Covid largo. No estamos preparados
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Covid largo. No estamos preparados
Foto: Alexa Herrera / La-Lista

Desde hace poco más de dos años, no ha pasado un mes sin que algún amigo o familiar me comente, generalmente de forma casual, la preocupación que tienen por no sentirse bien anímicamente. Tanto hombres como mujeres me describen una variedad de síntomas que van desde problemas para dormir o frecuentes dolores de cabeza hasta claras manifestaciones de depresión o ansiedad generalizada. Lo que más le preocupa a la mayoría es una clara disminución de la memoria y la pérdida de la capacidad de concentración ahora conocida como “niebla mental”.

¿Qué tienen en común todos ellos? Que todos padecieron covid. Desde quienes estuvieron muy graves hasta aquellos que vivieron los síntomas de una pertinaz y molesta gripa. Gente que se enfermó antes de que la vacuna estuviera disponible o ya protegidos con una o dos dosis del biológico, pero todos se enfermaron de covid. De inmediato surge el diagnóstico más probable: covid largo.

La OMS define al covid largo como “la continuación o el desarrollo de nuevos síntomas, 3 meses tras la infección inicial por SARS-CoV-2, con una duración de al menos 2 meses sin otra explicación”. Hasta el momento, se han identificado más de 200 síntomas del covid largo, pero, sin duda, los más notables son los síntomas neurológicos y psiquiátricos como los que mis amigos me refieren. Esto no es una sorpresa: cada vez se entiende más al covid largo como una enfermedad neurológica, a partir de la cual se derivan los otros síntomas.

La semana pasada la doctora Stephani Sutherland, neurocientífica, publicó en la revista Scientific American un interesante artículo que habla sobre cómo al covid largo se le reconoce cada vez más un origen neurológico. El excelente artículo explica de una manera sencilla la fisiopatología (el mecanismo como se produce la enfermedad) y los efectos que está tiene en el organismo.

De manera simple: la infección por covid llega al cerebro por la nariz, a través del bulbo olfatorio, afectando el tejido nervioso y desatando una gran respuesta inmunológica con un número inusualmente alto de unas células de defensa llamadas macrófagos. Es esta afectación cerebral la que causa la niebla mental, falta de concentración y síntomas psiquiátricos que pueden agravarse si no se atienden a tiempo. A partir de esa respuesta inmunológica podrían derivarse decenas o cientos de síntomas en diferentes órganos.

Aunque se desconocen las cifras exactas, se calcula que el covid largo podría presentarse del 10 al 40% de los pacientes infectados por covid. Un estudio publicado en The Lancet, en diciembre del año pasado, hablaba del 45% de sobrevivientes afectados y por ello es importante que todos acudan a valoración con el neurólogo o el psiquiatra para recibir la terapia adecuada.

Las repercusiones del covid largo deben verse más allá del impacto obvio del costo y la carga de la enfermedad en el sistema de salud. Es una condición que afecta profundamente la dinámica familiar y que a mediano y largo plazo impactará negativamente el rendimiento laboral.

¿De qué tamaño es el problema? Se calcula que el covid largo afecta a cerca de 16 millones de adultos en los Estados Unidos por lo que, haciendo una proyección meramente proporcional, seis millones de adultos pudieran estar enfermos en México y esto debería preocuparnos mucho.

Aunque el conocimiento del covid largo en el mundo apenas comienza, en México estamos particularmente retrasados. Para fines prácticos, es una enfermedad que oficialmente no existe ya que, hoy en día, sobrepasa por mucho el entendimiento de quienes, en los últimos tres años, han reclamado ser los únicos expertos en salud pública en nuestro país y, hasta que no se demuestre lo contrario, se nota una clara intención de minimizar el problema y el impacto a la salud.

No existe una partida presupuestal para el diagnóstico o la atención del covid largo y, como nuestros legisladores lo saben, lo que no está en el presupuesto, simplemente no existe. Neurosiquiatras amigos míos, de los institutos nacionales de Salud, el IMSS y el ISSSTE, coinciden en que no hay un plan. Más allá de iniciativas individuales o de grupos de investigadores, no se les ha notificado oficialmente sobre cómo atacar el problema, cómo atender o cómo derivar a los pacientes. Simplemente no está pasando nada. Si existe una campaña masiva de información a la población en medios digitales o tradicionales, simplemente nadie la recuerda.

Es verdaderamente urgente que los médicos de primer contacto aprendan a sospechar y diagnosticar un posible covid largo y sepan como derivar a los pacientes hacia los especialistas. Los neurólogos y siquiatras ya comienzan a entrenarse en ello por su propia iniciativa y la información se comparte en reuniones internacionales y en revistas científicas.

Es igualmente importante el alertar a la población sobre la existencia del problema para que acudan a su médico para recibir tratamiento. Investigadores del King’s College London publicaron, el verano pasado, en la revista Nature el bajo porcentaje de pacientes que buscan tratamiento.

El covid largo puede convertirse en unos cuantos años en una de las principales enfermedades crónicas como las cardiopatías y la diabetes tipo 2 y que, irónicamente, podría desatar complicaciones graves y muerte entre los pacientes de otras enfermedades crónicas. Es momento de que quienes manejan la salud pública reconozcan el problema. En esta ocasión, a ellos les toca aprender de los médicos clínicos y los especialistas que tratan pacientes. Es urgente que neurólogos y siquiatras trabajen en un consenso o posicionamiento que dé pie a políticas de salud concretas, normas técnicas, “definiciones operacionales” y guías terapéuticas, etc. Esta es una enfermedad que es nueva, con un impacto que puede ser enorme en el sistema de salud y por ello no puede quedar en manos de un grupo de burócratas.

Covid-19 no se ha ido. La pandemia continúa. Cada paciente tiene el riesgo de padecer covid largo y deberá ser tratado de forma adecuada.

No podemos esperar a que “se normalice” o desaparezca mágicamente “cuando acabe el invierno”.

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