¿Qué tipo de cyborg queremos ser?
Futuros alternos

Es escritor, periodista, locutor, productor de radio y gestor cultural. Sus textos han aparecido en catálogos como Crafting our Digital Futures (Victoria & Albert Museum) y Do Flex Text (Buró Buró).

Ha escrito para Vogue, RollingStone, Revista 192, Esquire, Código, El Universal, entre otros, y colaborado en Imagen Radio, Ibero 909, Reactor, Milenio Televisión, Bullterrier FM y Aire Libre FM.

X: @mangelangeles

¿Qué tipo de cyborg queremos ser?
Foto: Agê Barros/Unsplash.com

Casi todas las personas que usamos un smartphone lo hemos vivido o conocemos a alguien a quien le ha pasado. El peligro es latente y las consecuencias por supuesto, varían de magnitud dependiendo de la manera en que nos relacionamos con éste. Es una prueba clara de que somos más cyborgs de lo que creemos y tal vez menos humanos de lo que deberíamos.

Esta historia comienza así: sábado, de regreso a casa de terminar asuntos personales decido terminar esta columna antes de enviarla. Me decido a comer y tomar algo en una de esas necesarias mesas al aire libre tan presentes ahora.

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[ escenario: mesa, teléfono, notepad abierto ]

Termino el texto. Hay tiempo: leeré más: estoy entrado en El Capitaloceno de Francisco Serratos (Festina, 2020)  y sigo con Cuando las Mujeres Fueron Pájaros, de Terry Tempest Willams (Ediciones Antílope). ¿Qué tanto nos conviene comenzar a cuestionarnos qué tipo de cyborg queremos ser? He comprado algo de Ambrose Bierce. Todo bien, ¿qué puede pasar?

Se descarga la batería, un iPhone SE, sobreviviente ya de varios números y de la llamada obsolescencia programada (y que ya hemos hablado aquí). Algo con que lidiar todo el tiempo si estás decidido a cambiarlo hasta que haya más oportunidad. Pido ayuda y con amabilidad lo llevan a recargar. Un rato después, tal vez una hora, me lo regresa la mesera. Lo dejo en la mesa. Ni siquiera le pongo atención. Hay tiempo.

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[ celular cae al piso ]

Pasan en un microsegundo frente a mis ojos la cantidad de cosas que están guardadas en ese gadget: fotos, notas, muchas notas. Teléfonos y contactos que no están respaldados. Pendientes: los mensajes no contestados en Twitter, los mails no revisados. WHATSAPP.

[ escenario interior: el corazón comienza a latir más fuerte, leve sudoración en las manos ]

La mesera que antes lo trajo nota mi inmovilidad y se adelanta a levantarlo: todo lo veo en cámara lenta. Más lenta. Ya ha pasado muchas veces antes: ha caído y aquí sigue. La mano de la mesera lo gira con la intención de hacer lo mismo que yo. “Sí se rompió la pantalla, joven”*.

*el uso del adjetivo “joven” puede obedecer a un ejercicio de dramatización y no representa necesariamente la opinión que del autor tiene este medio o la misma mesera

Tomo el teléfono y me le quedo viendo por unos segundos más. Ya me ha pasado con otros teléfonos que he seguido usando por algún tiempo más antes de cambiarlos porque ya es mejor opción que comprar otro. Y han funcionado. Intento acceder. No funciona. Uno de los números de mi contraseña no funciona. Lo apago. Reinicio. Intento de nuevo. Lo apago otra vez. Repito. No funciona.

[ pequeño ataque de pánico ]

El drama posterior incluyó la búsqueda ese mismo día con ayuda de los meseros y sus teléfonos. Intentos no exitosos en un local cercano. Demora. Difícil el domingo -aquí por complicaciones personales que volvieron todo más tenso aún-, retrasos en el programa que conduzco y produzco con Ilana Sod en Aire Libre 105.3 FM todos los días en emisión del lunes. Tener que contactar gente por Twitter o Instagram. Buscar y buscar. Finalmente el lunes por la tarde quedó arreglado. Cierto es que ya con una computadora las cosas se fueron solucionando, una computadora que tuve que comprar luego de que alguna vez me robaran una. La misma emergencia unos años después.

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Foto: Kalhh/Pixabay.com

Dice Donna Haraway en Manifesto Cyborg (A Cyborg Manifesto) que “Todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo; en resumen, somos cyborgs. Una experiencia así no deja de -en una muy simple y reduccionista forma- recordarme eso. Y de ahí, sobre todo en tiempos como los que vivimos, devienen varios cuestionamientos. Más allá de los catastrofismos que hablan de adicciones o evasiones totales de lo que se entiende como vida humana o dependencias problemáticas, y también, del peligroso exceso de fe en que sea la tecnología la que nos lleve a Marte o resuelva todo aquí para tener allá solo una sucursal. ¿Qué tanto estamos perdiendo cuando dejamos de recordar algo tan básico como un número de teléfono?, por ejemplo. Y de ahí, a todas las que durante esta pandemia hemos ido generando.

En un planeta en emergencia climática sin vacuna aún para los totalitarismos políticos y nuestras adicciones y consumos propios del capitalismo: ¿qué tanto nos conviene comenzar a cuestionarnos qué tipo de cyborg queremos ser?

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Nota: es sábado y me llega un mensaje: “Hola, Mike: ¿vive tu cel?” Contesto que sí, pero luego dudo.

¿Vive mi cel?

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