El Sistema Nacional de Cuidados: tres puntos clave para que funcione
Un cuarto público

Abogada y escritora de clóset. Dedica su vida a temas de género y feminismos. Fundadora de Gender Issues, organización dedicada a políticas públicas para la igualdad. Cuenta con un doctorado en Política Pública y una estancia postdoctoral en la Universidad de Edimburgo. Coordinó el Programa de Género de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey durante tres años y es profesora en temas de género. Actualmente es Directora de Género e Inclusión Social del proyecto SURGES en The Palladium Group.

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El Sistema Nacional de Cuidados: tres puntos clave para que funcione
Foto: Yaroslav Shuraev/ Pexels

Contar con sistemas nacionales de cuidado es quizá el tema que más consensos ha generado en la región. El posicionamiento del tema ha logrado transitar de las demandas feministas hacía el diseño de políticas públicas relacionadas con la economía de los cuidados.

En el caso de México, el tema ha logrado colocarse como una prioridad para la igualdad de género; sin embargo, la iniciativa para echar a andar el Sistema Nacional de Cuidados (SNC) sigue esperando.

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¿Por qué sigue esperando? El argumento principal es que simplemente no hay presupuesto. Y esto es cierto, especialistas han explicado con números y argumentos sólidos lo reducido que es el espacio fiscal para implementar una política pública de esta magnitud. Nadie pone en duda que tenemos un problema con las finanzas públicas, más en un país en el que más de la mitad de la población ocupada, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), se encuentra en alguna ocupación informal (54.9%). Simplemente no hay dinero que alcance para todas las prioridades de agenda pública.

Evidentemente, la solución no es olvidarnos del asunto. Algunas personas creemos que se puede empezar por la reasignación presupuestal; expertxs en temas fiscales proponen la creación de impuestos para financiarlo y otros modelos más complejos. Propuestas hay muchas, voluntad política y feminismo de Estado no tanto.

¿Por qué no se ha querido asumir el costo del SNC o de la ampliación de las licencias de paternidad, por ejemplo? ¿Por qué el costo que están asumiendo las mujeres sí se sigue asumiendo? De acuerdo con Inegi, en el año 2020, el valor económico de las labores domésticas y de cuidados representó un monto de 6.4 billones de pesos, el 27.6% del PIB. Con esa cifra, las mujeres aportaron 2.7 veces más valor económico que los hombres por actividades no remuneradas. El Estado le han transferido la responsabilidad de cuidado especialmente a las mujeres, permitiendo que perdure este “arreglo” o dinámica social.

Pero imaginemos por un momento que se asigna presupuesto suficiente para echar a andar el SNC. Aun cuando así fuera, estaríamos lejos de solucionar el tema de los cuidados, la división del trabajo y la inserción laboral de las mujeres al mercado formal, por lo menos a corto plazo. Para que el SNC funcione, tres puntos me parecen fundamentales:

  1. Experiencias internacionales han demostrado que casi siempre se acaba feminizando el cuidado, remunerado o no. Tenemos que vigilar que la implementación del SNC no reproduzca estos roles, ni las condiciones de vulnerabilidad de las mujeres que asumirán el trabajo. Establecer tarifas justas deberá de ser una prioridad, además de generar acciones que inserten a los hombres en actividades de cuidado.
  2. El planteamiento de transferencia económicas a las mujeres con trabajo no remunerado en casa puede representar, más allá de un reconocimiento, un retroceso y un reforzamiento de su rol como persona cuidadora. Tal y como señala México ¿Cómo vamos?, “se ha demostrado que este tipo de transferencias económicas pueden tener resultados negativos significativos en la participación laboral, ya que no logran que las mujeres liberen horas de su tiempo para integrarse al mercado laboral o para contar con más horas de ocio o descanso”.
  3. El Sistema Nacional de Cuidados por sí mismo no resolverá todas las necesidades que existen, ni de todas las personas que tienen el derecho de ser cuidadas; ni de las personas cuidadoras. El país, sus instituciones y el espacio fiscal no tienen la capacidad para resolverlo y no podrán en un mediano plazo sin una reforma fiscal y una arquitectura para los cuidados fortalecida. En este caso, la iniciativa privada y las prácticas colectivas son fundamentales. Transitar a que los cuidados sean colectivos llevará numerosos acuerdos y tiempo.
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Como vemos, el SNC por sí mismo no nos resolverá todo inmediatamente. Iniciar su diseño e implementación es una prioridad, pero debemos hacerlo bien, con los elementos suficientes para que, como muchas otras políticas públicas implementadas en México, no se convierta en un sistema que reproduzca todo aquello para lo que fue creado y que, a la larga, no sea un programa más sin el alcance y la fuerza suficiente para deconstruir las dinámicas actuales de desigualdad de género.

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