De víctima a responsable
Regresando al amor

Psicoterapeuta familiar sistémica, escritora, meditadora y activista por la equidad de genero. Su práctica está encaminada al reconocimiento de la herida emocional infantil para el desarrollo integral del adulto consciente. Instagram @rominalcantar

De víctima a responsable
Ilustración: Blauthbianca/Pixabay

Es importante reconocer que como individuos conscientes buscamos reconocer que siempre que entablamos una nueva relación –bien sea amorosa, de amistad, de trabajo o cualquiera que sea– nos estamos relacionando con nosotros mismos. Si cada vez que conocemos a alguien estamos presentes y conscientes, podremos observar que las características que nos atraen o nos disgustan de cada individuo son un reflejo de aspectos ocultos de nuestra personalidad. 

El relacionarnos con los otros desde este lugar nos ayuda a dejar el victimismo y a desarrollar una responsabilidad de nuestra vida. No solo con las personas, pero todas las situaciones de nuestra vida son una oportunidad de aprendizaje, de reconocernos como aprendices y creadores de nuestra realidad, tenemos miles de posibilidades para vivir y podemos escoger donde poner nuestras atención.

Cuando jugamos el papel de víctima nos enamoramos de lo que nos hace falta o de lo que quisiéramos tener. Idealizamos nuestras relaciones cuando establecemos vínculos inconscientes con otros. Buscamos lo que carecemos o nos apegamos al miedo de perder. Y cuando pasa el tiempo, y el impulso inicial e irracional se agota, y nos encontramos de frente con una pared llena de decepciones nos desmoronamos y caemos en el ciclo de la víctima. 

¿Quién es la víctima?

Ser una víctima significa que alguien o algo de nuestro ambiente externo nos controla, que creemos que no tenemos poder para cambiar nuestra reacción a esas circunstancias impredecibles que nos suceden.

La víctima es la persona que no asume su papel como partícipe activo de lo que le esta sucediendo. La responsabilidad de lo que la “hace sufrir”, dé “la pena” que está viviendo es completamente ajena a él/ella. 

Sus conversaciones se convierten en un viaje al pasado. Todo lo que la rodea es parte de la queja que siente por lo desafortunada que es y por lo injusta qué es la vida, otras personas o las situaciones que experimenta. Su discurso es circular y se enfoca en lo que paso y lo que pudo haber pasado si hubiera habido justicia, o la situación fuera diferente.

La víctima se siente rechazada, resentida y no es capaz de perdonar. El perdón que no puede otorgar, por supuesto, viene desde una posición egocéntrica e inconsciente, pues se ve a sí misma como el efecto de lo que le pasa y no como la causa, como la responsable de su vida. Entender que el perdón no se otorga al otro o a la circunstancia si no es una liberación emocional propia que nos ayuda a avanzar, nos puede cambiar la perspectiva.

¿Por qué es tan fácil posicionarnos como víctima y por qué ocurre?

Esto sucede porque nuestro cerebro y nuestro cuerpo están neurológicamente, químicamente y emocionalmente atados y condicionados al pasado. Cada pensamiento inconsciente tiene una referencia en el pasado y nos produce una emoción que produce algún químico que hace que fisicamente nuestro cuerpo sienta. Y eso nos hace volvernos adictos a esas emociones que no podemos sacar y generamos de forma inconsciente. La clave sería generar pensamientos y emociones conscientes que nos lleven a estar en el presente y no el pasado.

En este circulo vicioso de autosaboteo y falta de responsabilidad de nuestra propia vida, la víctima pasa primero por una etapa de negación, donde no es capaz de reconocer que hay algo que le afecta. De ahí muchos recurrimos a simplemente no actuar. En la inconsciencia es mejor repetirnos a nosotros mismos y a los demás que a nosotros no nos corresponde trabajar para solucionar la situación que nos aqueja. ¿Y entonces qué hacemos? ¡Apuntamos el dedo al otro! A quien según nosotros es el culpable de lo que nos sucede. Es muy común escuchar algo como “la falta de ventas no es mía, es culpa del gerente” o “yo hice todo perfectamente y aun así él me maltrató y afectó mi vida”.

La víctima utiliza la confusión para explicar su incapacidad de aceptar su papel en su propia vida. Es más fácil decir que no entendemos porque nos pasa lo que nos pasa, a aceptar que simplemente no queremos asumir nuestro rol protagónico en nuestro desarrollo y progreso. Es más fácil para la víctima justificarse o cubrirse para que la culpa no recaiga en ella. Y, por último, es mejor dejar que “el destino se apiade” de ellas y todo lo que le pasa se solucione sin ningún esfuerzo. 

En ocasiones nos encontramos con víctimas en nuestro camino y escuchamos sus quejas, su dolor y reafirmamos y muchas veces revictimizamos sin saber que lo hacemos. Podemos encontrarnos con ese familiar o amigx que nos cuenta por horas lo mal que esta todo en su vida, cuando salimos de esa conversación pensamos “pobrecita”, “qué situación tan mala”, “qué mal que lo trataron” y generamos de nuevo junto con la víctima más pensamientos que generan emociones de carencia hacia esa persona, lo que resulta más difícil verla como una persona responsable con capacidad de resiliencia. Al reconocer que cada pensamiento genera emociones (energía en movimiento), le estamos dando más atención a esa víctima, pero de emociones de incapacidad y carencia, no de libertad. Y es cuando más difícil le parece salir de ese lugar, pues la víctima se alimenta de la atención que recibe de su situación.

¿Cómo dejar de ser víctima?

Ahora bien, dentro de las opciones que tenemos también existe ser conscientes y racionalmente enfrentar nuestra vida con responsabilidad.

Podemos dejar de ser efecto y conscientemente reconocer que nosotros somos la causa de todo lo que nos pasa. Reconocer que en nuestras relaciones nos buscamos a nosotros mismos y que, de esa manera, nuestro inconsciente se fija en personas que tienen un exceso de lo que a nosotros nos falta o simplemente no tienen algo que a nosotros nos sobra. Que de cualquier manera somos nosotros los que buscamos lo que necesitamos para crecer y desarrollarnos en el camino el amor consciente y adulto. 

En este proceso de asumir nuestra RESPONSABILIDAD CONSCIENTE debemos ser capaces de reconocer lo que nos pasa. Debemos tener la madurez de decir qué podemos hacer y qué no. Qué tenemos y qué nos hace falta. De ahí, es importante que nos adueñemos de nuestra vida y que la asumamos estando presentes en ella, como protagonistas y no como espectadores.

Para ello debemos crear un estado interno consciente donde generemos esas emociones y pensamientos que nos lleven a esa liberación emocional.

Opciones para salir del estado de víctima

-Generar pensamientos y emociones por medio de meditación o atención plena.

-Reconocer a personas que experimentaron situaciones similares a la tuya y que consideras salieron de la situación de forma exitosa.

-Crear experiencias nuevas para generar emociones diferentes.

-Acudir con un profesional y pedir ayuda.

-Realizar acciones conscientes que te ayuden a hablar y buscar soluciones y no quejas.

Y finalmente es fundamental que como protagonistas tomemos las riendas de nuestra vida y afrontemos nuestros retos directamente. Que simplemente hagamos lo que tengamos que hacer para ser adultos conscientes, presentes y RESPONSABLES. 

Nota importante: En este artículo no estoy hablando de víctimas de trata, violación, falta de equidad, cualquier tipo de violencia. A ellos los considero sobrevivientes de situaciones sumamente injustas que también con el apoyo de todxs tienen la capacidad y el derecho de salir de esas situaciones y reconstruir su vida.

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