El cártel quiere más: ahora va por tu Wi-Fi
Zona de silencio

Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.

X: @oscarbalmen

El cártel quiere más: ahora va por tu Wi-Fi
Foto: Especial

Un hombre armado toca a la puerta de la señora Josefina —un nombre ficticio para cuidar su vida— que pertenece al colectivo Más Uno Igual a Todos Tlajomulco, que en los últimos meses se ha dedicado a documentar el horror en Jalisco. El visitante tiene los ojos rojos, el habla incoherente.  Huele a cerveza y solventes. “Es mejor abrirle, porque esa gente del cártel regresa más tarde y toca la puerta a balazos”, piensa ella.

“¿Qué desea?”, pregunta la señora Josefina, tía de un joven desaparecido, quien mira fijamente los ojos vidriosos de ese hombre que en Teocaltiche reconocen como halcón del Cártel Jalisco Nueva Generación. Ella intenta que su voz sea firme, que le demuestre a ese hombre el desprecio que siente por él y su jauría, pero le sale apenas un murmuro.

“Vengo a pedirle la contraseña del internet”, responde el halcón, un pandillero de no más de 25 años, que de un lado del pantalón carga un arma corta y del otro un teléfono inteligente. La tía buscadora respira aliviada. A veces esos del cártel piden dinero para drogas o medicina para curar las heridas abiertas en un enfrentamiento o que les guarden en la cochera un auto robado. “Una simple contraseña es inofensiva”, sigue pensando.

Así que cierra la puerta, camina a la sala con las piernas temblando y se repite a sí misma que está bien darle internet a ese hombre armado. “¿Y si es para que algún muchacho secuestrado se comunique con sus papás?”. Voltea el módem, anota la sopa de letras y números y regresa a la puerta. El halcón arrebata el papel e introduce la clave en su teléfono. Funciona. Sonríe y deja ver una dentadura amarilla.

“Le aviso que a partir de ahora tiene prohibido cambiar la contraseña hasta nuevo aviso”, la amenaza y la señora Josefina murmulla que está bien, que ni siquiera sabe cómo cambiarla. Vaya con Dios, se despide, aunque quisiera mandarlo al demonio.

En los días siguientes de junio y julio de 2023 ella sabrá de otros cinco vecinos obligados a dar su Wi-Fi al Cártel Jalisco Nueva Generación.

No volverá a pensar en eso hasta este 2 de octubre pasado, cuando autoridades federales hagan estremecedores hallazgos en Teocaltiche: tres centros de videovigilancia del crimen organizado con el que monitoreaban a cualquier vehículo que ingresaba al pueblo. Usaban cámaras con internet para operar una red de desapariciones forzadas.

“¿Cómo es posible, señor?”, pregunta la señora Josefina al militar que resguarda ese centro de espionaje tan impune y la respuesta se siente como un golpe en el estómago.

“Operaban con el Wi-Fi que les daban los vecinos… Usted no les dio su contraseña, ¿verdad?”

GRITO. En los retenes de Frontera Comalapa, Chiapas, los sicarios del Cártel de Sinaloa también piden el Wi-Fi de los celulares de los conductores. Se conectan a internet y descargan “etnoporno” en sus móviles para entretenerse con violaciones contra mujeres indígenas.

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