Guardando el Apocalipsis en la nueva biblioteca del Palacio de Lambeth Guardando el Apocalipsis en la nueva biblioteca del Palacio de Lambeth
La nueva Biblioteca del Palacio de Lambeth. Foto: GrindtXX/Wikicommons

Un puercoespín con apariencia peligrosa se escurre por la parte de abajo de la página de un manuscrito medieval entre escenas de dragones que escupen fuego, cuerpos que hierven en calderos y botes que se hunden en inundaciones bíblicas. Mejor conocido como el Apocalipsis de Lambeth, este texto ilustrado del siglo XIII es uno de los más espeluznantes de la magnífica colección de la Biblioteca del Palacio de Lambeth que tiene el archivo religioso más importante de Reino Unido y el más grande de Europa sin contar el del Vaticano, en Roma. Durante siglos, estos tesoros se guardaron en una serie de habitaciones maltratadas y con corrientes de aire por doquier. Ahora, después de 400 años, finalmente tienen una casa construida especialmente para ellos y se puede decir que si el Apocalipsis llega alguna vez al sur de Londres, esta fortaleza seguramente resistirá.

“Noé podría llegar en su arca y la colección estaría a salvo”, dice Clare Wright, la arquitecta escocesa encargada de la construcción de la nueva biblioteca de 24 millones de libras (unos 648 millones de pesos). “Creamos un búnker de concreto con más búnkers en el interior, todos con un nivel de riesgo de inundación de uno en mil años”.

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Uno de los tesoros de la Bibliteca de Lambeth, ahora en una sede perfectamente blindada. Foto: Sarah Lee/the Guardian

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Para ser un búnker, es bastante refinado. Cubierto en un sobrio traje de ladrillos rojos, el edificio se eleva como poderoso bastión en una curva en el camino de Lambeth Road. Su torre de nueve pisos sobresale por encima del hospital de Santo Tomas con vista hacia el Palacio de Westminster del otro lado del Támesis. Su fachada es de cantera brillante color ladrillo. Es una masa monolítica en  la que se asoman unas pocas y pequeñas ventanas y la puerta de acero de la entrada gris oscuro. Por encima de todo se encuentra una terraza que parece un mirador. Se trata de un edificio público, pero su principal propósito es evidentemente la seguridad de la colección. Lo único que falta son los cánones.

“La protección del archivo era nuestra prioridad”, dice el director de la biblioteca Declan Kelly. “Uno de los miembros del patronato preguntó por la cafetería y la tienda, pero no tenemos. Hay un pequeño espacio en donde los lectores pueden preparar una taza de té y también hay un pequeño espacio de exhibición, pero el énfasis de la construcción es proteger la colección”.

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Los guantes de Carlos I en la Biblioteca del Palacio de Lambeth. Foto: Sarah Lee/the Guardian

La prioridad a los manuscritos por encima de la gente es evidente por  el aspecto utilitario del edificio: Se trata de la máquina funcional de un bibliotecario para conservar, catalogar y almacenar. En ocasiones se permite el acceso a los lectores. Desde lejos, se podría pensar que se trata de la ventana de ventilación del tren rápido, o el ala de servicio de un enorme hospital en la carretera, pero el sentimiento de austeridad es intencional. “Existe un imperativo moral de que el edificio está bien construido”, dice Wright, “pero no es extravagante ni indulgente”.

Puede ser que sea un tanto tajante para una ubicación tan sensible, pero el proyecto es la torre sólida más reciente de las que han ido surgiendo en las tierras del palacio. La residencia oficial del arzobispo de Canterbury fue creciendo durante los últimos 800 años porque cada obispo dejó su huella. Empezó en el siglo XIII con Stephen Langton, cuya capilla sigue de pie aunque a la sombra de las paredes rústicas de la Torre Lollards que se construyó en 1435 y después se usó como prisión.

“Hay un pequeño espacio en donde los lectores pueden preparar una taza de té y también hay un pequeño espacio de exhibición, pero el énfasis de la construcción es proteger la colección”- Declan Kelly, director de la biblioteca

También se encuentran las imponentes edificaciones de ladrillo de la puerta de entrada de Morton que se construyó en 1495.  En el otro extremo en una esquina abandonada del jardín, la nueva biblioteca se eleva varios pisos sobre las torres del palacio, y su presencia robusta destaca en el cielo.

