¡Hola, qué tal, Azul cómo te va…!
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

¡Hola, qué tal, Azul cómo te va…!
Arte: Roberto Vargas

Como cada Liguilla desde que comencé a trabajar como reportero en redacciones deportivas, el teléfono sonó varias veces aquella semana de mayo de 2013 para pedirme boletos, a pesar de mi publicación en Facebook: “No soy agencia de Ticketmaster”. Sin embargo, aquel día la petición venía de alguien muy especial:

Rata, eres el editor de la página web de Televisa Deportes, si no me consigues un boleto para la Final, mejor ni me hables.

Cariñosamente, mi novia me pedía que le consiguiera dos boletos para ver la Final entre América y Cruz Azul, a pesar de que el futbol le resultaba indiferente.

Le dije a la “Prima” que le iba a conseguir un boleto y quiero ir con ella.

Aunque cada dos semanas recibíamos una veintena de boletos en la redacción (muchas veces los ganadores de las trivias no iban por ellos), aquella semana, todos querían entradas para la Gran Final. Después de negociarlo con mi jefe, Paco Villa, fue un triunfo quedarme con dos boletos para el partido por la definición del campeonato. Pero Adriana no fue al partido con la dichosa “Prima”, la segunda entrada fue para Martín Roca, un amigo argentino que llevaba unos meses viviendo en Guadalajara. La entrega de los boletos fue una cita a ciegas sui generis. Martín aceptó ir a la Final acompañado por una mujer que fácilmente pesaba 30 kilos más que él; la sonorense fue cautivada desde el minuto por la sonrisa del argentino. La fiesta la eché a perder yo.

Esos amargos lo pierden en el último minuto con un gol en fuera de lugar, le dije a Martín

 La “Prima” se quedó callada.

Son pu… y amargos como los de Independiente, dije. Ganaron todo en los 70 y ahora son una tristeza.

La mesa se quedó en silencio mientras Adriana me pegaba en la pierna.

De camino a casa, después de hacer un recuento de “cruzazuleadas” y adaptar varios cantos de cancha para insultar a La Máquina, la “Prima” ni las gracias me dio; Adriana se bajó del auto sin dirigirme la palabra y Martín soltó la carcajada en cuanto nos quedamos solos.

Lo que pasó al otro día es conocido por todos los futboleros. En la madre de todas las “cruzazuleadas”, La Máquina se dejó empatar en los últimos minutos de la recta final con un remate del portero americanista, Moisés Muñoz, que de no haber sido por aquella jugada, nunca hubiera sido comentarista de televisión ni tampoco se hubiera sumado a la campaña presidencial de Claudia Sheinbaum; el “Piojo” Herrera nunca hubiera dirigido al Tri y a Miguel Layún, que anotó el penalti del campeonato, se le seguiría culpando por la malaria americanista.

Después del partido, Martín me fue a buscar a Televisa Chapultepec con cara de consternación:

-Pobrecita, boludo, no dejaba de llorar. ‘Déjame aquí, déjame aquí’. No la podía sacar del estadio…

Por un momento me preocupé.

-¡Pero eres un genio, ‘Rober’, parece que tú escribiste el guion!

Y la noche más triste del Cruz Azul fue de carcajadas para nosotros.

Rencores albiazules

Comencé a ver futbol en la temporada 1977-78, la del retiro de Enrique Borja. Aquella campaña, en la jornada 29, Cruz Azul goleó 6-3 a Pumas en el Estadio Azteca. Los vecinos de al lado, Gaby y “Fidelín”, le iban a Cruz Azul como su papá, que gritaba los goles mientras sus críos pateaban un balón en el jardín de su casa. Para mí, que apenas sabía que éramos de Pumas, es un recuerdo imborrable. Una temporada más tarde, Universidad sucumbió 2-0 ante La Máquina en la Final de la temporada 1978-79.

Todos los niños de mi salón, a los que les gustaba el futbol, le iban al Cruz Azul de Marín, Flores, Lugo, Cornero… La humillación de perder aquella final, cuando yo estaba por cumplir ocho años, me la restregaron en la cara hasta que Pumas cobró venganza en la temporada 1980-81, aquel 4-2 inolvidable, en el último partido de Hugo Sánchez con la camiseta de Universidad antes de viajar a España.

Pero el odio por esos colores se quedó durante muchos años. Cuando Cruz Azul echó de la Liguilla a Pumas en la Liguilla de la temporada 1994-95, con el gol de Lupillo Castañeda después de que Campos le atajara el penal a Julio Zamora, reavivó el rencor. Como no conseguí boleto para el Azteca, me fui a ver por tercera vez “El callejón de los milagros” para no sufrir por televisión. Los coches con banderas del Cruz Azul mientras yo regresaba a casa presagiaban la desgracia, que confirmé cuando llegué a casa y mi papá miraba fijamente el piso en el estudio con la televisión apagada y el cenicero rebosaba de cenizas. La revancha llegó con el golazo del Jimmy Lozano en el invierno 98.

Durante mis años de fanático, mi Clásico personal siempre fue contra el Cruz Azul. No América, no Chivas, no Tigres, para mí siempre se le tenía que ganar a los Cementeros. Por eso celebré todas y cada una de las derrotas de los celestes en instancias decisivas. Explicarle en un artículo a los lectores del diario AS, de España, que significaba el verbo “cruzazulear”, fue la cereza del pastel.

Cruz Azul rompió la mala racha en 2021, Pumas no es campeón desde 2011 y para mí el futbol mexicano dejó de ser relevante desde diciembre de 2018. Pero esta noche no me disgustaría una victoria de La Máquina, a Paco Villa le hubiera gustado ver otra vez campeón a su equipo.

A 39 años de la tragedia

El 26 de mayo de 1985, antes del segundo partido de la Final entre América y Pumas, ocho personas murieron aplastadas en uno de los accesos al Estadio Olímpico Universitario. La tragedia del túnel 29, ocurrida tres días antes de la “masacre de Heysel”, en Bruselas, es la desgracia más grande ocurrida en la historia del futbol mexicano. Ocho víctimas en Ciudad de México y 39 antes de la Final de la Copa de Europa que disputaban el Liverpool y Juventus. Escenas que no queremos volver a ver nunca en un estadio de futbol.

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