Después del cierre de refinerías
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Después del cierre de refinerías
Foto: Especial

La semana pasada me referí a una discusión en ciernes, aunque en realidad añeja, sobre la pertinencia de cerrar una o más de las seis refinerías de Pemex actualmente funcionando en México, considerando que en conjunto llevan décadas registrando pérdidas operativas. Solo el año pasado estas pérdidas ascendieron a 105.7 mil millones de pesos, a pesar de 25 años de reestructuraciones, reconfiguraciones y demás intentos por mejorar sus resultados y de que fue un año estelar para las refinerías a nivel internacional.

Poner sobre la mesa el cierre de refinerías abre un cúmulo de interrogantes, entre las que destacan su impacto sobre la seguridad o soberanía energética y el futuro de los trabajadores que terminarían desempleados. En este artículo me enfoco en el segundo asunto, que forma parte de la conversación internacional sobre la obligación de garantizar una transición energética justa para los trabajadores desplazados de las industrias del petróleo y el carbón. ¿Cómo ayudarlos a reubicarse en otro sector? ¿Podrían aplicar sus habilidades en las crecientes industrias asociadas a la energía renovable?

Los testimonios de los trabajadores desplazados se asemejan alrededor del mundo y ayudan a identificar áreas donde la política pública debe enfocarse. Hablan sobre todo de los golpes a la autoestima, de la angustia por la posibilidad de no encontrar un empleo y de los desajustes en la vida familiar por tener que vivir con un ingreso menor. Los siguientes son un par ejemplos de Argentina y Estados Unidos.

En Argentina, un estudio que siguió a una muestra de los casi 4,000 trabajadores que perdieron su empleo debido a la reestructuración y privatización de la Refinería (“Destilería”) La Plata a partir de 1993, la más grande de ese país, reporta angustia por la pérdida sostenida de ingresos y transformación de la vida familiar. Algunos crearon empresas con apoyo del estado para vender los mismos servicios que prestaban cuando eran empleados de YPF, con resultados mixtos. Otros se dedicaron a oficios relacionados con sus actividades en la empresa. Pocos encontraron fuentes de trabajo mejor remuneradas. Joaquín, uno de los desempleados entrevistados, comentó: “…después se vino todo negro, se vino todo mal, porque echaron a toda la gente…Yo me quedé sin trabajo, está bien, tenía esto [taller de carpintería en su casa]. Pero, después qué pasó, después echaron a 5,000 personas…Fue un desastre total, a todo el mundo lo indemnizaban, compraban un kiosquito (tiendita). Y el kiosquito ¿es para cuánto?, no da. O hacían alguna otra cosa. Y la mayoría se quedó sin plata…”

En Estados Unidos, uno de los 350 trabajadores sindicalizados desplazados en 2020 por el cierre de la refinería Martínez, de la empresa Marathon, en California, observó: “…este [despido] ha tenido un impacto tremendo en mi vida personalmente porque…ahora estoy casado y tengo dos hijos…Mi esposa tiene algunas complicaciones de salud, así que tuvimos la suerte de tener esta carrera anterior que yo tuve. Pude mantenernos a todos, y ella podía quedarse en casa, estar sana y llevar a los niños a la escuela…todo ese tipo de cosas buenas ya no las tenemos”.

Otro despedido de la misma refinería se refirió a la falta de opciones laborales por falta de certificaciones transferibles a otra industria o empresa: “el aspecto trágico de esto es que todo lo que hice en la refinería, ya sea manipular calderas de vapor de 600 libras, trabajar con traje HAZMAT nivel A en espacio confinado… podría hacerlo (solo) en la refinería. No tengo certificaciones (de ninguna de estas labores), no tengo… A decir verdad, no tenemos registros, al final no nos proporcionaron nada”.

Aunque la mayoría de los despedidos de la refinería Martínez encontró trabajo por su cuenta, fue a un sueldo 25% más bajo, en ocupaciones de más alto riesgo y sin oportunidades claras de desenvolvimiento profesional. La calidad de la vida familiar no fue la misma. Por supuesto, hay testimonios de desenlaces positivos, pero en general la experiencia de quienes dejaron de trabajar en las refinerías después de muchos años es mixta. Los autores del estudio sugieren medidas para ayudar a quienes se quedaron atrás a encontrar una nueva oportunidad laboral.

¿Y en México? Un estudio sobre el destino de 42 familias de desempleados por el cierre de la refinería Azcapotzalco en 1991, que resultó en la pérdida de 5000 plazas laborales, revela serias dificultades de ajuste. Pocos encontraron un empleo formal, la mayoría se encontró con un ingreso significativamente menor y debió dedicar horas extras a la oferta de oficios y servicios básicos en la economía informal de la Ciudad de México (carpintería, compra-venta de chatarra, limpieza, alimentación y similares).

En gran parte de los casos, perdieron un sentido de identidad y pertenencia a “la familia petrolera”, y sus hogares se reconvirtieron en centros de trabajo, asistencia y solidaridad con la familia extendida, con frecuencia integrada por otros extrabajadores de Pemex. La viuda de uno de ellos compartió a propósito de la pérdida de ingreso familiar un panorama de convivencia complejo: “Mire, ahora, en el piso de arriba vive mi hijo Jorge, con su esposa y sus tres hijos, y aquí abajo vive mi hijo Miguel. Yo comparto la cocina con mis dos nueras. Y mi recámara se la presté a mis otros dos hijos para que pongan su laboratorio”.

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Como es aparente (y consabido), los despidos masivos no son solo un asunto de decisiones contables o estrategia de negocios, por válidas que sean. Provocan repercusiones económicas, políticas, sociales, psicológicas y hasta culturales que afectan a personas, comunidades, regiones, industrias y países. En la literatura de las ciencias sociales y administrativas, desde la economía hasta la antropología, pasando por las ciencias políticas y la sociología, abundan justificaciones técnicas, teóricas y prácticas para minimizar estos costos de ajuste. Se trata en primera instancia de evitar trasladar a trabajadores de empleos de baja productividad a situaciones de cero productividad.

La Organización Internacional del Trabajo publica recomendaciones para gestionar estos episodios y facilitar el tránsito de los trabajadores a un nuevo empleo. Muchos gobiernos tienen programas de ayuda que incluyen una compensación de ingreso, capacitación y apoyo en la búsqueda de nuevos empleos, entre una gran variedad de medidas adicionales a la obligación legal de pagar liquidaciones o aportar a la seguridad social. La importancia de esos programas crecerá con una transición energética que, si se materializa como se espera, supondrá cierres adicionales de refinerías.

El próximo gobierno de México no tendrá más opción que retomar el asunto de las refinerías. Si el cierre de alguna termina en efecto entrando en su radar, sea por razones financieras o ambientales, deberá asegurarse de poner en marcha políticas laborales y sociales complementarias a la energética, por lo menos si aspira a evitar desenlaces como el de trabajadores desplazados de la refinería Azcapotzalco.

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