La gran bañera y el Canal de Suez
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

La gran bañera y el Canal de Suez
Foto: EFE/EPA/SUEZ CANAL AUTHORITY

Un buque mercante cargado con 18,300 contenedores encalla en el Canal de Suez, interrumpe el flujo de petróleo desde Medio Oriente hacia el Mediterráneo y el Atlántico Norte, y el precio de este energético registra un aumento casi imperceptible.

En ocho ocasiones anteriores ocurrió algo similar, dos de ellas involucrando conflictos bélicos. La primera fue durante la Crisis del Canal de Suez, desatada por la decisión de Gamal Abdel Nasser, el líder de Egipto, de nacionalizar esta importante vía marítima. Reino Unido y Francia fracasaron en su intento por recuperar el control del Canal mediante una operación militar que contó con el apoyo israelí y la oposición estadounidense. Dos millones de barriles de crudo diarios -10% de la producción mundial total- dejaron de transitar por el Canal durante los cinco meses que duró la crisis, de noviembre de 1956 a marzo de 1957.

La segunda ocasión fue consecuencia de la Guerra de Seis Días entre Israel, Egipto y otros países árabes. Aunque los enfrentamientos bélicos fueron intensamente breves, la destrucción que dejaron y la permanente hostilidad entre Egipto e Israel, agravada por la ocupación israelí de la Península del Sinaí, mantuvo cerrado el Canal al flujo de todas las mercancías por más de ocho largos años, de 1967 a 1975. Nuevamente, dos millones de barriles diarios dejaron de cruzar del Mar Rojo hacia el Mediterráneo.

Llama la atención que tres bloqueos al mismo Canal -el más reciente debido a un accidente de navegación y los dos anteriores como resultado del movimiento de piezas en el ajedrez de la geopolítica- apenas se hayan registrado como un punto luminoso y efímero en el radar de los precios. De hecho, los precios en los tres casos terminaron por debajo de donde empezaron.

Otros acontecimientos geopolíticos en Medio Oriente han provocado reacciones bastante más drásticas. La turbulenta década de los 70s trajo el embargo petrolero de 1973, la Revolución Islámica de Irán en 1979 y el inicio de la Guerra Irán-Irak en 1980. El precio promedio del barril subió de cerca de 20 a 60 dólares de hoy como resultado del embargo; después escaló hasta 125 dólares por el efecto conjunto de la Revolución y la Guerra. Diez años después, la invasión de Irak a Kuwait, en 1990, disparó temporalmente el precio sobre el nivel que tenía al comienzo de las hostilidades, de 33 a 70 dólares por barril.

¿Por qué el bloqueo en el Canal de Suez, aún causado por conflictos bélicos, ha sido menos severo para el mercado petrolero que los otros incidentes geopolíticos?

Una evidente diferencia es que mientras las crisis de los 70s y 90s pusieron en riesgo una parte de la producción de crudo mundial, las de Suez pusieron en riesgo su tránsito. La elevada la incertidumbre sobre el curso de la producción en 1979 o 1990 fue percibida por los actores del mercado petrolero de la época como un potencial aumento en la escasez. Era complicado elucidar hasta dónde Irán, Irak o Kuwait mantendrían su plataforma de oferta, en qué magnitud y por cuánto tiempo. La conclusión pronta fue suponer que la oferta de esa región sería menor y por lo tanto subió el precio.

Por otro lado, aún si la capacidad de producción de estos países permaneciera intacta, no es lo mismo un bloqueo en el estrecho de Hormuz, la única salida de un tercio de la producción mundial desde el Golfo Pérsico a los mercados internacionales, que el bloqueo a una ruta muy importante pero con alternativas como lo es el Canal de Suez. Suez es opción; Hormuz es destino.

Como lo ha documentado la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el peso de Suez en el mercado mundial es hoy menor al de hace cuatro décadas, debido a tres factores: la disponibilidad de ductos que pueden llevar crudo desde Medio Oriente a Europa, el tamaño de los nuevos buques que transportan crudo intercontinentalmente -tan grande que no pueden cruzar por canales como el de Suez, Panamá o el estrecho de Malaca-, y la oferta mayor de crudo proveniente de Estados Unidos, Canadá y Brasil, que atienden cada vez más el mercado europeo y asiático. Hoy cruza menos crudo por el Canal de Suez y lo hace de este a oeste, contrario a su patrón histórico. Habría que añadir que el balance actual entre oferta y demanda y el nivel de inventarios es muy favorable.

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Otra manera de ver la circunstancia es imaginar al mercado petrolero internacional como una gran bañera alimentada por múltiples llaves que sirven también a múltiples tomas. Las llaves representan la oferta de crudo; las tomas, la demanda. Si por alguna razón una llave se tapa o cierra, manteniendo las tomas absorbiendo crudo al mismo ritmo, el nivel del líquido en la bañera bajará y esta nueva escasez se traducirá en un aumento en el precio del crudo.

Pero la disponibilidad del crudo puede aumentar si se abre más una de las llaves -por ejemplo, donde hay capacidad excedente de producción-, o se agregan llaves– abriendo nuevas áreas productivas. Hoy el mercado tiene más llaves en Norteamérica y el tamaño y cantidad de las tomas en Asia ha crecido.

El efecto bañera implica que el mercado de crudo está integrado mundialmente. Lo sabemos porque los precios en una región son los mismo que en otra, ajustados por los costos de transporte y calidad. Además, se mueven en sincronía: cuando aumenta la variedad cotizada en Europa lo hacen también las variedades cotizadas en Medio Oriente, Asia o Norteamérica.

Esta es una diferencia crucial entre el comercio del crudo y del gas natural. Todavía no tenemos un mercado de gas natural mundial, sino mercados regionales, cada uno con su propio precio, porque la mayor parte del comercio ocurre a través de ductos especializados al servicio de un área geográfica. Aunque el comercio marítimo e intercontinental de gas natural licuado representa una proporción creciente de los mercados regionales, está lejos de alcanzar las dimensiones para parecer una gran bañera. Es en realidad un mercado muy rígido, como si el petróleo pudiera salir exclusivamente a través de estrechos como el de Hormuz.

A pesar de accidentes y ataques a instalaciones petroleras, el mercado ha mostrado una capacidad insospechada para compensar por pérdidas de oferta, sean de producción o de tránsito. Las inversiones que han diversificado el origen geográfico del petróleo, creado inventarios estratégicos, estructurado mercados de futuros y establecido redundancias en los sistemas críticos han permitido una respuesta ágil a disrupciones. Un andamiaje internacional, institucional y militar aporta además el marco para asegurar el flujo internacional de crudo.  La gran bañera está en buen estado.

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