En defensa del chapulín
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

En defensa del chapulín
Foto: YouTube/Gobierno de México

Quizás pocos temas llaman tanto la atención del Congreso como las personas legisladoras que se salen de sus partidos para integrarse a otros o hacerse “independientes”. Para muchos, es una violación al principio de la representación y una falta de respeto a sus electores, quienes presuntamente votaron por una plataforma. Sin embargo, otros vemos un acto de pragmatismo. Y seamos honestos: ¿no creen que es cinismo hablar de plataformas si en 2018 las masas votaron por lo que fuese que no sea la “mafia del poder” y en 2021 otros se volcaron por lo que fuese que no sea Morena?

Definiremos al “chapulinismo” como del acto de salirse de un partido durante la legislatura. Una persona política que cambia de partido hace una apuesta: sabiendo que no tiene futuro donde pertenece, juega su capital político y su credibilidad para seguir con su carrera. Muchos políticos que festejemos o no lo han hecho con éxito, desde Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard o el propio Andrés Manuel López Obrador.

En este entendido, el salto es exitoso si es capaz de transmitir un mensaje de cambio creíble. Por ejemplo, decir que sus valores ya dejaron de coincidir con los del partido. Sin embargo, esto es algo más complicado de lo que puede parecer: si no hay una narrativa que respalde el acto, el brinco terminará siendo al vacío. De hecho, por cada caso exitoso hay decenas de fallidos.

Démosle la vuelta al argumento: ¿qué pasaría si se prohibiera cualquier tipo de “chapulineo”? Le daríamos demasiada fuerza a partidos verticales y monolíticos, cuando lo que urge es obligarlos a hacerse más horizontales, flexibles y atentos a sus respectivas bases. Tengan cuidado con lo que deseen.

Ahora bien, ¿por qué pusimos tanta atención a los “chapulineos” en la legislatura pasada? Porque esos brincos se usaron con fines tácticos: modificar la correlación de fuerzas entre las bancadas, de tal forma que primero Morena tuviese 251 diputadas y diputados para controlar la Junta de Coordinación Política, y luego tratar que el PT pudiese, infructuosamente, ser la tercera fuerza política a costa del PRI y ocupar la presidencia de la Mesa Directiva.

Hemos visto repetidas veces “chapulineos” en los últimos años. Por ejemplo, en agosto de 2017, el PRI le “prestó” varios diputados al PVEM para que Morena no ocupase una vicepresidencia de la Mesa Directiva, regresando a la bancada tricolor cuando hubo un acuerdo con el naciente partido. Es decir, no hablamos aquí de la decisión individual de los legisladores, sino de táctica para repartir espacios al interior del Congreso.

¿Qué sería conveniente? Prohibir los brincos sería fortalecer de más a los partidos. Además, creo que este tipo de movimientos mueven los equilibrios y hacen que haya cambios, sean los brincos exitosos o no. En lo personal, apostaría por las reglas del juego: elevar el umbral de representación a 5% ayudaría a que desaparezcan partidos que solo apuestan por sobrevivir a través de alianzas. 

Por lo pronto, piensen más en lo que hacen sus representantes como personas, que creer en partidos que quizás están en su última etapa de vida útil si no se reconfiguran a la de ya.

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