Sin Ovidio Guzmán le irá mejor al Cártel de Sinaloa
Zona de silencio

Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.

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Sin Ovidio Guzmán le irá mejor al Cártel de Sinaloa
Foto: José Méndez/EFE

En la década de los 40 del siglo pasado, el narcotraficante Pedro Avilés, “El León de la Sierra”, llegó a la cima del poder gracias a que Estados Unidos lo eligió como su dealer predilecto de opio cuando escaseaban los analgésicos para las tropas que peleaban en la Segunda Guerra Mundial. En 1978 lo asesinaron y los estadounidenses pronosticaron la ruina del Triángulo Dorado mexicano. Se equivocaron. La pandilla creció en el estado.

En los años 80, el mejor aprendiz de Pedro Avilés, Miguel Ángel Félix Gallardo, “El Jefe de Jefes”, se convirtió en el traficante más poderoso al entablar una sociedad con el colombiano Pablo Escobar para enviar cocaína al otro lado del Río Bravo. Fundó el Cártel de Guadalajara, pero en 1989 lo arrestaron por el asesinato del agente de la DEA “Kiki” Camarena junto a Rafael Caro Quintero. Los medios escribieron que era el fin de los narcos sinaloenses. Se equivocaron. La banda aumentó en el Pacífico.

En los años 90, el más avezado discípulo del “Jefe de Jefes”, Joaquín Guzmán Loera, erigió el Cártel de Sinaloa y convocó a los “señores” del crimen organizado a que se sometieran a su mandato a cambio de orden en los territorios de cada uno. Sus aliados, los hermanos Beltrán Leyva, y sus enemigos, Los Zetas, se rebelaron y auguraron el fin del “Chapo”. Se equivocaron. La mafia se agrandó en el país.

En 2014 arrestaron, por segunda vez, al “Chapo”. Los integrantes del gabinete del presidente Enrique Peña Nieto lo festejaron como el inicio del fin del Cártel de Sinaloa sin su líder histórico. Un año después, Joaquín Guzmán Loera escapó por un túnel y probó que todos —claro— se equivocaron. El cártel se expandió a Europa y Asia.

En 2016, “El Chapo” fue recapturado. Un año después, extraditado. Los consejeros de la Casa Blanca vaticinaron, ahora sí, el derrumbe del cártel más famoso de México. Se equivocaron. Cinco años después, Anne Milgram, titular de la DEA, reconoció que el Cártel de Sinaloa vive sus mejores momentos financieros. El crimen organizado se ensanchó a cinco continentes.

Entre 2017 y 2018, Los Chapitos arrebataron el negocio familiar. Los expertos dijeron que cuatro “narcojuniors” —Iván Archivaldo, Jesús Alfredo, Ovidio y Joaquín— quebrarían su herencia. Se equivocaron. Los “menores” consiguieron 26 mil representantes en el mundo.

Ahora, hay quienes en 2023 dicen que la extradición del “Ratón” es el inicio del fin de Los Chapitos. Se volverán a equivocar. La razón: el crimen organizado no es un enemigo del gobierno, sino un aliado del Estado.

No existe uno sin el otro.

GRITO. ¿Y “El Guano”, apá? Ya van tres veces en el año que el hermano de “El Chapo” Guzmán se le fuga a las Fuerzas Armadas.

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