Islas desiertas: los resorts batallan para sobrevivir tras un año sin turistas
Una drástica recesión económica en Vanuatu ha obligado a cerrar temporalmente el complejo de Warwick Le Lagon. Fotografía: Dan McGarry

Por Dan McGarry, Sheldon Chanel y Emmanuel Samoglou

De los pocos países en el mundo que lograron mantenerse completamente libres de Covid, la mayoría son islas en el Pacífico del Sur.

Muchos países del Pacífico, protegidos por lejanía y las decisiones del gobierno para cerrar fronteras, han mantenido muy bajos sus números de contagios, con algunas notables excepciones, incluyendo a Polinesia Francesa, que resumió muy temprano los viajes internacionales y sufría un devastador brote en la segunda mitad de 2020 y Papua Nueva Guinea, que actualmente se enfrenta a un grave incremento.

Pero, en estas economías dependientes del turismo, el cierre de fronteras que las mantuvo a salvo también significó un desastre financiero.

Antes de la pandemia, el turismo contribuía alrededor del 40% al producto interno bruto de Fiji (alrededor de 963 millones de dólares), y empleaba directa o indirectamente a casi 150,000 personas. Pero conforme cayeron las llegadas de visitantes en un 87%, la economía colapsó en un 19% en 2020.

Los ingresos fiscales de Vanuatu cayeron alrededor del 19% de 2019 a 2020, con un enorme costo personal para los residentes. La Cámara de Comercio de Vanuatu recientemente desplegó una campaña en redes sociales para resaltar el impacto del estancamiento económico entre los empresarios de Ni Vanuatu, con hashtags como #WeAreNotAllFine y #LaefIHadNaoia (la vida es difícil ahora).

Para el diminuto país de las Islas Cook en el este del Pacífico, que antes de la pandemia veía hasta 17,000 turistas al mes, incluso la creación de una burbuja turística con Nueva Zelanda no ha podido ayudar, con la llegada de visitantes aún por debajo de los 200 al mes. Samoa, que tiene una economía más diversificada, ha estado mejor, pero no cabe duda de que las finanzas nacionales serán un punto de debate durante las elecciones generales que se aproximan.

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Muchos volvieron a la agricultura, dependieron de familiares en el extranjero, diversificaron sus negocios y utilizaron habilidades de supervivencia que comúnmente son solo necesarias después de un ciclón. Así han sobrevivido tres países en el Pacífico tras un año con las fronteras cerradas.

Vanuatu: Hoteles de cuarentena y planeación para el desastre

Anthony Jaensch es el gerente general de Tamanu Beach Resort, un hotel boutique a media hora de la capital Port Vila. Él estima que su negocio ha caído un 90% desde el inicio de la pandemia.

Poner a disposición lo que solía ser un resort exclusivo para servir como hotel de cuarentena para los viajeros retornados no ha salvado sus balances finales, según él, pero al menos ha podido mantener a algunos empleados.

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Unos pocos miembros del personal de mantenimiento son los únicos ocupantes que quedan en el complejo de la isla de Erakor, cerca de Port Vila, Vanuatu. Fotografía: Dan McGarry

Otros se las han tenido que arreglar con las ruinas de los comercios locales restantes.

Mike Thompson opera Vanuatu Zipline, un tour no invasivo por la jungla que permite que los visitantes contemplen el bosque virgen de forma no invasiva. Él terminó la construcción de una tirolesa a través de un cañón espectacular unos meses antes de la pandemia.

“De hecho ayer hicimos cuentas”, dijo, “y caímos un 96% … Pasamos de tener 25 empleados a tener prácticamente uno solo”.

Él atribuye la supervivencia de su negocio a la precaución habitual aprendida al vivir en el que el Banco Mundial dice que es el país más propenso a los desastres en el mundo. “Teníamos una reserva de dinero para seguir funcionando, y tenemos algunos otros activos… Logramos vender esos activos para recuperar un poco de dinero”.

“De no ser porque tenemos un negocio fuerte… estaríamos muertos”.

