Colaboración Público-Privada. Salvando la Salud en México
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

X: @StratCons

Colaboración Público-Privada. Salvando la Salud en México
Foto: Secretaría de Salud de la Ciudad de México.

El sistema de salud de México se encuentra en ruinas. En los últimos cinco años, la ignorancia e incompetencia de quienes han encabezado cada uno de sus componentes les ha hecho olvidarse de alcanzar buenos resultados en salud. Peor que eso, les ha hecho abandonar a los pacientes a su suerte.

Es claro que nos encontramos en el peor de los escenarios. Un sistema de salud que ha sido destruido por motivos meramente ideológicos, argumentando una corrupción que nunca fue probada y que, paradójicamente, ha generado mayores malos manejos, encarecimiento, disminución de la cobertura y como consecuencia, irá mostrando los indicadores de salud más deficientes de la historia de México.

Ante semejante dimensión del desastre, es necesario tomar acciones urgentes, inmediatas y -hay que decirlo- radicales. Es así como el modelo de colaboración público-privada en salud se muestra como la mejor alternativa.

Antes que nada, es importante reconocer que el primer garante de la salud de los ciudadanos debe ser el Estado. Esto es indiscutible. Sin embargo, debe de hacerse una clara separación entre que el Estado asegure accesos a servicios de salud de calidad y en tiempo y forma, y que el Estado sea el proveedor único de los servicios de salud.

El ejemplo más claro y más cercano de como lograrlo lo tenemos en Canadá. El sistema de salud canadiense tiene una visión muy clara de cómo debe operar: ”Publicly funded, privately delivered”. 

Sí, aunque a la mayor parte de nuestros políticos actuales (y gran parte de los anteriores) puede parecerles extraño, uno de los sistemas de salud mejor reconocidos en el continente, entiende desde sus documentos fundacionales que los recursos deben provenir del Estado, pero deben ser proporcionados a proveedores privados que se hacen cargo de la atención directa a los pacientes. 

En Canadá, el sistema permite que los ciudadanos accedan a servicios de salud de alta calidad a través de médicos privados y clínicas administradas privadamente y que son financiados por el gobierno. Así de simple. Este mismo principio, es el que rige los sistemas de salud de gran parte de los países de Europa, incluyendo por supuesto, Dinamarca. Es el modelo que se sigue en países de Latinoamérica como Colombia, Costa Rica, Chile y Brasil.

Este tipo de colaboración facilita un acceso más amplio y de mayor calidad a servicios de salud que van desde la atención médica básica, hasta tratamientos especializados mediante una red de proveedores privados acreditados por el gobierno. Esto incluye el uso tarjetas de salud como medio de identificación y pago para los servicios médicos, promoviendo la eficiencia y la calidad en los cuidados.

El sistema comienza en el primer nivel de atención, donde los médicos generales o médicos familiares, ejercen de manera privada y reciben en sus consultorios a cualquier tipo de pacientes. En Canadá, lo más conveniente para ellos es trabajar la mayor parte de su tiempo, atendiendo a los pacientes del sistema de salud y cobrando por ello una tarifa al gobierno. Lo mismo ocurre con diferentes proporciones en los diferentes países europeos.

En los países que han optado por este sistema, el paciente tiene derecho ver al médico más cercano, al que más le convenga, o al que simplemente le caiga mejor. Los médicos, tras haber sido certificados por el Estado, tienen la capacidad de cobrar una tarifa preestablecida a través de una tarjeta universal de salud. Una diferencia radical con México, donde el paciente no tiene derecho de escoger a su médico y debe acatar y obedecer la norma de acudir a “la clínica que le corresponde”.

Gran parte de los servicios especializados, también corren por cuenta de empresas privadas, las cuales cobran al gobierno, una vez más, tarifas preestablecidas. Tal es el caso de los servicios de hemodiálisis, infusión y administración de medicamentos oncológicos o de alta especialidad, diagnóstico de laboratorio e imagen y muchos otros. Al final, en muchos de estos países, el gobierno solamente posee la infraestructura física de los hospitales de especialidad y sus únicos contratos son para el staff médico y paramédico estrictamente necesario para la operación de estos.

Esto mismo ocurre con la dispensación de los medicamentos. Desde el 2019, en México vivimos el desabasto más grande de medicamentos en la historia lo cual se debe, en gran medida, a un vetusto, obeso e ineficiente sistema de dispensación en el cual el gobierno es un dador físico de los medicamentos en la mano del paciente.

En este absurdo sistema, reducto del post-cardenismo, los pacientes no tienen derecho a acudir a ninguna otra farmacia que no sea la de “la clínica que les corresponde” y el demencial sistema de adquisiciones, concursos, firma de contratos, asignaciones, distribución y finalmente dispensación de medicamentos, es una maraña llena de riesgos, agujeros legales y que en esta administración ha demostrado todas sus debilidades y enormes desventajas al ser manejada ineficientemente y con una visión absolutamente ideológica.

Como lo he dicho en otros foros: el gobierno no debe de poseer más medicamentos que los estrictamente necesarios para atender a los pacientes en los hospitales. Al resto de los enfermos, deben expedírseles recetas que puedan ser surtidas en cualquier farmacia. La farmacia de la esquina. La farmacia que más le convenga al paciente. La farmacia que más le guste.

Otra vez, la colaboración público-privada que puede parecer contracultura es el modelo que se utiliza prácticamente en todo el mundo libre. El gobierno analiza, negocia y fija un tabulador de precios para un formulario de medicamentos y quienes quieran vender al gobierno, simplemente deben presentar sus propuestas. Esa es toda la complicación. A partir de ahí, los pacientes acuden con toda comodidad a surtirse en la farmacia de la esquina.

Si esta metodología tiene tantas bondades ¿por qué no le estamos llevando a cabo en México? 

La respuesta se encuentra en la combinación de dos factores: por un lado, los enormes atavismos, mitos y malentendidos inherentes a compartir el acceso a la salud con la iniciativa privada. Somos un país absurdamente nacionalista, donde nos han hecho pensar que el Estado debe ser propietario, rector y ejecutor de todo. Por el otro, el enorme deseo de nuestros gobernantes por mantener un control férreo de ese todo, incluyendo la salud de los ciudadanos.

Al momento de escribir esta columna, solamente las candidatas a la presidencia han exhibido sus planes para la salud de México en sus gobiernos; del tercer candidato no se sabe nada. En el caso de la candidata oficial, simplemente no existen propuestas, y su plan es solamente una colección de promesas de continuidad de las malas decisiones del gobierno actual.

Xóchitl Gálvez ha mostrado una plataforma ambiciosa, agresiva y donde comienza a mostrar sus intenciones de hacer de la colaboración público-privada, un eje fundamental de la atención a la salud en México. 

En mis próximas columnas, analizaré los detalles de su propuesta en salud y cómo puede cada uno de sus puntos, solucionar los problemas actuales de la peor crisis de salud en la historia de México.

Síguenos en

Google News
Flipboard