Lo complejo de la brecha salarial
Con lupa de género

Es maestra en Administración Pública por la Universidad de Columbia y licenciada en Economía por el ITAM. Actualmente es directora de Sociedad Incluyente en el IMCO donde investiga y coordina proyectos sobre género, educación, competitividad, salud pública y desarrollo urbano. Previo a su ingreso, trabajó como consultora independiente para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Instituto Nacional de Ecología.

Lo complejo de la brecha salarial Lo complejo de la brecha salarial
Imagen: Mathieu Stern/Unsplash

Cada vez hay más mexicanas con estudios de educación superior. En 2020, ellas representaron 52% de los universitarios totales en el país, cifra dos veces mayor que hace cuatro décadas. A pesar de estos avances, muy pocas conquistan los puestos más altos, lo que deriva en ingresos promedio menores a los que reciben los varones, ¿por qué?

Claudia Goldin, economista de la Universidad de Harvard y experta en mujeres y empleo, responde a esta pregunta en su libro más reciente, Career and Family. La autora se enfoca en las mujeres con mayor grado de escolaridad en Estados Unidos y concluye que la brecha salarial es el resultado de una brecha de carreras, la cual surge, a su vez, de la inequidad entre parejas. Me explico por partes.

Por un lado, los hogares, sobre todo cuando incluyen niñas o niños pequeños, requieren al menos una persona que tenga tiempo para responder ante cualquier eventualidad. Un catarro, ayuda con tareas escolares o suspensión de clases, son situaciones más frecuentes de lo que quisiéramos y generan una constante incertidumbre, más en el contexto de pandemia.

Por el otro, los “trabajos codiciosos” -como los llama Goldin- son aquellos que alcanzan salarios por hora desproporcionadamente superiores, pero que requieren una mayor inversión de tiempo. Estos tienden a tener jornadas largas e inciertas, requerir mayor contacto interpersonal y enfrentar un mayor nivel de competencia, elementos que son incompatibles con una mayor presencia en casa.

Ante este panorama, aunque en un hogar haya dos ingresos, es racional que uno tenga un papel más activo en casa y otro en el trabajo. Es una forma de maximizar los recursos con los que cuenta una pareja.

Desafortunadamente, por los roles de género, o lo que se piensa que deberían hacer mujeres y hombres, es común que la casa la atiendan ellas mientras ellos continúan con su carrera profesional y avanzan más rápido a los puestos más altos. Con esto, se abre una brecha de carreras, dado que muchas mujeres, incluso las más preparadas, ponen en pausa su vida profesional o, de plano, abandonan el mercado laboral.

Esto crea círculos viciosos, puesto que la misma brecha salarial, más allá de los roles de género, refuerza que sea racional que la mujer se encargue principalmente del hogar.

A las mujeres no nos falta ambición, nos falta tiempo para volar más alto. Pero, ¿qué hacer? La autora no da soluciones específicas, sin embargo deja muy claro que difícilmente habrá igualdad en el mercado laboral sin igualdad en el hogar. Esto no implica que las mujeres que quieran ser exitosas deben sacrificar tener hijas o hijos, si quieren tenerlos. Más bien, a nivel individual se debe seguir trabajando para que los hombres se involucren más con tareas no remuneradas. Por su parte, el sector productivo puede hacer una

diferencia si se ofrecen condiciones laborales más flexibles, que permitan que las y los colaboradores alcancen un mayor balance vida-trabajo.

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