Batalla entre cubanos y mexicanos por el danzón

Sábado 8 de noviembre de 2025

Arturo Ordaz
Arturo Ordaz

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

Batalla entre cubanos y mexicanos por el danzón

El danzón empezó un viaje hasta llegar a México a inicios del siglo XX. En este país se fortaleció, principalmente en los estados de Veracruz y CDMX.

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El danzón llegó a su apogeo en la capital de México durante los años 40 y 50.

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El próximo domingo 16 de noviembre se declarará al danzón como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México, lo cual causó una gran polémica entre mexicanos y cubanos. En redes sociales, se acusó como un acto de apropiación cultural mientras que hubo quien dijo que esta música ya formaba parte de las tradiciones de esta tierra.

El acta de nacimiento del danzón se considera el 1 de enero de 1879 en Matanzas, Cuba, cuando Miguel Failde presentó “Las alturas de Simpson” ante la aristocracia de la época. Con su respectivo período de gestación, a este hecho se le considera el inicio formal del danzón.

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A partir de ahí, el danzón empezó un viaje hasta llegar a México a inicios del siglo XX. En este país se fortaleció, principalmente en los estados de Veracruz y CDMX. Desde hace más de 100 años, se baila danzón en estos dos lugares, de tal suerte que en el zócalo veracruzano se goza religiosamente este ritmo cada fin de semana, mientras que todos los sábados de disfruta de esta música en La Plaza del Danzón (Ciudadela) en la capital del país.

El danzón llegó a su apogeo en la capital de México durante los años 40 y 50, tras la llegada de otros ritmos su éxito se fue haciendo más pequeño hasta quedarse resguardado en los salones de baile. Durante la década de los 80, los bailadores de la época comenzaron una serie de proyectos para preservarlo y rescatarlo, una labor que continúa hasta la fecha.

A pesar de la fraternidad que han mantenido México y Cuba a lo largo de la historia, también hay una enemistad que no se puede esconder. Hay un enojo por parte los habitantes de la isla por cómo los mexicanos han hecho propio el baile nacional cubano, y en su contraparte, se dice que en tierras aztecas se preserva y se baila más que en su lugar de origen.

A más de 145 años de que Miguel Failde tocó las Alturas de Simpson en en el Liceo de Matanzas, las cosas han cambiado muchísimo. El danzón ha tomado rumbos diferentes que pareciera que el que se conoce en la isla es completamente diferente al que se baila en la CDMX.

La forma y el conteo para bailar danzón en Cuba es diferente a lo que se hace en México, en el estribillo los cubanos pasean mientras que los mexicanos se quedan quietos esperando la entrada. En la isla, la pareja de se mantiene unida toda la pieza musical, mientras que acá algunos florean durante el montuno.

A mi parecer, el danzón mexicano y cubano son dos hermanos gemelos que fueron separados casi al nacer, los cuales tuvieron una crianza diferente con necesidades, tradiciones y costumbres muy particulares.

En México se reconoce a los hermanos yucatecos Concha como uno de los pioneros del ritmo en este país. En esa agrupación trabajó el músico cubano Consejo Valiente Roberts “Acerina”, quien después se unió a la Danzonera Dimas y Prieto. Para 1938, Acerina decidió formar su propia orquesta con músicos mexicanos en su mayoría. Su estilo revolucionó la manera de tocar el danzón en México, sobretodo los timbales.

El maestro Hipólito González, actual timbalista de Acerina, me explicó en diversas ocaciones que el estilo de Acerina en los timbales marcó un antes y un después sobre la manera en cómo se interpretaba el danzón en la capital del país.

A partir de ahí se replicó y fortaleció una fórmula que dio origen a muchas danzoneras más: Felipe Urbán, José Casquera, hasta Chamaco Aguilar y la Aragón. La historia del danzón en México tiene sus particulares diferencias si se habla de la CDMX o de Veracruz, pero al final convergen en varios puntos.

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El trabajo para promocionar el danzón en México desde los años 80 rindió sus frutos, ahora hay eventos y congresos por todo el país: Tijuana, Chiapas, Oaxaca, Guanajuato, Guadalajara, etc. Hay delegaciones de danzoneros en casi los 32 estados de la República Mexicana, se expandió como una epidemia durante las últimas 3 décadas, pero la CDMX se ha mantenido como la capital donde se concentran la mayoría las danzones y eventos.

Hoy en día, se baila danzón en la capital del país al menos 3 veces a la semana: el martes en el salón Los Ángeles, el jueves en el Gran Salón y el sábado en muchas plazas públicas (sobre todo en la Ciudadela). En 2020, esa cifra era mayor, porque estaban abiertos 2 grandes salones: el California Dancing Club y el Sociales Romo.

El danzón tienen su origen en Cuba, ese es un hecho innegable. Pero creo que hay una falta de empatía muy agrande entre cubanos y mexicanos que mantienen aún esa rivalidad. Cada quien defiende el danzón que tiene en su cabeza, con el que vivió y creció. Una misma música que floreció en dos naciones, en lugar de ser un punto de encuentro fraternal, se está convirtiendo en una rivalidad.

Ante toda esta polémica me preguntaron, ¿qué sentirías si Santiago de Chile declarara al mariachi como Patrimonio Cultural Inmaterial? Mi corazón se hizo chiquito y pude imaginar la magnitud de importancia de este tema para un cubano. Pero también hay otra realidad, el danzón tiene más de 100 años en México, se ha transmitido en al menos más de 4 generaciones: para muestra la Danzonera La Playa, donde el timbalero es el bisnieto del fundador.

El danzón que se toca en Cuba y en México tiene sus diferencias: en su ejecución, en el baile, el estilo, en la forma de vestir y comportarse. Basta con escuchar cómo ejecuta “Almendra” la Orquesta Aragón y la Danzonera Acerina; así como el estilo distante que tiene la Orquesta Failde para tocar “Nereidas” como lo hace la Danzonera Dimas.

Aún con toda esta oleada de diferencias y enemistades hay un puente que une a las dos naciones, y es Veracruz. La historia propia del puerto habla de una mezcla cultural de sus habitantes por haber sido, históricamente, el punto comercial más importante donde llegaban mercancías y cultura de otras naciones, especialmente de Cuba.

Al final del día, al bailador mexicano de a pie que gusta de bailar danzón muy poco le interesa si se declara Patrimonio Cultural Inmaterial o no, lo que le importa es ir a “sacudir la polilla” al Zócalo con música en vivo. No importa si la pieza que está escuchando la escribió un cubano o un mexicano, tal vez ni siquiera sepa cómo se llama, lo que verdaderamente es de su atención es disfrutar de la música.

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Esta batalla mexico-cubana resulta muy poco útil si se piensa que ambas partes lo que buscan es preservar y promover su danzón. Aún con todo el contexto antes descrito, el danzón en México es una minoría si se compara con los monstruos industriales que son el reguetón, la cumbia, la banda o el pop. Se trata de una célula que ha tratado de resistir durante décadas ante un mar de música nueva. Es cierto que hay niños y jóvenes mexicanos bailando/escuchando danzón, pero no son mayoría.

El punto de esta columna no es definir o apoyar a quién le pertenece o ha hecho más por el danzón, eso es absurdo. Por el contrario, es señalar lo poco útil que es esta batalla entre danzoneros mexicanos y cubanos, si de por sí el gremio en México esta fragmentado, dividirlo aún más sería peor.

Veamos una oportunidad para volverse aliados estratégicos en favor de un mismo objetivo, que nos dure muchos años más Su Majestad el Danzón.

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