732. Auxilio desde Tierra Caliente
Zona de silencio

Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.

X: @oscarbalmen

732. Auxilio desde Tierra Caliente
Un grupo armado asesinó este 5 de octubre al alcalde de San Miguel Totolapan, Conrado Mendoza Almeda, en la región de Tierra Caliente en el estado Guerrero, sur de México.

Una llamada que llega a medianoche nunca trae buenas noticias. Menos si la lada que aparece en la pantalla es 732. Esos tres números me disparan de la cama y en la oscuridad me apresuro a contestar con muchas dudas, pero con una certeza: del otro lado de la línea hay alguien que llama con urgencia desde Tierra Caliente, Guerrero.

“¿Sí, diga?”, del otro lado se escucha un soplo rabioso. “¿Hola?”… y una voz trémula se abre paso por la bocina. “Licenciado —me dice— le habla Martha *** de Linda Vista, en San Miguel Totolapan, ¿se acuerda de mí?”

“Sí, señora, ¿cómo está el pueblo?”, le pregunto aunque, por la hora, imagino su respuesta. Y ella, de unos 50 años, cuenta que todo está mal. Horrible, en realidad. “¿Se enteró de que nos vamos a las armas?”, me pregunta y sin esperar respuesta me narra cómo ha sido su angustioso agosto.

Dos semanas atrás, cuenta, aparecieron drones en la sierra. Aparecen de vez en cuando como aves de mal agüero. La Familia Michoacana los usa para vigilar campos de amapola, presas y zonas mineras, pero estos tenían un objetivo distinto: bombardear gente inocente para desplazar a la comunidad.

“Mataron al comisario Hugo”, suelta Martha. “Lo hicieron pedazos”. Y Pedro *** ya perdió un brazo por un bombazo. Le fue mejor al niño de 13 que sólo tiene lastimadas las piernas por esquirlas. Tal vez, si hubiera estado en la escuela no estaría herido, pero los maestros cancelaron las clases. Y si lo hubiera visto un médico no estaría en cama, pero tampoco abren los centros de salud. Los campesinos de Sembrando Vida están agazapados. La iglesia se volvió un refugio de guerra. Los caminos están cerrados.

“Aceptamos armas de cualquier lado para defendernos”, dice Martha avergonzada por tomar los rifles que ofrecieron Los Tlacos, otros criminales de la zona que prometieron respetar al pueblo, en caso de ganar la guerra. “¿Usted les cree?”, interrumpo. “No sé, pero yo sólo estoy pensando en sobrevivir”. Como Martha, hay 600 vecinos armados, rebeldes y con futuro incierto.

“Avise lo que pasa acá”, me pide. Colgamos. Me retumban sus palabras: “estamos rodeados”. Ayer miércoles le llamé para pedir más datos. El teléfono con lada 732 manda a buzón. No hay señales de vida desde Linda Vista, Tierra Caliente.

Quiero que Martha me diga que sigue viva… aunque la llamada me sobresalte a medianoche.

GRITO. Zona de Silencio se inaugura con una promesa: contarles lo que pasa en regiones donde el crimen amordaza a sus habitantes.

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