El verdadero salvador
Contratiempos

Reportera mexicana, especializada en periodismo social y de investigación. Ha colaborado en medios como Gatopardo, Animal Político, El País, Revista Nexos, CNN México, entre otros. Ha sido becaria y relatora de la Fundación Gabo. Originaria y habitante de Ciudad de México. Twitter: @claualtamirano

El verdadero salvador
Foto: Mika Baumeister / Unsplash.

Uno de los momentos más esperados dentro de la pandemia de Covid-19 ocurrió en México la noche del pasado 10 de octubre: el uso generalizado de cubrebocas fue suspendido.

El cambio fue informado en un documento con nuevos lineamientos de seguridad sanitaria para las actividades económicas, de manera muy discreta y sin el liberador anuncio que muchos esperaban para quitarse del rostro esa máscara que por más de dos años y medio ha entorpecido la respiración, la conversación y, por supuesto, el contagio de coronavirus.

Si bien el uso generalizado de mascarillas sanitarias nunca fue obligatorio a nivel nacional, sí fue sugerencia del gobierno federal –cuando finalmente entendieron que era absolutamente necesario–, mientras que las entidades impusieron esta medida en, por lo menos, el transporte público, sitios de convivencia social y espacios de trabajo.

Y fueron precisamente las empresas y comercios las que se encargaron de que la imposición se respetara: aunque nunca hubo sanciones legales para quien no portara un cubrebocas, simplemente se le negaba la entrada a recintos donde podía generar un contagio masivo. Porque el gobierno nunca tuvo un criterio homologado sobre esta, la más importante de las medidas para frenar al virus que puso en jaque al mundo entero.

Fue así, sin castigos pero a base de resistencia, como la mascarilla fue colándose en la cotidianidad de los mexicanos: una población que no suele mostrar mucho respeto por reglamentos y leyes adoptó –a regañadientes y casi siempre a medias– una medida incómoda a nivel mucho más masivo que en países más estrictos o más golpeados por la pandemia, como Estados Unidos.

En estos 2.5 años escuché, con mucha sorpresa, a varios extranjeros y mexicanos residentes fuera de México subrayar la devoción con la que se usa el cubrebocas en este país. Mientras en Europa ya muy pocas personas lo usaban y en estados republicanos de la Unión americana como Texas una gran parte de la población se negaba a portarlo, llamaba la atención que en México fuera tan generalizado su uso. 

Mi hipótesis al intentar explicar este inusual comportamiento era que “se usa mucho porque se usa mal”, ya que muchísimas personas lo portan en la barbilla, el cuello, cubriendo solo la boca, dejando fuera la nariz; prefiriendo los que tienen válvula (que no cumplen su función) o quitándoselo en sitios con alto riesgo de contagio. Pero sigue siendo notable que, obligatorio o no, bien colocado o no, casi todos portaban uno. De manera que ya estaba interiorizado que, como sea, usarlo era lo correcto.

Los primeros meses desde que el virus llegó a México, tanto en el gobierno como en la población había dudas sobre la efectividad de la mascarilla para frenar los contagios, incluso se pensaba que la distancia física era suficiente para evitarlo, por ello surgió la figura de “su sana distancia” como medida sanitaria y tuvo hasta su avatar: una súper heroína que nos salvaría de enfermar y morir por Covid-19. Luego la evidencia demostró que la barrera debía estar en el rostro y que el verdadero ‘salvador’ era el cubrebocas.

En este punto de la (todavía) pandemia, casi tres años después del surgimiento, el gobierno publica nuevos criterios que resultan aún más ambiguos que los primeros: sin sana distancia se recomienda su uso tanto en interiores como en exteriores; con sana distancia no es obligatorio en ningún espacio (con lo casi imposible que es el distanciamiento en México). Pero antes se dijo que no era obligatorio sino recomendado, especialmente en interiores. Entonces ¿qué cambia? 

Es por esto que la Organización Panamericana de la Salud recomendó a México no suspender el uso de la mascarilla en espacios cerrados. Nos puede seguir salvando de contagios, no solo en estos días sino especialmente en el invierno que viene. Las dos primeras temporadas decembrinas de la pandemia mostraron que es una época especialmente fértil para los virus respiratorios, por lo que es de esperarse una nueva ola de covid en la próxima. Estos años también probaron que las medidas de contención para el coronavirus también ayudan a frenar a otros y, según el subsecretario Hugo López- Gatell, en los próximos meses vamos a tener unos 350. En un entorno más relajado, pero parece que el cubrebocas sigue siendo nuestro amigo y no lo contrario.

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