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El Atrio del Palacio de Lambeth. Foto: Alex Baker

“Queríamos que el edificio se sintiera como parte de la pared del jardín”, dice Wright. “Se trata del ‘nuevo portal del conocimiento’ para complementar las otras puertas del palacio”. Su despacho Wright & Wright ganó el proyecto derrotando a nombres internacionales como Zaha Hadid y Herzog & de Meuron, en parte porque fueron los únicos que llegaron hasta la orilla del terreno para ocupar menos espacio en el jardín. Su gran castillo de ladrillo es un baluarte en el camino y protege el jardín del palacio y cobija un nuevo paisaje alrededor de un estanque, diseñado por Dan Pearson Studio.

Otro punto a favor de los arquitectos fue su reputación como especialistas en bibliotecas. Desde hace tiempo son los favoritos de Oxbridge, ya que crearon hogares sensibles para las bibliotecas de Corpus Christi, Cambridge, y Magdalen y St. John en Oxford.  Todas son adiciones cuidadosas a los escenarios históricos que se agregan de manera inteligente a sitios difíciles, en donde mucho del carácter viene de lo que ya había allí. Puedes darte cuenta de que no se sienten tan cómodos con la responsabilidad de construir un edificio de esta magnitud. En algunos lugares se siente genérico, lo que contrasta mucho con la cualidad especial de lo que alberga, tal vez se usa demasiado la acostumbrada paleta de chapa de cedro, acero gris y losas blancas en el techo.

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Aspecto de la Prisión de Lollath en el Palacio de Lambeth. Foto: Alex Baker

Desde la entrada principal, una sala de lectura con anaqueles te lleva a disfrutar la vista de un camino de árboles maduros tiene espejos altos que crean la ilusión de estar leyendo en medio del bosque. Con respecto a la seguridad, la habitación está dispuesta de tal forma que el supervisor puede observar sin problemas desde su escritorio y además hay vigilancia desde las oficinas del piso superior. Una sala de conservación de un solo piso se extiende hasta el paisaje, enmarca el otro lado del estanque y proporciona a los conservadores facilidades de clase mundial, una bendición comparada con los cuartos amontonados del ático. Hay también una serie de salones de clases y de reunión en donde el arzobispo puede llevar a cabo reuniones más confidenciales fuera del palacio.  El nido de águilas del techo está diseñado como seminario pero también se le concibió con algo de privacidad en mente, dadas las vistas espectaculares de la cima. El acceso público a este nivel tristemente se limitará a un día al mes, especialmente por los cuidados administrativos que se necesitan para un espacio al aire libre con esta altura, pensando en los eventos recientes en el Tate Modern. Pero  lo mejor de todo es que se logró tener todo bajo un mismo techo.

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“Es una gran diferencia con lo que habíamos hecho hasta ahora”, dice el bibliotecario y archivista Giles Mandelbrot. “Cuando estábamos en el palacio, los objetos preciosos de la colección tenían que envolverse en bolsas de plástico durante los días de lluvia para cruzar el jardín y llegar a la sala de lectura”.

Las bolsas de transporte podrán ser adecuadas para los libros de pasta suave de Penguin, pero no son lo mejor cuando tienes en tus manos una escritura medieval invaluable. Mandelbrote está terminando una lista de lo destacado de la colección para exhibirlo en vitrinas en un mezzanine que se encuentra sobre la entrada cuando el edificio se abra al público en primavera. El potencial del material de exhibición es impresionante. Cuentan con los Evangelios de Macdurnan en una joya de tamaño bolsillo del siglo IX, la Biblia de Lambeth con vastas y profusas ilustraciones, la única copia que sobrevive de la orden de ejecución de María Reina de Escocia, y los guantes que utilizó Carlos I en el patíbulo. También hay objetos que nos enseñan algunas de las cosas más extrañas que preocupaban a los obispos de tiempos pasados. Un panfleto del siglo XVI titulado “La aprehensión y la confesión de tres brujas famosas” incluye un apasionado debate sobre si el perro negro que utilizó una bruja en sus hechizos en contra de los enemigos tenía o no cara de simio. También está una daga de plata de la era del Plan Papal, que se describe como “posiblemente una edición especial de la procesión para quemar al papa en Londres en 1679”.

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Página de la Biblia de Lambeth. Foto: Biblioteca del Palacio de Lambeth/Wikicommons

Se trata de un buen recordatorio del origen de esta biblioteca. El arzobispo Richard Bancroft la cedió a la nación en 1610, en una época en la que el acuerdo religioso isabelino se sentía bajo ataque de la iglesia católica romana por un lado y por los puritanos por el otro. En esta era de fuerte controversia, cuando las diferencias teológicas se resolvían por escrito, se crearon estas bibliotecas como arsenales de literatura. En este nuevo edificio, la Iglesia de Inglaterra tiene un poderoso almacén para preservar las municiones de los difíciles siglos pasados con un espacio adicional del 20% para cualquier cosa que se pueda presentar en el futuro.

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