México, ¿aliado o apropiador de la música cubana?
Contextos

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

México, ¿aliado o apropiador de la música cubana?
Foto: Pixabay

Aunque México y Cuba comparten distintas expresiones artísticas, como la música, hay sentimientos encontrados detrás de esa fraternidad. El primer ejemplo de incomodidad es cuando se lanza la pregunta sobre el origen del danzón o el bolero, según sea la nacionalidad de quien conteste varía la respuesta. “El danzón nació en Cuba”, puede decir alguien, “pero el más famoso nació en México: Nereidas”, otro puede revirar. 

La semana pasada abordamos en este espacio, Contextos, la controversia que hay de la apropiación cultural en el regional mexicano, donde la industria musical es quien sale beneficiada de transformar ritmos para llevarlos a otros extractos sociales o grupos de la población. En esa ocasión el tema será la sinergia que hay entre dos naciones, México y Cuba, que no tienen la preponderancia industrial como Estados Unidos pero donde la identidad de su música se ve comprometida. 

¿México se apropió del danzón y el bolero? Ambos géneros musicales nacieron en la isla caribeña, sin embargo durante todo el siglo XX dichos ritmos echaron fuertes raíces en tierras aztecas, de tal suerte que surgieron íconos como Los Panchos, Álvaro Carrillo, Consuelo Velázquez, Amador Pérez “Dimas”, los hermanos Concha, entre otros. Gracias a lo anterior, estos ritmos cruzaron fronteras y llegaron a su esplendor hace unas décadas, pero ¿México fue un aliado o un villano apropiador?

Durante mi estancia en Matanzas, Cuba pude respirar en el aire el sentimiento de frustración de algunas personas oriundas de la isla por cómo el danzón suena más en México que en esa tierra. También escuché un par de descontentos porque en 2018 los mexicanos inscribieron al bolero en el inventario del patrimonio cultural inmaterial de nuestro país. 

Comprendí el sentimiento de los cubanos cuando descubrí que el danzón es su baile nacional, ¿qué sentiríamos los mexicanos si el jarabe tapatío tuviera más fuerza en Brasil, por ejemplo? La identidad es fundamental para cualquier país, y la cultura es pieza clave para terminar de forjar ese símbolo que identifica a cada persona según su lugar de origen. 

A pesar de lo anterior, hay esfuerzos que no buscan categorizar a un ritmo con una bandera de exclusividad sino tratar de que esa música llegue a más personas. Ejemplo de ello, en marzo del año pasado, autoridades mexicanas y cubanas presentaron una iniciativa para que el bolero sea inscrito en la Lista Representativa de Patrimonio Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, las Ciencias y la Cultura (UNESCO).

Asimismo, desde 2017, tanto la danzonera veracruzana La Playa, como el músico cubano Ethiel Failde, buscaron que el danzón forme parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. 

Independientemente de la nacionalidad, es importante tener la humildad para reconocer los capítulos importantes que ha tenido cada ritmo en cada país, y abrazar esa historia. Sería injusto para la música mantenerla sólo como una herramienta que nos ayuda a identificar a las personas según su cultura y origen. Tampoco sería apropiado sesgar la trayectoria de un ritmo según los esfuerzos de cada país, ya que el trabajo de todos es importante. En el caso específico de estos dos ritmos musicales, el bolero y el danzón, buscan la manera de prevalecer en la fuerte marea de la industria, de no perderse entre las olas de la globalización y la inmediatez. 

No vale la pena pelear para definir un ganador sobre la verdad que envuelve a estos géneros, por el contrario, hay que unir esfuerzos para que esta música prevalezca y permee hacia más personas. Una vez que nos sintamos ciudadanos del mundo, y dejemos de preocuparnos por distintivos, prejuicios y clasificaciones, podría ser momento de disfrutar plenamente el arte como es el caso de la música. 

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