Thompson relató cómo las dificultades económicas estiraron el resistente tejido social de Vanuatu hasta el punto en que comenzó a romperse. Las familias comenzaron a separarse, dijo, y miles de personas buscaban empleo en el extranjero como último recurso. Teme que aumenten las tasas de suicidio si no mejoran las condiciones.

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El gobierno de Vanuatu anunció el programa de asistencia al empleo el año pasado, con el que proporcionan a los empleadores un subsidio para los salarios para ayudarles a retener trabajadores. La implementación se vio afectada por retrasos y enredos burocráticos. De los 30 millones de dólares destinados al programa, apenas la mitad se repartió antes del final del año.

La vacunación es la prioridad de los empresarios. En un video producido por la Cámara de Comercio, la vendedora de artesanías Jocelyn Garae dijo, “Si la vacuna no llega, y el confinamiento se extiende, nos veremos obligados a cerrar todo”.

Fiji: Remesas y el retorno a las aldeas

El año pasado fue uno de los más dolorosos para Licia Tuipulotu, una extrabajadora de la colosal, pero actualmente paralizada, industria turística de Fiji.

Tuipulotu y su esposo, un ingeniero marítimo, fueron despedidos cuando el Covid-19 llegó a la isla en marzo de 2020, dejando a su familia de seis sin saber de dónde sacarían su próxima comida.

Tuipulotu, de 33 años, trabajaba como administradora en una compañía que hacía viajes en barco desde Denarau Island, un sitio popular entre los turistas australianos, que alberga hoteles internacionales tales como el Sheraton Fiji, el Radisson Blu Resort y el Hilton Resort.

Tras siete años de trabajar en el turismo, dice que se siente “inutil” sin trabajar mientras batalla para llevar comida a casa, y suelo romper en llanto de la desesperación.

El estrés de la situación ocasionó tensiones en su casa y la familia se vio obligada a intercambiar un tapete ceremonial, que les fue obsequiado en el primer cumpleaños de su hijo, por alimentos y productos para bebé.

“Ese fue el momento más desafiante que enfrentamos como pareja, darnos cuenta que teníamos que alimentar a nuestros hijos, pagar las deudas, la renta y préstamos”, dijo.

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La familia encontró asilo y un poco de tranquilidad gracias a varias redes comunitarias como los grupos de la iglesia y el apoyo de los ancianos.

Un tercio de la fuerza laboral del país, 115,000 personas, perdieron sus empleos por el colapso económico ocasionado por la pandemia, y los empleados del turismo fueron los más afectados.

Muchos regresaron a sus aldeas o acudieron a la agricultura y la pesca para sobrevivir.

El apoyo también llegó gracias a los parientes y amigos en el extranjero en forma de remesas, que aumentaron en un 11% hasta su máximo histórico de 314 millones de dólares el año pasado, de acuerdo con el banco central de Fiji.

Mientras continúan las negociaciones para establecer una burbuja turística con Australia y Nueva Zelanda, el gobierno de Fiji implementó algunas medidas para aliviar el golpe económico sobre las familias y negocios.

Estas incluyen asistencias para el desempleo que en total alcanzan los 49 millones de dólares, la promoción de una iniciativa para los multimillonarios dueños de yates, y, controversialmente, el permiso para los trabajadores desempleados de retirar fondos de sus cuentas de jubilación.

El Fiji National Provident Fund (FNPF), que también posee cuatro de los resorts más grandes, ha procesado 55 millones de dólares en retiros desde el inicio de la pandemia, pero hay preocupaciones sobre la sostenibilidad y el impacto a largo plazo de esta jugada.

“Estamos agradecidos por la ayuda de FNPF pero ese es el dinero que tal vez necesitaremos para enviar a nuestros hijos a la universidad o para jubilarnos”, dijo Tuilupotu.

“Me pregunto si lograremos recuperar todo el dinero en caso de que las cosas vuelvan a la normalidad”.

El esposo de Tuipulotu, desde entonces, logró encontrar un empleo en una compañía local de transporte y envíos para aliviar las dificultades financieras de la familia.

Pero el sufrimiento del año pasado cambió la perspectiva de la familia sobre el trabajo y la vida, y les ayudó a apreciar la importancia de desarrollar y cultivar redes comunitarias.

