De la bofetada a la hecatombe nuclear
Breve, pero a fondo

Periodista por convicción y formación. Con una trayectoria de 30 años, desarrolló su carrera en distintos medios, entre estos, Worldwide Television News, United Press International y Notimex. Fue corresponsal en Centroamérica, Colombia y EU. Ha realizado coberturas en México y el mundo. Colaboró por 20 años en El Universal. Coautor del libro Haití, Isla Pánico. Twitter: @jlruiz10 

De la bofetada a la hecatombe nuclear
La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas pidió formalmente disculpas a Chris Rock, los nominados y el público por el incidente con Will Smith. Foto: ABC / Captura de video

Cuando Will Smith abofeteó a Chris Rock sobre el escenario y ante una audiencia que, sin duda, era de millones de espectadores en todo el mundo, se puso en evidencia que la violencia ya es una pandemia de la que ni Hollywood escapa.

Esto resulta aún más dramático si se considera que el episodio se dio en la meca del entretenimiento de donde emanan, se supone, valores, imaginación, creatividad, talento y, sobre todo, un universo de historias y fantasías, en el cual nos refugiamos a menudo para escapar de la violencia del mundo real.

A la vista de los hechos, esto confirma que la realidad ya supera en mucho a la ficción, y es que la cachetada en pleno rostro de Mr. Rock no solo representa la escena de alguna película, sino que se trata de un ejemplo puro y llano de lo que vivimos a diario.

El episodio causó estupor, nos impactó a todos, no tanto por la reacción inesperada de un actor que debería estar acostumbrado a convivir en un entorno difícil, frívolo, vulnerable y hostil en muchos sentidos, sino porque fue una muestra de que todos estamos a nada, a un tris, de que nos opriman el botón que nos haga estallar de enojo y hasta de cólera producto de la frustración.

En el mundo del “espectáculo”, la intimidad y la vida privada quedan por así decirlo en segundo plano e, incluso, los miembros de la farándula se encargan de revelar sus estilos de vida y hasta sus secretos más íntimos a través de las redes sociales.

¿Cuál es entonces la frustración? En este caso, solo el actor la sabe, como todo mundo conoce sus propios problemas, sus issues, como dirían los estadounidenses, y que son factores que en un tiempo y circunstancias determinadas afloran en distintas formas, la más clara es con explosiones de ira.

Según Sigmund Freud, la agresividad es una pulsión espontánea innata en el ser humano que se detona cuando hay un factor desencadenante. Es evidente que existe algo dentro de nosotros que con activarse da rienda suelta a expresiones violentas.

Es importante ser consciente de esto, porque hasta una broma puede interpretarse de muchas formas, para algunos como un motivo de gracia, pero para otros como una ofensa directa y calculada que amerita una reacción inmediata.

Las reacciones pueden ser tantas como seres humanos hay en el mundo, pero que tal si un personaje con poder amanece malhumorado y a la mínima provocación se siente con el derecho de abofetear a un pueblo o incluso a invadir otro país, entonces la cosa podría ser distinta. En un momento de ira podría sentirse tentado a oprimir ese famoso botón rojo que provoque una hecatombe mundial.

Se han escrito cualquier cantidad de textos sobre el incidente y francamente las opiniones están divididas. Muchos le dan la razón al Príncipe del Rap, pero otros al comediante y conductor en la 94 entrega de los Óscar.

Una de estas opiniones que generó revuelo fue la del archifamoso exbasquetbolista Kareem Abdul-Jabbar, quien más menos aseguró que el acto de Smith causó mucho daño no solo en lo físico a Rock, sino que privilegió la violencia, perpetuó los estereotipos sobre la comunidad negra y disminuyó el carácter real de las mujeres, sin contar el insulto a la industria del entretenimiento.

En México, también se han dado casos bochornosos de violencia ante las cámaras. Muchos los han tomado a la ligera, incluso divertidos, pero otros con las reservas del caso, ya que por sí mismos develan los signos de nuestros tiempos, donde la confrontación y el encono pululan por doquier y en todos los contextos.

Ya hemos visto, por ejemplo, a Alfredo Adame liándose a golpes en incidentes de tránsito o con otros actores, a Eduardo Yáñez cacheteando con un rencor visible a un reportero por preguntarle sobre su hijo, y a Sergio Mayer perder los estribos con un periodista que le cuestionaba sobre sus presuntos nexos con el crimen organizado.

Por eso, lo que se vivió el pasado domingo en la entrega de los Oscar no debe pasarse por alto, porque cada vez vemos que la violencia estalla en todos los ámbitos, desde un caso en el mundo del espectáculo hasta uno de mayor envergadura, como es la invasión de Rusia a Ucrania y que ha causado ya miles de muertos y un éxodo de millones de personas.

Normalizar la violencia, como lamentablemente se está haciendo en México, no es nada bueno, por eso, de alguna forma, que Chris Rock no haya respondido al bofetón marcó una diferencia. Afortunadamente al final logró abstenerse de responder, haciendo valer aquel principio que dice que en alguien debe caber la prudencia y la cordura.

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