Lo peor de nosotros
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Lo peor de nosotros
Serie: 'Beef'. Foto: Netflix.

“¿Contenido que no te gusta o contenido que incita al odio? Descríbeme algo que incite al odio”, cuestionó el empresario Elon Musk a un reportero de la BBC y este no supo qué responderle. La entrevista se viralizó y los seguidores de Musk la han utilizado para ponerse del lado del magnate, en relación a que la prensa lo ataca injustificadamente por sus manejos como director de Twitter.

Es una lástima que el reportero no llegara mejor preparado y se dejara intimidar por Musk, porque no hay duda de que Twitter es tóxico y sobran ejemplos de cómo ayuda a amplificar discursos de odio con la excusa de respetar la libertad de expresión. Y no sólo eso, sino que también promueve la persecución. Recientemente, la cadena NPR se convirtió en la primera empresa en abandonar Twitter después de que Musk permitiera que se le etiquetara como un “medio afiliado al Estado”.

Este 30 de abril se cumplen 30 años del lanzamiento como servicio público de la red informática mundial (World Wide Web) y seguimos debatiendo sobre cómo la aparición de internet afectó la manera en que nos relacionamos y contribuyó negativamente al alza de la violencia. Las personas nos hemos desensibilizado e incluso deshumanizado, pues primero la red nos permitió escondernos tras el anonimato y ahora nos parece fácil agredir frontalmente, pues sigue sin haber consecuencias por la falta de regulación.

Ya no es novedad decir que hemos normalizado la violencia en redes sociales y en nuestra vida cotidiana, ¿pero cómo le hacemos para vivir así? En algún rincón de mi memoria aún conservo el recuerdo de una de mis primeras clases de Ciencias Naturales. La maestra nos explicaba el proceso de fotosíntesis y decía que las plantas eran capaces de transformar el dióxido de carbono en oxígeno. Desde entonces, me gusta pensar que algunas personas somos como las plantas y que nos alimentamos de tanta negatividad porque podemos convertirla en algo positivo.

La mentira, la violencia, el odio, el racismo, la xenofobia, la misoginia, la discriminación, la desinformación, la conspiración, la polarización… le hemos dado rienda suelta a lo peor de nosotros y hoy tenemos que lidiar con nuestras neurosis y las de los demás. Lo que antes se quedaba en internet ahora se extendió a las calles. Ya no somos los mismos, pero nos cuesta mucho trabajo sincerarnos y admitir que no somos tan buenas personas como creemos.

El cine siempre ha funcionado como un medio de catarsis porque, dicen, algunas cosas es mejor verlas que hacerlas. Sólo que antes no existía el internet y los videojuegos no eran tan sofisticados. Por generaciones hemos aceptado la idea de que podemos desahogar nuestras frustraciones y vivir nuestras más oscuras fantasías a través de la ficción, con la ventaja de no tener que llevarlas a cabo. Pero ahora me pregunto si esto ya no es suficiente.

Cómo olvidar a Michael Douglas en la película Un día de furia (1993), padeciendo un colapso nervioso que se torna homicida ante las frustraciones de la vida diaria. De hecho, la popularidad de Douglas tiene mucho que ver con historias sobre violencia, pues desde su participación en los años 70 en la serie policiaca Las calles de San Francisco, se convirtió en una especie de héroe cotidiano que nos enseñó a los hombres cómo enfrentarnos a todo, desde una infidelidad (Atracción fatal, 1987) hasta la violencia doméstica (La guerra de los Roses, 1989) o el incipiente ciberacoso (Acoso, 1994).

Lo que todas estas historias tenían en común es que ya nos advertían sobre la caída de los valores del siglo XX y este sentimiento de descontrol que hoy tenemos como sociedad, pero además nos mostraron la crueldad de la que somos capaces cuando nos consumen la desesperación y el revanchismo. Como todo es cíclico, otra vez abundan las historias que tratan sobre el “mal vecino” y que hacen que nos preguntemos si ese vecino no somos nosotros mismos.

Series como Beef (Bronca), Swarm (El enjambre) y The Watcher (Vigilante) muestran a personajes terribles, moralmente degradados, incluso con tendencias homicidas y, sin embargo, empatizamos con ellos: la fanática de la música que pasa todo el día peleando en redes sociales, la ama de casa y emprendedora que pierde los estribos en un altercado en el tráfico, o la familia perfecta que cae víctima de un fraude inmobiliario. Pequeños “problemitas”, absolutamente domésticos, con los que podemos identificarnos pero que no nos atreveríamos a resolver de manera tan drástica… ¿o sí?

En el cine sucede lo mismo. Unhinged (2020) muestra a un Russell Crowe muy parecido al Michael Douglas de Un día de furia, sólo que consumido por la road rage, o furia vial. El cine de arte también está explorando el tema del mal vecino, abordándolo desde conflictos geopolíticos, como en Me, We (2021), R.M.N., Un ciudadano honesto y la estremecedora As Bestas (2022). El estreno de la semana, Beau tiene miedo, también explora los rincones más oscuros de nuestra psique.

¿Por qué repentinamente sentimos esta necesidad de hablar de lo peor de nosotros? Quizá estamos llegando a otro punto de quiebre en la historia de la humanidad. Con la instauración de la posverdad y el arribo de la inteligencia artificial, conviene hacer una pausa para reflexionar si es así como queremos seguir adelante. ¿Estamos preparados para una nueva era de deshumanización? Claramente, no.

BREVES

La única película animada capaz de competir con Pinocho de Guillermo Del Toro, por fin llegó a plataformas en México. Marcel, el caracol con zapatos ya se puede ver a través de Apple, Amazon y Claro Video.

Más cine mexicano independiente, con el estreno de Trigal y el documental Jirón en salas de cine selectas.

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