Populismo y órganos legislativos
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

Populismo y órganos legislativos
Foto: Cámara de Diputados.

Es común que los significados para algún término político cambien de país en país. Por ejemplo, ‘to table‘, o ‘poner en la mesa’, significa en el Congreso de Estados Unidos que un asunto se congelará. En cambio, en el Parlamento de Reino Unido se entiende que un asunto procederá.

Incluso palabras como ‘populismo‘ se entienden de manera distinta. Hace unos años, durante una reunión que sostuvieron los entonces presidentes Enrique Peña Nieto y Barack Obama, el primero usó ese término de manera peyorativa, mientras que el segundo se declaró populista. La razón: a finales del siglo XIX y principios del XX, los llamados populistas estadounidenses eran un movimiento político de ruptura con los partidos políticos, obligándolos a insertar, entre otros cambios, mecanismos de democracia directa como plebiscito, referéndum y revocación de mandato.

Ya que abordamos el término ‘populismo’, no es lo mismo la ‘contención’ en otros países, que el esfuerzo más bien testimonial que la oposición hace con el oficialismo. Para entender mejor el contexto, veamos qué ha sucedido con el populismo y los órganos legislativos en otros países.

Se definirá aquí al populismo como una estrategia política a través de la cual un líder personalista busca conquistar o ejerce el poder público basado sobre el apoyo directo y no distinguible de una gran cantidad de seguidores no organizados. Es decir, se cambia la atención de lo que se dice a lo que hace. Bajo esta premisa, el pueblo es un agregado amplio y amorfo; correspondiéndole a un líder extraordinario el organizarlo y dirigirlo para cumplir las metas que aquel reconoce como “la voluntad popular”. Así, el líder teje un vínculo unificador con la masa y en una relación que se presenta como directa. La falta de organización del llamado pueblo se compensa por una comunicación y una movilización intensas y polarizante, cuyo objetivo es crear enemigos a quienes vencer a través de hitos “heroicos”. El objetivo: tener una base de apoyo electoral, que le permita al régimen populista mantenerse en el poder. Al asumir lo anterior, se puede entender que haya populismos a lo largo del espectro político.

Por más que mucha gente se rasgue las vestimentas en desplantes de buenismo, los regímenes populistas llegan al poder gracias a las propias deficiencias de las democracias, especialmente cuando entran en una fase de desgaste. Por ejemplo, se torna fácil articular movimientos “antiélite” ante las fallas del sistema de partidos como la exclusión política, la cartelización organizacional, el bajo desempeño y la convergencia programática ante institutos “cacha votos”.

Aunque en todas las sociedades siempre hay un público que cree en las posturas populistas, su auge suele despertar la preocupación de los partidos políticos establecidos. Por otra parte, el populismo no tiene problema con la representación, siempre y cuando haya un conjunto de representantes percibidos como correctos que representen al pueblo que consideran correcto para hacer un juicio correcto y, en consecuencia, hagan lo que llaman correcto. Así, además de determinar quién pertenece al pueblo, estos líderes necesitan definir el contenido de lo que el pueblo en verdad quiere: para ellos hay un solo bien común sobre el que el pueblo puede discernir y procurárselo, y que el político o su estructura de gobierno puede instrumentarlo como política inequívoca.

Si hay una representación “correcta”, entonces el ataque a los órganos legislativos en una democracia liberal se enfoca a su inautenticidad. De esa forma, los populistas retoman las críticas de Carl Schmitt al parlamentarismo, como la desautorización de los partidos como mera “clase discutidora”, fragmentada, ajena a los verdaderos intereses del pueblo e incapaz de adoptar las decisiones que requiere el interés público. Para superar ese obstáculo y permitir que la voluntad del líder permita proveer las soluciones necesarias, estos gobiernos recurren constantemente a soluciones plebiscitarias, sean consultas, referéndum o revocación del mandato a autoridades incómodas.

La próxima semana veremos qué hace el populismo en un órgano legislativo, sea primero como oposición y posteriormente ya en el poder, a partir de la experiencia comparada.

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