“El Covid-19 nos hizo darnos cuenta de que no podemos depender de nuestros trabajos como la única fuente para vivir y que debemos apreciar a todas y cada una de las personas que tenemos en nuestras vidas”, dijo.

Islas Cook

A finales de marzo del año pasado, cuando las Islas Cook (un país de apenas 18,000 personas en el Pacífico este) cerraron sus fronteras, los ingresos del turismo desaparecieron de un día para otro. Desde entonces, los residentes esperan el regreso de los turistas, pero parece que su paciencia se agota.

El artista local Ine, propietario, junto con su esposa, de The Little Red Gallery en la capital Avarua en la Isla de Rarotonga, dice que comenzó a prepararse para lo peor en aquellos primeros días.

“Las noticias decían que iban a ser algunas semanas, o tal vez un par de meses. Pero siendo realistas, somos personas prácticas, y vimos la velocidad con que escalaban las cosas, entonces pensamos ‘no, esto durará algo más que eso’“, dijo el artista.

“Ahí es cuando empezamos a pensar en construir jardines, pescar nuestros alimentos, y cosas así”.

En 2019, las Islas Cook le dieron la bienvenida a 171,550 visitantes y la industria del turismo contribuyó 698,000 dólares diarios a la economía. Ine calcula que antes de la pandemia, el 80 o 90% de los clientes de la galería eran turistas. Sin turismo, su negocio prácticamente se evaporó, con algunas ventas ocasionales para compradores locales.

Cuando cerraron las fronteras, el sector privado y el gobierno se movieron habilidosamente para prevenir la recesión. El gobierno armó un paquete económico de 42.6 millones de dólares, que incluía un subsidio para los salarios y becas para mantener a los trabajadores en su puesto y para prevenir el cierre de los negocios. Desde entonces, el gobierno ha gastado 4.8 millones de dólares al mes para proporcionar asistencia financiera a individuos y negocios, pero simplemente no tienen ese dinero.

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Aunque localmente se aplaudió la decisión, el paquete de rescate del gobierno, financiado a través de las reservas de dinero que ya se agotaron, préstamos de bancos de desarrollo y la asistencia de Nueva Zelanda, atrajo las críticas de algunos neozelandeses. Ellos cuestionaron el por qué de la contribución a la recuperación de las Islas Cook cuando su propio sector de viajes también sufrió.

Eve Hayden, directora ejecutiva de la cámara de comercio de las Islas Cook dice que empatiza con los operadores turísticos de Nueva Zelanda que han lidiado con sus propios problemas. Pero dice que el gobierno neozelandés también tiene la obligación de cuidar de las Islas Cook por la relación especial que mantienen.

“Los residentes de las Islas Cook son neozelandeses, y las Islas Cook son un reino de Nueva Zelanda”, dijo. “Si la economía de las Islas Cook colapsa, el equipo de Nueva Zelanda sumará a 17,000 personas a su equipo de cinco millones”.

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La pequeña galería de arte rojo en Avarua. Los cierres de fronteras relacionados con Covid han afectado duramente a las Islas Cook. Fotografía: Emmanuel Samoglou

Algunos operadores han aprovechado la crisis para construir y refinar sus productos.

El guía local Josh Utanga opera una compañía de tupas que se especializa en paseos submarinos en la laguna y el arrecife de Rarotonga. Gracias al tiempo extra, pudo diversificarse hacia la salud y el wellness al construir un sauna para sufres y para otros que buscan relajarse. “Para mí fue un año de reinvención”, dijo.

Otros no han tenido tales oportunidades. Un débil mercado laboral disparó las oleadas de disminución de la población, pues cientos de residentes viajaron a Nueva Zelanda para buscar trabajos de temporada y salarios más altos.

Mientras arrastra el pincel sobre un gran lienzo frente a su galería semivacía, One dice que no tiene planes de irse. Hay mucho que perder.

“Veo que muchas personas se van a Nueva Zelanda por dinero, pero si todos lo hiciéramos, entonces nuestro turismo está frito porque todos nosotros, miniempresarios, hacemos que las personas quieran venir de visita”, dijo Ine.

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