El G20 y la política exterior mexicana en la coyuntura electoral

Es director de Desarrollo Institucional, maestro en Políticas Públicas y Administración y licenciado en Administración Pública. Realizó cursos de especialización en políticas públicas en Hungría, Francia y Alemania. Fue director general de Asuntos internacionales en el INAI, Oficial Nacional de Gobernabilidad Democrática en el PNUD México, titular del Órgano Interno de Control en el Instituto Politécnico Nacional y titular de la Unidad de Evaluación de la Gestión y el Desempeño Gubernamental en la Secretaría de la Función Pública.

En ETHOS apoya a las áreas de investigación y coordina planeación, evaluación y generación de alianzas estratégicas. Ha publicado textos en materia de evaluación de políticas públicas, corrupción y desarrollo.

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El G20 y la política exterior mexicana en la coyuntura electoral

Como más de la mitad de la humanidad en 70 países del mundo, México tendrá en 2024 un proceso electoral que definirá mucho más que las fuerzas políticas y los personajes que gobernarán el país los próximos años. La política exterior es uno de los temas que están en juego. En este sentido, recordemos que nuestro país pertenece al Grupo de los 20 (G20), y es una oportunidad que bien puede aprovecharse o se puede dejar pasar en el último tramo del gobierno actual. 

Y esta reflexión surgió precisamente a raíz de que Ethos Innovación en Políticas Públicas fue invitado a formar parte del Think Tank 20 (T20), un grupo paralelo de vinculación del G20, conformado por centros de investigación y think tanks de las 20 economías más grandes del mundo. Dicho grupo es también uno de los mejor posicionados para colocar temas e influir en la toma de decisiones de los negociadores de ambos canales del G20: el canal de finanzas y el denominado canal de los Sherpas. 

Como es sabido, los países del G20 concentran alrededor del 85% del PIB mundial, 75% del comercio internacional y dos tercios de la población global. Este grupo de países se ha reunido desde 2008 a nivel de jefes de Estado, con el fin de mantener la estabilidad económica, prevenir crisis y discutir el funcionamiento de la instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. En años recientes, el G20 ha ampliado su agenda de trabajo para incluir temas como comercio e inversión, energía, anticorrupción, empleo, educación, salud, economía digital y cambio climático. De forma general se ha eludido la discusión de temas geopolíticos o de seguridad, lo que probablemente ha contribuido a que se mantenga como un espacio admisible de negociación para todas las partes. 

El G20 no es una organización internacional, no impone reglas ni cuenta con burocracia propia. Se trata de un foro de diálogo permanente diverso, con representación geográfica y política, dedicado a buscar consensos y tomar decisiones que afecten el rumbo de la economía global. Este grupo tiene una gran influencia para impulsar agendas y posturas comunes que puedan ser tomadas en el seno de organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas.

Regresando a México, el resultado de la elección ofrecerá señales sobre las prioridades y el enfoque que el nuevo gobierno dará a temas globales como el cambio climático, la movilidad humana forzada, el comercio internacional, el impacto de las tecnologías emergentes y la desinformación, desafíos que rebasan por mucho las fronteras nacionales.

Pero a partir de junio, la candidata o candidato ganador deberá mostrar también los elementos de la política internacional que observará en su administración. “La mejor política exterior es la buena política interior” no parece sostenerse como una fórmula exitosa ante un escenario internacional convulso, caracterizado por divisiones ideológicas profundas, retroceso en el respeto a los derechos humanos, conflictos armados y decisiones unilaterales que amenazan la paz y estabilidad mundiales, en detrimento del multilateralismo y el desarrollo sostenible. Y es aquí donde vemos una gran oportunidad.

Brasil ocupa la presidencia del G20 durante este año, fue precedido por la India, y entregará la coordinación de los trabajos a Sudáfrica. El que la llamada troika se encuentre conformada exclusivamente por países del Sur Global representa una oportunidad para que México haga oír su voz como economía de renta media, con visiones del desarrollo diversas a las tradicionales Norte-Sur, promoviendo un fuerte enfoque en la inclusión y el cierre de brechas de desigualdad, ya sean económicas, sociales, raciales o de género. 

La presidencia de Brasil ha determinado impulsar tres temas de forma prioritaria: 1) el endoso global de una alianza contra el hambre y la pobreza extrema, 2) el impulso a la transición energética y el combate al cambio climático y, 3) la reforma de la arquitectura de las instituciones internacionales, incluyendo la ONU, los organismos financieros y la Organización Mundial de Comercio.

En torno a estas prioridades, México también puede aprovechar la oportunidad que tiene por delante. En materia de hambre y pobreza, podría revigorizar la discusión de los temas de desarrollo, que perdieron centralidad ante la pandemia por Covid-19, pero que resultan fundamentales si consideramos que el cumplimiento de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible está claramente fuera de ruta —destacadamente en materia de inclusión y disminución de la desigualdad inter e intra regional—.

Respecto a la lucha contra el cambio climático y la transición energética, nuestro país deberá promover conversaciones en torno a cómo incrementar el financiamiento público y privado para la descarbonización, así como mejorar el acceso a los fondos globales existentes y buscar profundizar el enfoque de ciudades con emisiones netas cero, corrigiendo el rumbo de las políticas ambientales implementadas en los últimos 5 años. Asimismo, puede fomentar la colaboración para entender y enfrentar las consecuencias del cambio climático en la salud, en los medios de vida comunitarios, la agricultura y el trabajo, entendiendo los impactos diferenciados de género y raza.

Por último, en relación con la reforma a la gobernanza de las instituciones internacionales, se puede impulsar el fortalecimiento del multilateralismo y la revisión de las cartas constitutivas de los principales organismos para lograr mayor balance e inclusión en la toma de decisiones, otorgando al Sur Global una representación más efectiva. En particular, México deberá participar en las deliberaciones sobre el alivio de la deuda externa global al interior de los organismos financieros, frente al aumento paulatino del déficit público en el que ha incurrido la economía del país los últimos años.

En conclusión, el G20 se ha convertido en una mesa del más alto nivel con pluralidad política e ideológica, donde se ha demostrado, —como en el caso de la gestión global de la pandemia— que la negociación da frutos, y que tiene el poder para posicionar nuevas narrativas y empujar políticas en el espacio internacional. Veremos si México puede optimizar esta oportunidad y reimpulsar el liderazgo global que ha tenido en épocas pasadas frente a las causas más urgentes que enfrenta la humanidad. 

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