‘Otis’ exhibe la incapacidad de la 4T
Libertad bajo palabra

Periodista y abogado con más de 35 años de trayectoria. Reportero, comentarista y consultor experto en temas jurídicos. Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo 2011. Especialista en el Poder Judicial de la Federación y analista político.

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‘Otis’ exhibe la incapacidad de la 4T
El presidente de México Andrés Manuel López Obrador habla durante una conferencia sobre el huracán "Otis". Foto: EFE / Isaac Esquivel

De tormenta tropical a huracán categoría 5 en poco más de 11 horas, “Otis” desnudó las deficiencias operativas del gobierno federal para enfrentar una emergencia de esa magnitud. La devastación en las costas de Guerrero y particularmente en Acapulco obligarán a Andrés Manuel López Obrador a poner pausa a su agenda de odio contra el Poder Judicial y sus principales blancos mediáticos para mostrar una sensibilidad que hasta ahora no le conocemos.

Sólo hay un antecedente similar ocurrido en 1997 con el huracán “Paulina”, que visibilizó las enormes carencias de esa época para proteger oportunamente a la población en casos de desastre. Fue también durante un mes de octubre pero de hace 26 años cuando Ernesto Zedillo siendo presidente de México se encontraba en Alemania, al recibir el reporte de la catástrofe suspendió su gira de trabajo en Europa para viajar directamente a Acapulco y atender personalmente la tragedia que según datos oficiales cobró la vida de más de 250 personas y dejó sin techo a cerca de 300 mil.

En esa ocasión las alertas de protección civil fueron tardías e insuficientes por parte del gobierno estatal, el rostro del puerto quedó desfigurado y la recuperación dilató 2 años con esfuerzos presupuestales extraordinarios para reactivar la infraestructura turística, sostén primordial de la economía de la entidad. Zedillo recibió fuertes reclamos de la población en sus recorridos por las zonas más afectadas, su decisión en Berlín para regresar de inmediato fue correcta y la determinación para agilizar la reconstrucción fue notoria. Ese fue un punto de inflexión en aquel sexenio.

En octubre de 2023 a menos de un año de concluir su administración otro huracán pone a prueba a un gobierno que se ha caracterizado por su insensibilidad, al grado de atreverse a desaparecer el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) creado en 1999, tras la experiencia que dejó “Paulina”. Esta previsión presupuestal era un bálsamo inmediato ante calamidades tan dolorosas.

AMLO no tiene que ser experto en fenómenos naturales, para eso se supone que tiene un equipo especializado en la Secretaría de Gobernación y en el cuarto de guerra de las fuerzas armadas, en coordinación con el gobierno estatal, asesores de protección civil que le debieron advertir sobre la fragilidad de las respuestas inmediatas ante desastres naturales. Pero el gabinete es AMLO y nada más, la tarde previa a que “Otis” tocara tierra ya se sabía con precisión que sus efectos serían devastadores por la trayectoria, velocidad y fuerza del meteoro. El presidente se fue a dormir consciente de la situación, sin embargo por la mañana en su conferencia se mostró desfasado con relación a la rapidez con la que la información comenzaba a fluir a través de los videos en redes sociales de los afectados y algunos medios de comunicación que lograron oportunidad en sus coberturas noticiosas.

El hombre mejor informado del país es y debe ser el Presidente de la República, la mañana del miércoles 25 de octubre no fue así. Es increíble que en su habitual encuentro con reporteros haya confesado que no había suficiente información “No hay comunicación, no sabemos, si daños materiales, ruptura de caminos, la propia autopista llegando a Acapulco tiene derrumbes, nuestra preocupación mayor es la carretera de la costa grande y la población que vive de Acapulco a Zihuatanejo”.

Entre sus característicos lugares comunes y generalidades, el presidente no anunció de inmediato su traslado a la zona de desastre porque dijo que no había forma de llegar. La capacidad logística del gobierno no alcanzó para trasladar vía aérea con seguridad a López Obrador en un helicóptero moderno, se adelantaron los secretarios de la Defensa y Marina, horas más tarde se observó al primer mandatario varado en la carretera fracturada en diversos tramos.

Si a esta imagen de improvisación que deja mal parado al gabinete federal agregamos la notoria incapacidad de la gobernadora morenista Evelyn Salgado y la previa negligencia de la extinción del FONDEN sustentado en el Presupuesto de Egresos de la Federación, tenemos entonces una tormenta perfecta que pone a prueba la llamada cuarta transformación que muestra sus insuficiencias operativas en el momento de mayor exigencia.

Acapulco sufre una de sus peores emergencias, se necesitará creatividad y dinero público para reconstruir viviendas, vías de comunicación, escuelas, hospitales e infraestructura turística en medio de una clima de violencia incontrolable. En este contexto ¿será ético que en el Presupuesto de Egresos para 2024 se dé prioridad al Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y a los guardaditos electoreros difuminados en el gasto antes que atender la grave contingencia en Guerrero? Es un dilema que con responsabilidad todavía se podría corregir, pero se ve muy complicado que quien ha sido consistentemente insensible adapte sus planes en la víspera de las campañas políticas y su relevo en el cargo.

Vendrán las aves de rapiña a medrar con la necesidad, los ofrecimientos fáciles para plantear soluciones con varita mágica a cambio de votos en los estados más vulnerables del país. No hay altura de miras para mostrar empatía desinteresada en tiempos de calamidad, no habrá tregua para poner pausa a la polarización en aras del bien común que es lo menos importante en el ánimo de los “transformadores” que intentan purificar la suciedad con saliva en sus declaraciones populacheras.

El huracán que azotó Guerrero es el preludio de la verdadera tormenta por venir en nuestro país con una clase política incapaz de esquivar las mismas piedras con las que tropezamos una y otra vez.

EDICTOS

Dato anecdótico, en octubre de 1996 durante uno de los recorridos realizados por Ernesto Zedillo en las zonas más afectadas por el huracán “Paulina” en Acapulco, un personaje conocido por su desfachatez increpó al entonces presidente para hacer diversos reclamos por la situación en que se encontraba el puerto. Era casi el mediodía, Zedillo lo escuchó y detectó que el calzado deportivo de su improvisado interlocutor estaba inmaculado a pesar del lodazal, las palmeras caídas y los escombros que había sorteado desde las 7 de la mañana en compañía de los reporteros que lo seguimos en su recorrido ese día. El presidente exhibió con astucia el oportunismo del reclamante y le reprochó no haberse ni ensuciado los tenis en las faenas de auxilio a la población. Así lo desarmó y silenció provocando la pena ajena de quienes ahí nos encontrábamos. El nombre de ese personaje es Félix Salgado Macedonio, un cínico químicamente puro que ahora ve cómo el gobierno de su hija se diluye en la zozobra de la ineptitud ante un desastre natural que marcará su administración.

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