Políticos en redes sociales: ¿De ciudadanos a fans?

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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Políticos en redes sociales: ¿De ciudadanos a fans?
Políticos en redes sociales. Foto: Pixelkult/Pixabay

¿Puede la calidad democrática de un país medirse en función del tipo de contenido que generan sus representantes en redes sociales? La pregunta resulta útil en medio de la parálisis que sufre México a consecuencia de una sucesión adelantada que devora la agenda pública. 

Ninguno de los aspirantes a suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador y que hoy tienen cargo público han utilizado las plataformas digitales para exponer los resultados de lo que por ley están obligados a hacer. No hay incentivos para que lo hagan. Exigirlo incluso podría parecer ingenuo. 

En este momento, lo importante no son los ciudadanos sino los likes y los fans que lleguen en función de las reglas que imponen las big tech. Pululan los “representantes” y servidores públicos que, en su obsesión por mantenerse vigentes en el imaginario colectivo, terminan siendo esclavos de las plataformas que dictan las “tendencias” efímeras bajo las cuales achican poco a poco su dignidad.

Los símbolos, valores, mitos e ideales ante los cuales el individuo se reconoce y da significado a su clase política se están modificando. El desencanto por la democracia más la disrupción tecnológica son dos fenómenos globales que están afectando de manera profunda la construcción de las sociedades, incluida la mexicana. 

Como resultado de ello, los políticos avenidos a bufones son apenas un síntoma. Lo que es posible observar son nuevos canales de comunicación al servicio de un viejo sistema conocido: el populismo, con la diferencia de que hoy el culto a la personalidad exige nuevos formatos en función de la plataforma a distribuir el contenido. 

En el contexto mexicano, el sistema de partidos se puede presumir obsoleto, incluso para el instituto político que ostenta el poder. La guerra informativa digital no tiene como ejes de discusión qué plataforma electoral o proyecto de Nación es más conveniente, sino se sustenta en lo que ellos mismos denominan como el obradorismo, el movimiento en donde solo importa la opinión del líder. 

El cambio es sustancial. Apenas hace unos años la maquinaria partidista era la que producía al candidato y lo arropaba. Hoy el gran tlatoani, ubicado como el sexto streamer de habla hispana más visto en el mundo y con una aprobación que pese a los pocos resultados de su administración se ubica en el 58%, analiza a quién le hereda los fans conseguidos durante más de cuatro años. 

Sin embargo, no es tan fácil. La apuesta del líder por legitimar el próximo gobierno en función de los fervientes seguidores que pueda heredar es, además de perniciosa en el ámbito democrático, endeble en lo que respecta a protección de su legado y disfuncional en el ecosistema digital. 

En este populismo digital, la búsqueda de fans por parte de los representantes y servidores públicos tiene implícito el declive democrático, el uso nocivo de las plataformas digitales privadas y el cancelamiento del ciudadano digital. De momento, la idea de tener mejores gobiernos a partir de mayor acceso a internet y un avance tecnológico tendrá que seguir esperando, pues los populistas se han sabido adaptar mejor. 

Los contenidos hechos por políticos son ahora exclusivamente para los usuarios de plataformas y con el fin último de generar fans; atrás dejaron las necesidades y las exigencias de los ciudadanos. La comunicación política cambió y el 2024 será un buen ejercicio para ver si reculan en su estrategia o si su apuesta resulta redituable electoralmente.

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