El destructor que cuida monumentos

“Lucha por las cosas que te importan, pero hazlo de una forma que lleve a que otros se te unan”Ruth Bader Ginsburg

En el colmo de la incongruencia, el presidente y el gobierno en turno pretenden convertirse en los grandes protectores del patrimonio cultural de la ciudad, mientras destruyen todo aquello que se les pone a ellos de frente. Cuidar edificios, pero destruir instituciones, derechos y políticas públicas que beneficiaban directamente a millones de mujeres. Se trata del gobierno que recortó el 75% del presupuesto del Instituto Nacional de las Mujeres, el que canceló el programa de subsidios a la Red Nacional de Refugios para las mujeres que viven violencia extrema, el gobierno que redujo en 12% el presupuesto para el programa de salud materna, sexual y reproductiva para 2021, el gobierno que destruyó el sistema de abastecimiento de medicinas y tratamientos del sector salud, y que dejó así a miles de mujeres con distintos tipos de cáncer sin su tratamiento e intervenciones quirúrgicas de vida o muerte, el que canceló el programa de estancias infantiles para madres trabajadoras, que dejó fuera de este apoyo a 1.6 millones de mujeres, y el que ha destruido los avances que se habían logrado en los sistemas de seguridad y justicia, lo que ha provocado un aumento récord en delitos sexuales, violencia familiar y homicidios en los que las víctimas son mujeres.

En 2020 se cometieron 40,293 delitos sexuales, 18.69% más que en 2018, y 47.01% más que en 2017, según cifras oficiales. La gran mayoría de ellos quedarán impunes, porque el sistema de justicia está roto. Es decir, el año pasado se cometieron 18% más delitos sexuales que al inicio de esta administración. Esto debería ser un signo de alarma absoluta, a pesar de que parte de este incremento puede también deberse al encierro provocado por la pandemia. La prioridad número uno del gobierno debería ser la prevención y la investigación de estos delitos, para que ninguno quede impune. El presupuesto y las políticas públicas deberían reencausarse para atender este drama. Y, en lugar de esto, el 8 de marzo de 2021, día internacional de la mujer, el debate que pretendió poner sobre la mesa el presidente giró en torno al cuidado de los edificios de la ciudad, las críticas hacia su gobierno y el sufrimiento del que él es objeto, por la incomprensión de quienes lo critican. En lugar de hablar de cómo se hará justicia a las miles de víctimas de la inseguridad, y cómo buscaría reestablecer los derechos laborales y de salud de las mujeres, el presidente volvió a centrar la discusión en su tema favorito: su persona.

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Estamos a 88 días de la jornada electoral. Según la Lista Nominal del INE (corte 26 de febrero) este año podrán votar 48.2 millones de mujeres (52% de la Lista Nominal). La gran mayoría de ellas se ubican en el rango de edad que va de los 20 a los 45 años, es decir, las mujeres que trabajan, salen a la calle, sufre de violencia en el lugar de trabajo o en el transporte público, tienen hijos que se quedaron sin estancias o son más propensas a ciertos tipos de cáncer. Están muy enojadas, y tienen razón de estarlo. Además de todo lo ya descrito, el presidente, su gobierno y su partido decidieron apoyar a un presunto violador para encabezar la gubernatura de Guerrero, haciendo oídos sordos a las exigencias de millones de mujeres. Así, creo que estamos ante la posibilidad de un vuelco enorme en la integración del poder. Si la mayoría de las mujeres que pueden votar lo hacen con causa y sentido, veremos como se destruye ese monumento falso en el que está sostenido este gobierno: el del culto a una sola persona.