Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_
¿También sientes que el mundo está de cabeza?
Una brecha generacional está en curso y cinco generaciones distintas están a punto de compartir el espacio de trabajo.
Una brecha generacional está en curso y cinco generaciones distintas están a punto de compartir el espacio de trabajo.
Hace poco hablaba con amigos sobre el “Feliz todo“, ese meme que mostraba la celebración de todas las fiestas al mismo tiempo. Lo traigo a cuento porque a nuestra estabilidad mental y emocional no le ayuda que en 2021 haya quienes pretendan manipular nuestro calendario, como cuando se emiten falsas alarmas del regreso a clases, promueven la Navidad en julio, celebran el Halloween todo el año o el mes patrio en agosto (¿verdad, Netflix?).
Como humanos tenemos la necesidad de sentir control sobre lo que sucede en nuestro entorno. Saber que nuestras acciones pueden influir en los resultados es esencial para nuestro bienestar. De acuerdo con una investigación de 2020 de la American Psychological Association, nuestro sentido de autonomía se vio mermado cuando se declaró a la pandemia como una emergencia global, pero casi de inmediato empezamos a recuperar la confianza porque tenemos el poder de mejorar psicológicamente, incluso cuando una situación de estrés aún no termina.
En la actualidad, la pandemia no es el único factor que nos hace sentir que nos mueven el piso. Una brecha generacional está en curso y cinco generaciones distintas están a punto de compartir el espacio de trabajo por primera vez en la historia, como se afirma en el libro Gen Z 360. Es un cambio de paradigma que ya explicaba el físico Thomas Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas, donde proponía que cuando un nuevo conjunto de perspectivas y condiciones llega a su punto de madurez, es aceptado y reemplaza a las viejas perspectivas.
¿Pero cuándo empezó para nuestra generación esta sensación de que las cosas están empeorando? Tal vez con la llegada de las redes sociales, cuando nos dimos cuenta de que la mayoría de las personas no sabe escribir bien. Lo toleramos en los chats de ICQ, pero con Facebook y Twitter se volvió más evidente. En la escuela nos dijeron que debíamos tener buena ortografía, pero de pronto nos relajamos y hasta los que podemos escribir bien nos permitimos escribir mal.
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Las cosas se han ido adaptando a necesidades específicas. ¿Recuerdan cuando el concepto de “democratización” se volvió parte de todos los discursos? La democratización del conocimiento, de la cultura, de los medios, de la moda, del cine… Hoy ya puedes hacer una película con tu celular, y pronto podrás inscribirte en una carrera técnica del Conalep como lo dio a conocer la AMACC hace unos días. Pero algunos ámbitos difícilmente dejarán de ser controlados por ciertas élites.
¿Es democratización o es mediocretización? He aquí la pregunta que ronda las cabezas de muchas personas. Hoy se habla de acabar con la disciplina y con la presión, pero como resultado tampoco hay nivel, ni satisfacción, ni premios y, sin embargo, se continúa impulsando el nacionalismo como si los hubiera. México no tuvo películas ganadoras en Cannes y los resultados en los juegos olímpicos fueron mediocres, justo cuando el nivel educativo en el país está por los suelos.
Históricamente, los Juegos Olímpicos habían sido la plataforma para la excelencia, donde solo podían llegar los mejores. No hay que olvidar que la palabra “olimpiada” proviene de Olimpia, lugar del santuario de Zeus, razón por la que estos juegos representan una celebración a la altura de las deidades. Tal vez –y sólo digo “tal vez”– deberían considerar cambiarles el nombre, aunque todavía falta ver si lo que sucedió este año tiene una repercusión real.
Tampoco es la primera vez que se nota la brecha generacional en los Juegos Olímpicos, apenas en 2016 se les llamó las “olimpiadas millennial” pues hubo quienes se molestaron porque este evento abandonó la solemnidad. Los atletas hacían dabbing y bailaban a la menor provocación. Ahora, cuando en redes sociales abundan videos de chicos exhibiendo sus cuerpos y haciendo coreografías, me remonto a aquellos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y pienso que ahí pudo ser el origen del fenómeno de los púberes ejercitados bailando en TikTok. En mi generación, a estos chicos los hubieran buleado en la escuela, pero ahora es otra muestra de un cambio de mentalidad.
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Hoy, la aversión a todo lo que parezca privilegio ha provocado que lo que antes era percibido como bello, ahora sea feo. Y lo que antes era considerado feo, ahora sea bello. El cambio de paradigma se nota también en el lenguaje inclusivo, en el discurso sobre la salud mental y en la integración a la sociedad de las personas que viven con discapacidad. Se ve, por supuesto, en los atletas que rechazaron la presión que viene con el deporte y en los que son atacados y atacadas por ser personas trans.
Más o menos en esta línea iba una desafortunada reflexión de un sacerdote (al que ya no vale la pena nombrar) que se volvió viral en redes sociales, provocando la justa indignación de muchos por decir cosas como “estar a favor de la familia y la religión es dictadura, pero orinar sobre los crucifijos es libertad de expresión. Si no es el fin de los tiempos, debe ser el ensayo”. Prueba de que un genuino sentido de desorientación puede ser mal encauzado.
Solo diré que también hay gente que se mofa de los terraplanistas, pero ante la falta de respuestas considera factible que vivimos en una simulación creada por inteligencia artificial. Es la misma gente que no cree en Dios, ni en la vida en otros planetas, ni en los viajes astrales, ni que una persona pueda nacer en el cuerpo equivocado… pero sí creen que vivimos en la Matrix.
Bien apunta The New Inquiry, un polémico medio digital, que los delirios de algunos personajes influyentes como Elon Musk los han llevado a cuestionar todo excepto sus propios errores, e incluso a creer que vivimos dentro de una computadora: “Es más fácil para las grandes mentes de nuestra sociedad imaginar que el mundo material es un juego de video, que concebir un cambio sustancial en el statu quo”.
El mundo de cabeza, ni más ni menos.
BREVES
La salud mental en los deportes ha sido explorada en documentales como Headstrong (2019) o The Weight of Gold (2020). Sobre el tema, en Netflix se encuentra disponible Naomi Osaka (2021), sobre la famosa jugadora de tenis.
El 13 de agosto llega a la plataforma de Apple TV Plus la película Coda: Señales del corazón, la absoluta ganadora en el pasado Festival de Cine de Sundance. El estreno en México está programado para el 23 de septiembre en salas de cine.
Continúan los estrenos de verano en la pantalla grande, ahora con títulos como Free Guy y No respires 2, a partir del 12 de agosto.