Alves, el encarador
Alioli

Es periodista y analista de datos. Ha colaborado en medios como Reforma, Chilango y Tec Review. Fue coautor del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, publicado por la editorial Proceso. También es hincha incondicional de los Leones Negros. Twitter: @ridderstrom

Alves, el encarador
Dani Alves. Foto: Marco Betorello/EFE.

Dani Alves no es un jugador de los que se esconden. Ni en el campo ni en la vida diaria. En junio de 2016, cuando se marchó del Barcelona sin dejar un solo euro en las arcas del club, sus compañeros, la prensa y los aficionados sabían que el motivo era su pésima relación con el presidente Josep María Bartomeu. Y así lo confirmó poco después: se fue libre para demostrar disgusto y la mala gestión que se estaba instalando en los despachos del Camp Nou.

Aquel verano, los asuntos institucionales del club fueron sumamente ríspidos. Era la primera temporada de Bartomeu como presidente electo, recién había terminado la sanción de la FIFA que les impidió inscribir jugadores durante dos ventanas de fichajes, y se incorporó a Denis Suárez, Samuel Umtiti, Lucas Digne y André Gomes, todos jóvenes promesas que no cuajaron. Parecía que el brasileño había dejado el barco antes de que naufragara.

Alves ya había alargado su contrato de último minuto en verano de 2015, cuando el equipo ganó su segundo triplete; pero desde entonces estaba disgustado por la tirria que Bartomeu le demostraba con filtraciones a la prensa. Se fue a la Juventus, formó parte del equipo que eliminó al Barcelona de la Champions e inició así la mala racha de actuaciones del equipo catalán en la competencia europea. Para apaciguar los ánimos del vestuario, Bartomeu renovó a los cracks del equipo con sueldos muy por encima del mercado y comenzó la debacle financiera que aún hoy aqueja al club.

Ya sin Bartomeu a cargo, se ha dado la perfecta sucesión de eventos para que Alves regrese al club que lo ascendió al Olimpo. Quizá el mayor problema de su primera etapa en Barcelona fue que nunca tuvo competencia interna; nadie intentó siquiera hacerle sombra y cuando el tiempo demostró que era necesario un relevo, no hubo un jugador a la altura o la política de fichajes fue errónea. Por eso buscó suerte en otras tierras y allí donde lo acogieron demostró ser importante. Cuando parecía que ya nadie se interesaría en él, miró hacia casa y encontró una nueva oportunidad.

El brasileño sabe que vuelve a un club diametralmente opuesto al que dejó hace cinco años y medio. No tendrá a Messi para fabricar paredes, pero sí la confianza de Xavi, su entrenador, y el cariño de Laporta, el presidente que siempre ha confiado en él. Vuelve convertido en un veterano y en el hombre que más trofeos (44) ha conseguido en la historia del futbol. Con esa mentalidad trabajará para transmitir pasión a los más jóvenes del vestuario y a los que parecen haberla perdido. Al lado de Xavi intentarán hacer lo que Bartomeu no le dejó: trabajar con su relevo, que en este caso será Sergiño Dest, ese estadounidense veloz y técnico al que aún le falta madurez pero tiene todas las condiciones para convertirse en un jugador de élite.

Ha vuelto Dani Alves, el portentoso lateral que sabe de humildad y pasión, esas dos cosas que parecen habérsele olvidado al Camp Nou.

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