El panorama de la salud en el México pos-Covid
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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El panorama de la salud en el México pos-Covid
Restaurante en CDMX. ©Foto: Angélica Escobar/La-lista.

Lo primero que debo aclarar es que el título de este artículo solamente pretende ser entendible. La realidad es que no existe semejante cosa como “pos-Covid”. La enfermedad llegó para quedarse. Me refiero a ese momento en el que se haya controlado el número de contagios y la transmisión; y la covid sea una enfermedad prevenible por vacunación. Una más de la lista que podríamos tener controlada. Falta mucho para llegar allí.

En varias ocasiones me he referido a la pandemia en México como la tormenta perfecta. La peor catástrofe sanitaria en 100 años, le vino a pegar a un país con un sistema de salud que, si no era el mejor, contaba al menos, con una organización, comunicación entre las dependencias y gobiernos estatales y una lógica en la toma de decisiones.

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El sistema de salud en México fue incrementando poco a poco su presupuesto hasta el año 2012. Fue en la administración pasada donde comenzaron importantes recortes al sector salud. Sin embargo, lo que todos esperábamos de un gobierno supuestamente de izquierda, no ocurrió: un incremento radical en el presupuesto a la salud. Por el contrario, los incrementos que se dieron para el 2019 y 2020 fueron raquíticos y el de 2021 francamente una burla, ya que del total del presupuesto asignado al Ramo 12 del Sector Salud, 33,000 millones de pesos provinieron del antiguo Fondo de Gastos Catastróficos del Seguro Popular. Los fondos pasaron de un bolsillo a otro y la realidad es que el presupuesto en salud sencillamente disminuyó.

En el año 2018 publiqué en Milenio, análisis de las propuestas de cada uno de los candidatos, en materia de salud. El de AMLO llamó la atención, por hablar de la universalización en salud. Al cuestionársele de dónde vendrían los fondos para semejante reforma, su respuesta fue la misma que para todos los proyectos: del combate a la corrupción. Sin embargo, la administración inició sin un decreto, transferencia, o un método de fondeo que pudiera sustentar un plan de reforma al sector salud; lo que sí ocurrió fue un paulatino desmantelamiento de las estructuras y los sistemas de trabajo que incluían recortes a los recursos humanos y en algunos casos a salarios y becas de médicos residentes.

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De este modo, fueron afectados los sistemas de compras y adquisiciones, la distribución de medicamentos, los trámites de COFEPRIS y se aplicaron serios recortes presupuestales a los Institutos Nacionales de Salud. Todo en aras de una supuesta creación de un sistema de salud “ como el de los países nórdicos”.

No, no se trata de corrupción la cual, o no se ha probado, o sencillamente no existía (¿?) ; de lo contrario habría procesos legales en marcha.

Un sistema de salud propiamente universal, no se crea de la noche la mañana. De hecho, tarda décadas, si no es que generaciones en crearse.

Uno de los grandes mitos mencionado durante los pasados meses ha sido el de la gratuidad completa en los servicios de salud. Semejante cosa no existe salvo, tal vez en Cuba y Corea del Norte. La realidad es que aún los países que son un verdadero estado de bienestar como los de la península escandinava, muchos en Europa, Gran Bretaña y Canadá, sustentan sus servicios de salud pública de manera amplia pero limitada y financiándose con enormes tasas impositivas para la población. Al final, para acelerar trámites o procedimientos médicos, obtener “privilegios”, los pacientes pagan algo de su bolsillo.+

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Cambiar un sistema de salud, mejorarlo o crear uno nuevo no es barato. No existe forma de hacerlo si no se recurre a formas extraordinarias de financiamiento. Esta administración simplemente no quiere hacerlo. Uno de los mantras que han guiado los ajustes en salud, ha sido el de “evitar el endeudamiento”. No voy a discutir aquí las cuestionables decisiones de manejo presupuestal para apoyar una agónica empresa petrolera, o programas sociales basados en cambiar del bolsillo derecho al bolsillo izquierdo el dinero, desprotegiendo con ello a madres de familia o mujeres indefensas. Sin embargo, es una realidad que, de haberse querido, el haber buscado financiamiento para realmente sacudir el sistema de salud y crear algo que fuera -siquiera- el andamiaje de un nuevo sistema de salud universal, hubiera sido la decisión más acertada. Lo que es verdaderamente absurdo es pensar que con el mismo (o menos) dinero se logren cambios extraordinarios.

El problema es más grande cuando comienzan a desmantelarse y a desfondarse programas, proyectos o instituciones completas de salud a partir de decisiones meramente ideológicas y sin sustento técnico. Desde el inicio de la administración, ha sido verdaderamente claro el castigo presupuestario sufrido los Institutos Nacionales de Salud. La justificación para ello, es que las necesidades actuales del país, requieren un enfoque de los recursos en promover el primer nivel de atención y privilegiar la medicina preventiva. En el argumento se aduce a una supuesta punta de una pirámide (que curiosamente los funcionarios incluso gesticulan con sus manos) dónde la medicina de tercer nivel y alta investigación es quien estuviera tomando los “privilegios” y con ello desprotegiéndose el resto de la salud.

El espíritu no debe de ser el de que “del mismo cuero salen las correas”; el asunto es que es urgente disponer de más cuero o buscar más vacas para obtenerlo. 

Cuándo la pandemia llegó a México, el sistema de salud se encontraba peor que nunca. Además de heredar carencias, sufría un desmantelamiento e importantes recortes y subejercicios. Así de simple.

Algo inaudito ocurrió en septiembre del año pasado, ya que en el diseño del Presupuesto de Egresos para la Federación para el año 2021, la palabra “covid” no aparece. Simplemente, el presupuesto para la salud se aprobó como si la pandemia no existiera y como si no fuera a existir en el año 2022 y subsecuentemente.

Quiénes planeen o proyecten el presupuesto en salud para el año entrante, deberán tomar en cuenta qué la salud en el mundo ya no se maneja igual en la era post-covid.

Específicamente en México, debe considerarse la sumatoria de: 

La patología y epidemiología “normal” que siempre ha caracterizado a México
+
Covid (que no fue considerado en el presupuesto 2021)
+
Complicaciones por COVID (cuya epidemiología se desconoce)
+
Complicaciones de las patologías “normales” que dejaron de ser atendidas debido al Covid.

Es muy probable que la sumatoria de todos estos rubros supere muchísimo o definitivamente más que duplique las necesidades presupuestarias para la atención a la salud. El pensar que haciendo recortes, o persiguiendo quimeras en el tercer año de combate a la corrupción, se logrará tener un sistema de salud capaz de afrontar una crisis mundial de esta magnitud, corregir lo que se hizo mal y en el camino, atender a quienes estaban desatendidos es simplemente fantasioso.

Es hora de pensar en serio en el futuro de la salud de México.

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