La inmadurez de culpar al diablo
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

La inmadurez de culpar al diablo
El maleficio. Foto: Televisa/cortesía del autor

El pasado mes de marzo se transmitió el capítulo final de la telenovela El maleficio, una nueva versión del clásico melodrama de 1983, donde el villano Enrique de Martino fue reinterpretado por el antes galán Fernando Colunga, con la participación especial de su anterior protagonista, Ernesto Alonso, el mismísimo “Señor Telenovela”, que Televisa regresó de entre los muertos con ayuda de la Inteligencia Artificial.

Tras varios escándalos dentro de esta producción, como rumores de mal comportamiento de Colunga, pésimos efectos especiales y bajos ratings, el proyecto del productor José Alberto Castro se convirtió en un festival de excesos al que nadie le puso un freno y que terminó ardiendo en llamas ante las burlas del público. Sin embargo, hoy estoy aquí para reconocerles su esfuerzo y rescatar una conversación pública que pudo ser más profunda.

La verdad, a mí sí me dan miedo las televisoras. Me da más miedo la programación enajenante de Televisa y lo que puede hacerle a la salud mental de los mexicanos, o los desplantes de ciertos ejecutivos de TV Azteca hambrientos de poder, que la posibilidad de la existencia del demonio. Dicho esto, yo soy de los que piensan que el verdadero infierno está sobre la Tierra.

El fracaso de El maleficio, una telenovela de terror y quizá una de las propiedades intelectuales (IP) más preciadas de Televisa, paradójicamente sucede en una época en que el cine de terror mexicano vive un importante resurgimiento y cuando las IPs suponen un éxito garantizado entre el público que busca nostalgia. ¿Qué pudo haber fallado? Más allá de una mala ejecución, creo que hay una razón más poderosa: las nuevas generaciones ya normalizaron el mal.

El mal existe, eso nadie lo puede negar, pero existe en forma humana. El mal no es superstición, es realidad. Aceptar la existencia del mal no es lo mismo que aceptar la existencia del diablo. Depositar todas nuestras culpas y nuestros miedos en una figura mitológica, como lo han hecho tantas generaciones, es un acto irresponsable que casi todas las religiones fomentan y otros líderes promueven. Creer en el diablo es una forma de infantilización.

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El diablo es el coco, es el Krampus y el chupacabras. El diablo es la llorona, es el hombre del saco y el robachicos. El diablo se puede comparar con todos esos personajes de leyendas folclóricas que se cuentan en diversas culturas para asustar a los niños y obligarlos a portarse bien. Porque la verdadera maldad tiene nombre y apellido. Está en los poderosos, los corruptos y los criminales.

¿Por qué no mejor decimos que el mal es resultado de un manejo irresponsable del poder? Que la pobreza y la ignorancia son provocadas y la desigualdad es parte de un sistema de control. Que la falta de oportunidades de crecimiento, trabajo y vida dignos, es lo que genera odios y empuja a tantos a la delincuencia. Que la corrupción no sucede espontáneamente porque es algo que nos enseñan todos los días. Y que en todo esto radica el mal, un veneno que nos administran desde arriba y que se filtra hasta muy abajo.

¿El diablo? Ese Don ya no asusta. El pasado fin de semana estrenó en cines La primera profecía (The First Omen, 2024), otra actualización de una conocida franquicia cinematográfica que cuenta la historia del ascenso del anticristo, el villano Damien Thorn. La trilogía original inició en 1976 y finalizó en 1981, y atrapó a un público temeroso de lo desconocido e impactado por El exorcista (1973). Pero a 50 años de aquellos lanzamientos, ni El exorcista: creyente (2023) ni este estreno lograron generar el mismo miedo. La primera profecía ocupó el cuarto lugar de la taquilla en Estados Unidos, y el tercero en México.

Sin embargo, la mentalidad conservadora seguirá inventándose nuevos demonios porque el diablo está en todo aquello que rebasa su entendimiento y amenaza su comodidad: el diablo es el populismo, son los “progres”, es Palestina, son l@s trans… Pero no son los únicos que banalizan la existencia del mal: el diablo también es el narco, es el capitalismo, son las corporaciones, es la Inteligencia Artificial… Todos somos capaces de perpetuar los mismos dogmas y supersticiones.

Hablando de la ultraderecha, el estudio de cine que financió la polémica película Sound of Freedom junto a Eduardo Verástegui ya tiene su propia historia de un diablo en tiempos modernos. Angel Studios, especialistas en películas basadas en la fe, lanzó The Shift, una historia de ciencia ficción donde un personaje llamado “El benefactor” es un demonio del futuro que censura la fe, prohíbe la difusión de sagradas escrituras, coarta la libertad de expresión y cancela a quienes considera problemáticos. O sea que es un diablo “progre”. Por otro lado, Cabrini, la nueva película del director Alejandro Monteverde, pasó por cines de México con más pena que gloria.

Quizá El maleficio hubiera tenido más resonancia entre los jóvenes con una versión autorreferencial y autocrítica, donde Enrique de Martino fuera un empresario de los medios de comunicación y la intriga sucediera dentro de una televisora con figuras del espectáculo. Como sea, pienso que la trama de ocultismo, sociedades secretas y demás excesos que se mostraron en pleno horario estelar, será mejor valorada a la distancia, cuando el público sea capaz de revisitar esta telenovela sin la presión de las expectativas.

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Y es que la figura del demonio no ha dejado de tener un lugar privilegiado dentro de la cultura popular. Series como Evil, Lucifer, The Sandman, Good Omens, El mundo oculto de Sabrina, Merlina, 30 monedas, My Demon y Rick and Morty, son ejemplos de cómo sigue gozando de gran popularidad. En 2024, veremos diversas encarnaciones de este personaje en películas como Late Night with the Devil, Immaculate, Longlegs y hasta Beetlejuice 2.

Que los villanos más temidos ya no logren provocar miedo en las nuevas generaciones, sino incluso simpatía, es algo que los más creyentes interpretarán exactamente como el triunfo del mal: hacernos creer que el diablo no existe o que puede ser carismático. Pero, como a los mexicanos nos encanta echarle la culpa a cualquier cosa antes que hacernos responsables de nuestros propios actos, quizá sea una buena noticia que hoy el mal está tan presente en todo que el diablo ya dejó de ser un pretexto.

BREVES

En cines desde el 11 de abril, la nueva película de la directora mexicana Claudia Sainte-Luce, Amor y matemáticas. Otro estreno en el circuito de arte es La quimera, de la directora italiana Alice Rohrwacher.

Ya hay nueva serie en la plataforma de Max. Tras el deslucido desempeño de El régimen, toma el relevo El simpatizante desde el 14 de abril. Una serie de suspenso con tintes de comedia que destaca por la actuación de Robert Downey Jr. en diversos papeles.

Las dos versiones de El maleficio ya están disponibles en la plataforma de Vix.

*Para más información sobre las películas y series comentadas cada semana, visita mi perfil en Letterboxd.

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