La destrucción como política de gobierno
Ciudadano Político

Provocador de ciudadanos, creador de espacios de encuentro y conocimiento. Exservidor público con ganas de regresar un día más preparado. Abogado y politólogo con aspiraciones de chef. Crítico de los malos gobiernos y buscador de alternativas democráticas. Twitter: @MaxKaiser75

La destrucción como política de gobierno
Imagen: Pxabay.

El cuidado de la vida humana y su felicidad, y no su destrucción, es el primer y único objetivo de un buen gobiernoThomas Jefferson

Muchas cosas funcionaban mal antes de que llegara Morena al poder. La gran maquinaria del gobierno federal era pesada, ineficiente, lenta, y, sobre todo, estaba enferma, infectada por el virus de la corrupción impune, que limitaba su eficacia en las tareas más sensibles. Esta realidad innegable es una de las explicaciones del hartazgo del electorado, que se volcó en favor del partido que hoy gobierna. El voto fue de castigo, pero también de esperanza.

El poder tenía que empezar a servir a la gente y no sólo a aquellos que ganaban una elección. Esa fue la promesa de quien hoy ejerce la titularidad del poder ejecutivo. De manera muy simple prometió una ecuación fácil de entender: se acabará con la corrupción y la impunidad, habrá un gobierno austero que no gastará en lujos, y la prioridad del ejercicio del poder serán las necesidades de los olvidados. Nadie sensato puede estar en contra de una ecuación tan simple y humana. El problema, lo sabemos hoy, es que no había una estrategia clara para lograr esto. El discurso sencillo no venía acompañado de un plan integral de acción de gobierno para acabar con la corrupción, redistribuir los ingresos públicos y atender primero las verdaderas necesidades de los más pobres.

Un ejemplo dramático de esto surge del estudio que publicó el día de ayer la organización Impunidad Cero sobre el sistema de abastecimiento de medicinas del sector de salud pública federal. El estudio se llama “Operación Desabasto” y el título lo dice todo. Relata una serie de eventos y decisiones voluntarias del gobierno en turno que destruyeron la capacidad del sector salud para darle una medicina a un usuario, en el momento que la requería. La investigación relata un drama que ya era evidente antes de que la pandemia del covid golpeara a México. Es decir, la pandemia no tuvo nada que ver. El dramático estudio está sustentado en documentos oficiales y datos duros, es decir, no es una opinión. Trataré de resaltar sus hallazgos más importantes.

Llevar medicinas a tiempo, a todos los centros de salud de la República mexicana es una tarea titánica. El sistema era burocrático e ineficiente, y tenía grandes problemas de corrupción. Pero las medicinas llegaban. Requería varios ajustes de fondo, mejores controles y mucha inversión. Pero el gobierno en turno decidió destruir sus componentes más importantes: la planeación, la compra, la administración, la distribución y la debida utilización. Desde la inexplicable concentración de las decisiones en la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda, hasta el veto ilegal y arbitrario a varias compañías farmacéuticas desde el púlpito de la mañanera. Concentrar y destruir a cambio de nada.

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La investigación relata cómo el drama se complicó cuando explotaron las demandas sociales de familiares de niños y mujeres con cáncer que morían por no contar con su tratamiento. Esto llevó al gobierno a generar malas compras de pánico y a doblar la apuesta de la destrucción en las complejas tareas de adquisición y distribución. Más gasto, más improvisación, más ineficiencia, mas corrupción. Y luego llegó la pandemia, y así nos agarró.

¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno? Argumentar que este es el costo de acabar con la corrupción y los privilegios. El problema es que la corrupción está intacta, y el sistema que debía adquirir y distribuir algo tan importante como las vacunas contra el covid, está destruido. Por eso, gobernar es el arte de la sustitución progresiva, y no el juego de la destrucción masiva.

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