Casas sin gente, gente sin casa

Lunes 9 de junio de 2025

Adriana Sarur Torre
Adriana Sarur Torre

Es política y líder de opinión. Se ha desempeñado como diputada Federal en las Legislaturas LXI y LXIII. Cuenta con más de 20 años de experiencia en análisis político mexicano e internacional. Actualmente se desempeña como empresaria, líder de opinión y columnista en diversos medios de prensa y televisión. X: @asarur IG: @adrianasarur

Casas sin gente, gente sin casa

Las personas que pasan la noche en el aeropuerto de Barajas no lo hacen por capricho. Ahí encuentran lo que las políticas de vivienda les ha negado, luz, baños, temperatura estable, un techo y un poco de dignidad.

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Cuida los acabados, paso 3 de 10. Foto: Envato Elements

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Foto: Ev/ Unsplash

Por más aeropuertos que cierren por la noche, por más pases de abordar que se exijan para dejar dormir en paz a los pasajeros, la contradicción persiste: hay casas sin gente y gente sin casa. Este fenómeno no es exclusivo del aeropuerto de Barajas, sucede en Nueva York, Chicago, Tokio, incluso ya se observa en Ciudad de México y en cada ciudad con un aeropuerto internacional y en cada colonia con edificios deshabitados, la desigualdad se manifiesta con una crueldad silenciosa.

Las personas que pasan la noche en el aeropuerto de Barajas no lo hacen por capricho. Ahí encuentran lo que las políticas de vivienda les ha negado, luz, baños, temperatura estable, un techo y un poco de dignidad. Pero esta no es una historia sobre inmigrantes en España, también es una historia para españoles en Barajas y una historia sobre cómo el mundo ha normalizado que miles de viviendas permanezcan vacías mientras otros duermen entre jeringas usadas, bancos de plástico o bajo la amenaza de ser desalojados.

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Esto sucede porque la vivienda ya no es concebida como un derecho, se ha convertido en mercancía. Edificios completos de departamentos son comprados para especular, fraccionamientos cerrados esperando que “suba el mercado”, fondos de inversión que prefieren no alquilar antes que bajar el precio. Se castiga la pobreza, no sus causas.

Mientras tanto, los gobiernos en todo el mundo, aquellos que deberían garantizar el derecho a la vivienda, se esconden tras excusas burocráticas aludiendo a que no es su competencia, que no hay presupuesto, que el problema es de seguridad, no de justicia. Como si la falta de un techo fuera un delito y no una herida social abierta.

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Ahora bien, que esta crisis suceda precisamente en Barajas es un mensaje poderoso, puesto que los aeropuertos, en muchos sentidos, son símbolo del privilegio. Que los aeropuertos se hayan convertido en refugio de aproximadamente 500 personas sin hogar, quienes no tienen a dónde llegar es, quizás, el mejor retrato de este mundo volteado de cabeza.

Frente a esta realidad, la solución no puede ser solo cerrar puertas, hace falta abrir las que ya existen. Reconvertir casas vacías en hogares. Crear programas de vivienda social real. Regular el mercado inmobiliario. Dejar de tratar a las personas sin hogar como si fueran basura que se barre de noche. Una ciudad se mide no por sus rascacielos ni por sus aeropuertos, sino por cómo cuida a los que se quedan abajo. Si seguimos permitiendo que haya casas sin gente y gente sin casa, el problema no son ellos. El problema somos nosotros.

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