El racismo a la inversa existe, según Elon Musk

Siva Vaidhyanathan es profesor de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Virginia y autor de Antisocial Media: How Facebook Disconnects Us and Undermines Democracy. También es columnista de The Guardian US

El racismo a la inversa existe, según Elon Musk
'Musk es a la vez una celebridad que puede centrar la atención del mundo en una cuestión marginal con solo un tuit y un empleador de miles de personas a las que puede afectar realmente con las políticas y prácticas de su empresa'. Foto: Dado Ruvić/Reuters

Incluso un análisis superficial de la raza y el racismo en el mundo conduciría a la conclusión de que no hay nada sencillo en ello. La identidad racial y la opresión por motivos de raza surgen, se transforman y se erosionan de formas diferentes en distintas partes del mundo. Pero deja que sea Elon Musk quien intente convencerte de que el racismo es simple y sencillo.

Musk te dirá qué es y qué no es “racista”. Y te explicará qué instituciones son racistas y contra quién.

En respuesta a la declaración del desacreditado caricaturista Scott Adams de que los afroamericanos constituyen “un grupo de odio”, periódicos de todo Estados Unidos dejaron de publicar Dilbert, la longeva historieta de Adams.

“En vista de cómo van actualmente las cosas, el mejor consejo que les daría a los blancos es que se alejen de los afroamericanos”, dijo Adams en una rabieta publicada en YouTube. “Simplemente aléjense de una maldita vez”, añadió. “No creo que tenga ningún sentido que un ciudadano blanco de Estados Unidos intente ayudar más a los ciudadanos afroamericanos (…) Voy a dejar de ser útil para unos Estados Unidos afroamericanos porque no parece que valga la pena”.

Se desconoce qué hizo Adams en el pasado que fuera “útil para unos Estados Unidos afroamericanos”, pero es seguro que evitará hacerlo en el futuro. Mientras tanto, Musk defendió a Adams y argumentó que las instituciones estadounidenses perpetran “el racismo contra los blancos”.

Musk, criado por un padre que poseía parte de una mina de esmeraldas, es un CEO en serie que dirige una empresa que dio un trato lo suficientemente deficiente al menos a un empleado afroamericano como para generar daños masivos.

Una persona así podría tener un complejo sentido de cómo funcionan la raza y el racismo. Después de todo, Musk creció en la Sudáfrica del apartheid, un país marcado por la violenta segregación de ciudadanos afroamericanos y blancos, en la que los asiáticos quedaban atrapados en medio y no eran aceptados por ninguno de ellos.

Se mudó al multicultural Canadá, un país que tiene su propia historia de genocidio y exclusión de los indígenas canadienses, y se dio a conocer y amplió su fortuna heredada en Silicon Valley, una parte de Estados Unidos enriquecida por una mano de obra inmigrante, una clase de élite dominada por los hombres, pero cosmopolita, y una segregación y desplazamiento masivos basados en la raza y la etnia.

Si Musk hubiera vivido prestando atención, podría ofrecernos, desde su posición de gran influencia, una muestra de sensibilidad y humanidad. No es difícil, creciendo en tales medios, comprender la historia y la política de manera que se conceda dignidad y comprensión a muchas experiencias diferentes. En cambio, Musk expresa su conocimiento sobre la raza, la desigualdad y la injusticia como lo haría un niño de 12 años.

Quizás sea demasiado fácil criticar a Musk, que claramente tiene facultades limitadas para comprender el mundo en el que es un actor importante y poderoso. Y Adams no es el tipo de persona de la que uno debería esperar que estuviera a la altura de una conversación valiosa sobre cualquier tema de importancia. Así que tal vez deberíamos fijarnos más bien en nuestra propia fascinación por los superricos o famosos y el respeto que les profesamos.

¿Por qué Musk merece nuestra atención? ¿Por qué provoca en muchos de nosotros (yo incluido) ataques agudos de ira y frustración? Deberíamos distinguir entre las personas influyentes y las poderosas.

Cuando la estrella del basquetbol Kyrie Irving elogia una película antisemita, es merecedor de oprobio, incluso de vergüenza. Cuando J.K. Rowling despotrica contra las mujeres trans, desplegando su enorme plataforma contra los indefensos, deberíamos ser severos en nuestra crítica de semejantes “golpes”. Cuando Adams, que no tiene ningún poder real, hace el ridículo, en realidad solo se perjudica a sí mismo y a los medios que publican sus pequeñas historietas, razón por la que tantos ejercieron rápidamente su derecho a la primera enmienda para abstenerse de publicar su cómic.

