan manipular las conversaciones.

Antes (sí, antes), un periodista o comunicador debía pasar por muchos filtros en medios tradicionales para que su trabajo u opinión fueran considerados como legítimos y esto le generara confianza al consumidor. Hoy, cualquier persona puede abrir su perfil en una red social, autonombrarse “periodista” o “crítico” o “medio de comunicación” y empezar a emitir opiniones que otros encontrarán afines, aunque no tengan ningún fundamento más que la percepción personal. Así va hoy la democratización de los medios.

El efecto es devastador. Si la mayoría de los usuarios de una red social dicen que una película es mala, aunque esté ganando los premios más importantes en todo el mundo, “se vuelve” mala. Si los usuarios dicen que la nueva temporada de un programa es un fracaso porque a ellos no les gustó, influyen en el público aunque las cifras digan lo contrario. Si una empresa de entretenimiento quiere usar a los fans para resignificar en redes el concepto de “cine independiente” y así vender más boletos de Anora o promover la nueva película de Marvel (Thunderbolts) la percepción cambia. La opinión no muere, muere la veracidad.

Un caso reciente es la tercera temporada de The White Lotus, que después de criticar a Donald Trump en uno de sus episodios empezó a recibir malas reseñas en algunos medios de comunicación y esto se replicó en redes sociales, donde ahora los usuarios señalan con demasiada frecuencia que ya no les parece graciosa. Los números indican que, en realidad, la audiencia es 78% más alta que la temporada pasada en este mismo periodo.

La opinión en medios, cuando es responsable, verificable y está respaldada, puede ayudar a comunicar información importante. Pero en el centro de esta discusión, sobre darle o no espacio en medios, está la afirmación más obvia: que la opinión no es noticia (algo que el lector debe ser capaz de diferenciar). Uno de los argumentos más típicos de quienes pretenden censurar la opinión en medios, dice que la gente confunde las opiniones con los hechos y que esto aporta a la desinformación.

Pero más allá de intentar silenciar a todos aquellos que, a través de su poder de opinión, se oponen a las narrativas oficiales, hoy la discusión más grande tiene que ver con el nivel educativo de las personas y cómo esto se está usando para subestimar (y controlar) al lector, consumidor y público en general. Al afirmar que el público “no entiende” algo, tanto medios de comunicación como periodistas, creadores de contenido o productores de entretenimiento, estaríamos adoptando una actitud condescendiente y dañina.

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Con el regreso de Trump, en Estados Unidos sigue creciendo un fenómeno que ya vivimos en México con el gobierno de López Obrador, cuando llegaron nuevos “líderes de opinión” afines a su ideología y utilizaron las redes sociales para amplificar su mensaje. Entonces se empezó a hablar con mucha insistencia en nuestro país sobre la democratización de los medios y sobre desbaratar a las élites que los controlaban.

Pero es ese concepto de “élite”, donde se abren discusiones como el acceso a la cultura y a la información, al que se le está dando un uso muy ambiguo. Si hoy hablas desde tu experiencia, eres elitista. Si hablas con autoridad, eres sesgado. Si tienes que explicar demasiado, estás siendo condescendiente. ¿Cómo vamos entonces a comunicar correctamente una idea, o una opinión, sin ser tachados de elitistas?

BREVES

Hablando de cine independiente (el de verdad), es lo que llega típicamente a salas de cine durante esta temporada, cuando ya no hay estrenos fuertes. Próximamente en cartelera, títulos tan buenos como la española Creatura, la pakistaní Joyland, la japonesa Desde el fin del mundo y la austriaca El baño del diablo.

También hay un par de películas atractivas en plataformas, como la comedia sobrenatural The Parenting (Escapada de espanto) en Max, con Brian Cox, Edie Falco y Parker Posey, o The Electric State (Estado eléctrico) en Netflix, con Chris Pratt y Millie Bobby Brown.

*Para más información sobre las películas y series comentadas cada semana, visita mi perfil en Letterboxd.