Desconfianza, medios y política
Medios Políticos

Es un periodista especializado en el análisis de medios y elecciones. Tiene posgrado en Derecho y TIC, obtuvo el premio alemán de periodismo Walter Reuter en 2007, fue conductor en IMER y durante 12 años asesor electoral en el IFE e INE, editor, articulista y comentarista invitado en diversos diarios, revistas y espacios informativos. Twitter: @lmcarriedo

Desconfianza, medios y política
Foto: Matt Botsford on Unsplash.

Acorde a la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la confianza en instituciones públicas en ningún caso alcanzaba entonces más de 70%. Y aunque había mucho o algo de respaldo de la mayoría de la población con 15 años o más para la presidencia de la República, el Instituto Nacional Electoral (INE), las universidades públicas o el Ejército, en el caso de los partidos políticos y de ambas cámaras del congreso, instancias que en teoría representan al conjunto plural que habita el país y debieran mantenerse con un razonable respaldo general, no registran más de 23% de confianza en el universo total de población de la que se ocupa el estudio.

El tema no es anecdótico, porque más allá de los matices con los que estos datos pueden leerse, es un error asumir que la democracia y su modelo de representación vigente funcionará para siempre, que basta con que se acrediten votos ciertos periódicamente para que nuestra forma de convivencia política sea siempre aceptada y legítima, se aplique como se aplique, sin posibilidad alguna de un desencanto mayúsculo en cada vez más sectores de la sociedad.

La democracia no se agota en el voto. El malestar con instancias propias de nuestro modelo como partidos y parlamento no es un hecho aislado, pero toca también a otros actores clave, a los propios medios de comunicación que han dejado atrás los tiempos en que la mayor parte de la población les otorgaba confianza. Según el estudio, alcanzaron solo 49% de algo o mucha confianza.

Entre múltiples elementos que tal vez podrían recuperar esa confianza perdida, en este caso para medios, partidos y Congreso, está generar debate público con vocación incluyente y no solo esferas de autoconsumo entre quienes piensan igual o comparten un interés específico de grupo. 

Debería llamar la atención de la clase política y de algunos grandes medios algunos datos de la encuesta para replantear sus formas de empatía y vinculación con la sociedad plural a la que representan o sirven. Uno pasa por detonar autocrítica sobre la recurrente apuesta de la comunicación electoral por borrar a quien piensa distinto de la discusión o apostar por la polarización que se asume redituable en campañas, como si la mayoría compartiera anular de la arena pública lo distinto. 

Polarización que simplifica y mete a la misma bolsa de indeseable cualquier forma de pensar diferente, la que niega la existencia del otro como estrategia de propaganda o decisión “editorial”, no se refleja en lo que opina la mayoría de la población y eso debieran tomarlo en cuenta medios y política.

Son legítimas las diferencias y habrá casos concretos en los que sean irreconciliables, pero erosionar la posibilidad de al menos discutirlas en la esfera pública sin obsesionarse con estigmatizar, desaparecer o enlodar al otro, es algo que quizá no acepten algunos estrategas o cúpulas de partidos, algunas grandes empresas de comunicación pública o privada, pero que  el estudio de Inegi, el más reciente en su tipo, nos dice que 80.1% de la población sí está algo o muy de acuerdo en que alguien diferente aparezca en medios, lo que implica debatir diferencias reconociendo la pluralidad. Mejorar la calidad del debate no resuelve el problema complejo de las desconfianzas, pero tal vez sería un buen inicio para escuchar, contrastar, informar y representar, en una de esas abona para remontar esos números negativos de la encuesta.

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