Irving, Rowling y Adams tienen influencia, pero principalmente sobre quienes ya tienen ideas afines. Debería horrorizarnos que personas tan cómodas y famosas se encarguen de convertir a otros en víctimas de su cólera paranoica. Sin embargo, ellos representan más bien las posturas nocivas de millones de personas. Esos millones viven entre nosotros. Quizás la indignación contra los fanáticos más vociferantes y ricos no esté generando el efecto deseado.

La prisa por defender a Irving, Rowling, Adams y otros revela hasta qué punto despiertan simpatía entre las personas que piensan como ellos. Esto no significa que deberíamos abstenernos de tal reprimenda. Pero debería hacernos reflexionar. ¿Es la simple reprimenda –contra quienes tienen menos probabilidades de sufrir una vergüenza escasa o una sanción comercial ocasional y temporal– la mejor manera de abordar los graves males de la sociedad?

Pocas celebridades, aparte de Donald Trump, promovieron las teorías conspirativas de QAnon, pero de cualquier modo la violencia surgió entre sus seguidores. El peligro se agravó cuando Trump, él mismo una figura clave en la mitología de QAnon, promovió la acción directa contra el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021.

QAnon sería peligroso incluso si Trump no hubiera pronunciado su discurso esa mañana. Nuestro reto consiste en que prejuicios como el racismo, la homofobia, la misoginia y la transfobia están integrados en nuestros hábitos culturales y codificados en los datos y procesos que guían nuestras vidas.

Las opiniones de un individuo, incluso de uno tan famoso como J.K. Rowling, no importan tanto como podríamos suponer. Pero, ¿qué hay de Musk y su historial? Su hostilidad hacia las personas trans está bien documentada.

No obstante, Musk rara vez ha hablado directamente de raza o racismo en su larga vida pública. La peculiar visión del mundo de Musk revela una ideología más preocupante que la simple intolerancia vulgar.

En la extraña obsesión de Musk por la población se encuentran aspectos inquietantes. Refleja la teoría del “gran reemplazo”, un marco de supremacía blanca que supone que los cambios demográficos superarán a las poblaciones blancas y, por tanto, amenazarán su poder. Despierta profundos temores históricos relacionados con la “cría de mestizos”.

El reemplazo ha sido el temor explícito de antisemitas y extremistas antiinmigrantes en Norteamérica y Europa durante décadas. Ha provocado violencia en todo el mundo y es primo de la mortal teoría de la conspiración antimusulmana de que existe una “yihad del amor” en la India.

Musk es, como de costumbre, incapaz de distinguir entre la realidad y la ficción cuando habla de demografía. Francamente, Musk es más peligroso, incluso con sus posturas a medio expresar y extravagantes, que cualquier simple celebridad.

Musk es a la vez una celebridad que puede centrar la atención del mundo en una cuestión marginal con solo un tuit y un empleador de miles de personas a las que puede realmente perjudicar con las políticas y prácticas de su empresa.

El estado de California demandó a Tesla, la empresa automovilística de Musk, por su supuesta discriminación contra empleados afroamericanos. (Tesla niega las acusaciones, y está impugnando la demanda). Sus arrebatos contra los trans deben hacer que los empleados trans de sus diferentes empresas se pregunten si recibirían un trato justo por parte de la dirección. Musk se burló de un exalto empleado de Twitter, al que expulsó de su casa después de que Musk insinuara que el empleado, que es gay, tolera la pedofilia.

Las políticas de Musk en Twitter permitieron el regreso de muchas cuentas que fueron prohibidas en el pasado por violar diversas políticas. Las expresiones de odio y racismo en el servicio aumentaron, dejando así a los usuarios de Twitter menos seguros y cómodos a la hora de expresarse. Esta represión de la libertad de expresión rara vez es reconocida por Musk o sus fanáticos. Por lo que continúa el perjuicio para el público y Musk se mantiene ajeno y despreocupado.

La intolerancia, y el acoso y la violencia que inspira, nos roba a todos la vida pública más rica posible. Las grandes conspiraciones que se basan en mitos demográficos y en el miedo al “reemplazo” siembran tendencias que podrían provocar una violencia genocida. Esa violencia –incluso la amenaza de violencia– hace callar a quienes más anhelan ser escuchados y a quienes no han sido escuchados en absoluto.

Para todo aquel que pretenda apoyar una esfera pública rica y diversa, es imperativo que comprenda y se oponga a la intolerancia y a las teorías conspirativas racializadas en todas sus formas, la democracia depende de la decencia.

Siva Vaidhyanathan es profesor de Medios de Comunicación en la Universidad de Virginia y autor de Antisocial Media: How Facebook Disconnects Us and Undermines Democracy.

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