Cáncer en México: urge poner a los pacientes primero
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Cáncer en México: urge poner a los pacientes primero
Foto: IMSS

El pasado sábado se conmemoró, como todos los años, el Día Mundial contra el Cáncer. Muchas cosas se han escrito y publicado en medios y redes sociales de todo el planeta por parte de organizaciones civiles, médicas, grupos de pacientes y gobiernos.

Se conoce genéricamente como cáncer al grupo de tumores malignos, ya sean sólidos o sanguíneos, y que juntos representan la tercera causa de muerte en México, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

En los últimos tres años he tenido la oportunidad de entrevistar a más de un centenar de oncólogos y hemato-oncólogos del sector público sobre diferentes aspectos de la atención a los pacientes con cáncer en nuestro país, el común denominador es que, más allá del desabasto de medicamentos, la cosa no se ve bien. 

Los esfuerzos por detectar de forma temprana algunos tipos de cáncer, sobre todos los que afectan a las mujeres, se han venido abajo y, desde 2018, ya no escuchamos invitaciones a campañas de detección masiva para cáncer cervicouterino o de mama. Por otro lado, los cánceres más comunes en los hombres –el de próstata y testículo– son prácticamente invisibles al momento de asignarles un presupuesto.

El sistema de salud en México, uno de los más complejos del mundo, es además impresionantemente injusto y desigual, la diferencia de tiempo para ser atendido entre la medicina pública y la privada es enorme. Un paciente con cáncer que es detectado en el sistema privado puede comenzar a recibir tratamiento avanzado tan pronto como a tres meses de su diagnóstico. Mientras tanto, en las instituciones del sector salud, los pacientes esperan de ocho a 14 meses para lograr iniciar un tratamiento oncológico, cuando esto es posible.

Al momento de comenzar su terapia, la realidad del desabasto se hace patente con la ausencia de medicamentos “básicos” de inicio, como la lenalidomida, piedra angular de muchos protocolos de quimioterapia y que debe de ser cambiada en muchas unidades de salud por talidolmida, sustancialmente inferior en su eficacia.

Por su parte, medicamentos avanzados como daratumumab o ixazomib, no obstante estar incluidos en el Compendio Nacional de Insumos para la Salud, en muchas ocasiones no son siquiera solicitados por las instituciones por razones presupuestales. Aún en las instituciones, los pacientes con cáncer se enfrentan a inequidad. Los pacientes de las Fuerzas Armadas normalmente no tienen problemas de acceso. El Ejército y la Marina pueden adquirir con su propio dinero los medicamentos para pacientes específicos en el momento que lo requieran. En el caso del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la visibilidad política de los últimos 18 meses ha hecho que se procure que productos de última generación se encuentren disponibles en el catálogo de la institución; sin embargo, esto no significa que los pacientes tienen el acceso garantizado, ya que su uso requiere la autorización de intrincados comités y un sistema anteriormente conocido con el peculiar nombre de “Torre de Control”. El Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), que ya era un desastre, ha ido de mal en peor y, desde la desaparición del Seguro Popular, los pacientes con cáncer del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) prácticamente están a su suerte.

Es escandaloso como inclusive en los Institutos Nacionales de Salud faltan medicamentos oncológicos de última generación o bien solamente son adquiridos para protocolos de investigación. En ese caso, un área le “pide prestado” medicamento a la otra o se busca la manera de asignar a los pacientes a protocolos con el fin de lograr que sean tratados.

En la tercera década del siglo XXI, los tratamientos oncológicos deben ser personalizados, dirigidos específicamente a cada paciente y a cada tumor. Para ello, se requieren realizar complicadas y costosas pruebas genéticas que no están disponibles en todas las instituciones. 

¿Y cómo es que simplemente no se hacen las provisiones adecuadas para los pacientes con cáncer existentes en México? Simple, nadie sabe cuántos son.

En México sencillamente se desconoce el número de pacientes con cáncer. De la misma forma se ignoran las necesidades de tratamiento acorde al estadio de la enfermedad de cada uno de ellos.

El Registro Nacional de Pacientes con Cáncer ha sido secuestrado por pugnas políticas y más recientemente por la obsesión de Hugo López-Gatell de que las áreas a su cargo sean las únicas que puedan manejar la información en salud. A la fecha, el registro no ha arrancado y los datos sobre quiénes son, qué edad tienen, tipos de tumor, estadio, plan de tratamiento y medicamentos a usar simplemente no existen.

Seguramente la parte más triste de todo esto es cómo los oncólogos han tenido que cambiar sus planes de tratamiento. Desde el no poder prescribir terapias avanzadas, ya que hay pacientes que viven a decenas o cientos de kilómetros de la unidad médica y por lo tanto no son elegibles, hasta la peor de las realidades a las que se enfrentan hoy los oncólogos al no saber con certeza si deben iniciar una terapia con medicamentos avanzados, por el riesgo de no garantizar una continuidad pasados unos meses. Por ello, muchos pacientes se están quedando atrapados en la quimioterapia básica, con las limitaciones que esto conlleva.

Se calcula que el cáncer cobró la vida de alrededor de 89 mil pacientes en 2022. Podemos decir que muchos de ellos, si no la mayoría, nunca tuvieron acceso a los recursos más modernos para su diagnóstico temprano o tratamiento oportuno. Recursos materiales, humanos, pero sobre todo presupuesto han sido pensados en función de objetivos políticos e ideológicos y no con base en las necesidades y sufrimiento de quien padece cáncer, sus familiares y cuidadores.

Es tiempo de poner a los pacientes primero.

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