Los Grammy 2022 y los contrastes de los artistas premiados

No hay nada que le guste más a los Grammy que la elegancia. Muchos de los álbumes y canciones que han ganado los principales premios han sido los que están hechos con elegancia, en lugar de de manera desaliñada; emocionalmente francos, pero manteniéndose a raya. Y así quedó demostrado en la ceremonia de 2022, en la que los trabajos de gran clase de Silk Sonic, Jon Batiste y Olivia Rodrigo se llevaron los grandes premios.

“Leave the Door Open”, de Silk Sonic, es un muy merecido ganador de cuatro premios, el de disco y el de canción del año, además de los de interpretación de R&B y canción de R&B (este último compartido con Jazmine Sullivan, también legítima ganadora de álbum de R&B). Con su inmaculado talento musical de sesión y su armonización vocal, parece conversar con el propio R&B, ridiculizando la sincera lujuria de la iteración del género de finales de los 70 y los 80, pero sin burlarse de ella. Existe una especie de detalle humorístico en la forma en que Anderson Paak se asegura de que todas las bases estén cubiertas para sellar el acuerdo romántico, ofreciendo filetes y marihuana, pero si no hubiera tenido una composición tan suntuosa, habría corrido el riesgo de convertirse en una parodia tipo Lonely Island. Estas victorias significan que el compañero de Paak en Silk Sonic, Bruno Mars, ya es 14 veces ganador, y tal vez Mars sea la visión misma de lo que la Academia de la Grabación ama: técnicamente brillante, en sintonía con la historia y sensible al amor y el sexo sin ser amenazantemente erótico.

Jon Batiste es otra persona que ironiza conscientemente sobre la historia de la música, creando una visión general del género de la cultura afroamericana estadounidense con We Are, que ganó el álbum del año (también ganó otros cuatro premios). Por momentos, este álbum me pareció cursi, como un paseo de Disney por el jazz y el hip-hop en el que debes mantener las manos muy dentro del auto, pero hay algunos momentos conmovedores, como los recuerdos finamente grabados en Boy Hood, y su ambición, positividad y humanidad proyectan un halo alrededor incluso de las canciones más genéricas.

Las tres victorias de Olivia Rodrigo en su exitoso año incluyeron el premio a mejor artista nuevo y a mejor interpretación pop solista por la mejor balada potente del año, “Drivers License”. Al igual que los ganadores mencionados anteriormente, ella realmente puede vender una melodía, y esto no es un simple elogio. Existe algo actoral en su interpretación -incluso en las canciones pop-punk que destrozan cuartos-, pero es tan convincente en su enojo y dolor que eleva el pop al psicodrama, aunque todavía de una manera muy apta para toda la familia (a pesar de una bomba F).

Uno podría argumentar que artistas con emociones más desordenadas y un arte menos contenido quedaron excluidos, como Lil Nas X, cuyo álbum Montero, que a ratos resultaba irritante y auto-lacerante, era tan bueno como la música pop. Asimismo, Billie Eilish y su fascinante retrato de la juventud corrompida, “Happier Than Ever”, aunque tal vez los votantes conscientemente prestaron atención a su vergüenza por la fama y, en efecto, a la lente pública a la que los Grammys someten a sus ganadores. Pero Doja Cat, que podría haber sido demasiado vivaz para la Academia, afortunadamente ganó el premio a la mejor presentación pop de un dueto/grupo con su canción decididamente candente “Kiss Me More” con SZA. En los últimos días, ha hablado sobre su deseo de retirarse, esperemos que pueda encontrar una forma de prosperar a través del caos del pop, ya que tiene el tipo de alegría de vivir que hace que valga la pena prender la radio.

Foo Fighters arrasó en las categorías de rock, y aunque no fue una elección sentimental –las votaciones finalizaron antes de la muerte del baterista Taylor Hawkins en marzo-, terminó siendo acertada: La enérgica forma de tocar de Hawkins era la esencia misma del género. Otro merecido ganador fue Baby Keem, que ganó el premio a mejor presentación de rap junto a Kendrick Lamar: un ruidoso señor de los memes de 21 años cuyo dominio tanto de la melodía como de una métrica distinta es asombroso.

Por supuesto, la elegancia estuvo notablemente ausente en otras áreas. Algunos se habrán sentido desconcertados por las dos victorias de Kanye West en otras categorías de rap a raíz de su desagradable ataque a su exesposa Kim Kardashian y a su novio Pete Davidson: la conmoción posterior al divorcio en su álbum nominado al Grammy, Donda, se agravó cuando sacó su ira y confusión fuera de la música y bajo la mirada de las redes sociales. En última instancia, el material de Donda está infravalorado y sus canciones ganadoras son convincentes -la fanfarria de la distorsión de Jail es una declaración maravillosamente grandiosa (y sitúa a Jay-Z con 24 victorias en total) y Hurricane se beneficia de una de las melodías vocales más encantadoras de The Weeknd– y el cierre de la votación fue anterior al acoso más constante de West contra Kardashian.

El error ético más grave de la Academia está en premiar a Louis CK con el mejor álbum de comedia. En 2017, CK fue acusado por numerosas mujeres de acoso sexual, y admitió las acusaciones de que se había masturbado delante de ellas. Quizás su especial de comedia Sincerely Louis CK tenga sus méritos, y existe una despiadada tendencia punitiva en nuestra cultura que niega que las personas se pueden rehabilitar y mejorar. Sin embargo, los Grammy tienen un significado mayor que el de “este fue el mejor álbum de comedia de este año”, al tiempo que, en su carácter binario de ganar-perder, eliminan cualquier complejidad. Honrar a CK, en última instancia, envía el mensaje de que los acosadores sexuales no tienen que preocuparse por sus fechorías, ya que unos años después volverán a estar en la cima del árbol cultural estadounidense. Es una mala decisión en un año de los Grammys en el que se tomaron muchas decisiones acertadas.