Tenía que suceder en algún momento. Tom Cruise ha envejecido. Pero aquí no vamos a caer en el edadismo ni humillarlo por su madurez, mucho menos le vamos a exigir que se mantenga joven para siempre. No, aquí no somos como sus fans, que se hacen de la vista gorda con todos los defectos del actor pero critican a las actrices de su misma generación por todo lo anterior.
Con el estreno de Misión: Imposible, Sentencia final, al antes ídolo juvenil de los años 80 se le ha visto más vulnerable que nunca. Contradictorio, para alguien que se ha pasado los últimos años de su vida mostrándose como un héroe de acción invencible. Al menos así es como yo lo percibo: frágil, discreto, incluso tímido.
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Al desfilar por la interminable alfombra roja que en 2025 lo ha llevado desde el Festival de Cannes hasta la Ciudad de México, posando junto a famosos de las nuevas generaciones e incluso influencers que podrían ser sus nietos, dejándose fotografiar por paparazzi que son cada vez más violentos y que le exigen hacer malabares como chango para “demostrar” que sus habilidades como stunt man son reales… extraño su sonrisa jovial e incluso sus manías neuróticas.
Lo cual es mucho decir, si tomamos en cuenta que, durante años, Tom Cruise fue el modelo a seguir de muchos de los hombres más tóxicos del planeta. Creo que ya es hora de decirlo. Solamente en México, toda esa generación que creció en la “plenitud del pinche poder”, fue la misma que se educó viendo sus películas.
Estoy hablando de cantantes como Luis Miguel, políticos como Enrique Peña Nieto e infinidad de actores y figuras del espectáculo que imitaron su estilo (sin éxito), como por decir, Roberto Palazuelos, Jorge “El Burro” Van Rankin, Sergio Mayer y hasta Eduardo Verástegui. Pero, mientras Tom Cruise evolucionó (a su manera), todas estas personas se quedaron aferradas a un copete y a lo peor de su generación.
Tom Cruise es, en esencia, lo que conocemos como un “boomer” o “baby boomer”, aquellas personas que nacieron durante el auge de la natalidad tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1946 y 1964, y aunque Tom pertenece al último tramo de este período (1962), comparte generación (y copete) con personajes como Donald Trump.
Es un ejercicio interesante tratar de adivinar cuáles fueron las influencias para alguien como él, que después se convertiría en un ídolo por mérito propio. Podemos ver algunos rastros de íconos de los años 70 que marcaron a los jóvenes de aquella época, como Robert Redford, Paul Newman, Christopher Reeve, Clint Eastwood, Frank Sinatra o John F. Kennedy (padre e hijo) pero, sin duda, Tom Cruise trajo algo nuevo a esta mezcla.
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Su neurosis, megalomanía y obsesión por el poder, tan típicas de una era donde el concepto de éxito iba de la mano de riqueza y progreso, lo llevaron al límite en diversos momentos de su carrera. Quedan para la posteridad, la vergonzosa entrevista con Oprah Winfrey donde se puso a saltar en un sillón, las muchas veces que regañó a reporteros (aún teniendo motivos, como cuando le lanzaron un chisguete de agua), la pelea mediática que sostuvo con Brooke Shields por el uso de antidepresivos o el audio que se filtró en el que (otra vez) regañaba a miembros de su staff.
Nada de esto se compara con su escandalosa defensa del culto al que pertenece, la Cienciología, que lo llevó a tener múltiples agravios con diversas figuras del espectáculo, pero principalmente con sus varias novias y esposas. Tras una separación, más o menos diplomática, de Nicole Kidman, su siguiente relación significativa, con Katie Holmes, tampoco acabó nada bien y continúa dando de qué hablar hasta hoy.
La estrategia de promoción de Misión: Imposible, Sentencia final fue la de venderla al público como el último capítulo de esta exitosa saga, una de las más importantes en la carrera de Tom Cruise, y jugar con la idea de una despedida, probable razón por la que el astro del cine se mostró tan melancólico frente al público y los medios. Sin embargo, ya sabemos que Hollywood emplea este tipo de trucos para atraer al público.
En los últimos años, Cruise ha tomado las debidas precauciones para proteger su legado como superestrella cinematográfica. Sin temor a equivocarme, diría que siempre lo vamos a recordar como aquel galán de los 80 que hizo una transición muy exitosa a productor de cine y héroe de acción, y que se volvió legendario por realizar sus propias escenas de riesgo sin la ayuda de dobles. De paso, salvó a la industria del cine (poca cosa) tras la pandemia, al negarse a suspender la filmación de las superproducciones de verano que posteriormente ayudaron a devolver al público a las salas de cine.
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Por este tipo de acciones fue condecorado como Caballero de las Artes y las Letras en Francia, además de recibir una Palma de Oro honoraria en el Festival de Cannes y la Gran Medalla del Aero-Club del mismo país, por sus grandes contribuciones a la aviación e inspirar a nuevas generaciones de pilotos. No me cabe la menor duda de que, además, cuando finalmente se realice la primera entrega del Oscar al “Mejor diseño de acrobacias”, Tom Cruise volverá a figurar de alguna manera.
Muchos estaríamos felices de pensar que esta era de masculinidad tóxica por fin terminó, pero al menos dentro de la industria cinematográfica, se dice que la intención de esta estrategia publicitaria fue -precisamente- asegurar el éxito de su más reciente película para poder continuar más adelante. El truco funcionó y, aunque Misión: Imposible, Sentencia final no rompió todos los récords que se esperaban, sí tuvo un desempeño notable.
BREVES
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