#3AñosDeGobierno | La salud peor que nunca
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo.

Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

X: @StratCons

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Hablar de los tres años de esta administración en salud es hablar de una colección de fracasos y malas decisiones.

Para analizar de forma seria los resultados de cualquier sistema de salud, deben medirse y compararse indicadores básicos de morbi-mortalidad, que son comunes en la salud pública en todos los países. Sin embargo y, para ser perfectamente justo, el tener más de 20 meses de pandemia no son el mejor escenario para medir indicadores básicos de salud. Aunque este problema seguramente es común en todos los países del mundo, que México sea el cuarto lugar mundial en exceso de mortalidad atribuible a la pandemia no es ningún mérito que celebrar.

No voy a analizar cada uno de los puntos que a todas luces han salido mal en estos tres años, porque lo hice hace unas semanas en este mismo espacio. Sin embargo, creo que es muy interesante valorar las posibles soluciones que podrían encontrarse para remediar estos errores durante la segunda mitad de este gobierno. Lo haré por orden de urgencia.

1. El desabasto de medicamentos

A estas alturas es claro que el gobierno se encuentra atrapado. El reconocimiento oficial del desabasto y el reiterado manejo del tema por parte del jefe del Ejecutivo y los miembros de su gabinete involucrados se intensificó en las pasadas semanas. El desabasto existe hoy y no tienen cómo resolverlo.

En su declaración más reciente, el presidente de la República volvió a repetir uno de sus mantras predilectos: la distribución de medicamentos es equiparable a repartir papitas. Y en este contexto, decidió que la mejor logística para repartir papitas sería valerse de las Fuerzas Armadas.

Apenas esta semana, el presidente nombró a un militar de toda su confianza para hacerse cargo de Birmex, una empresa gubernamental cuyo objetivo es fabricar y distribuir vacunas. Será responsable de la distribución más importante de insumos médicos adquiridos por algún gobierno en el mundo.

Lo que no se quiere entender es que la distribución de insumos médicos no es para aficionados. Es un negocio basado en profesionales y manejado por grandes empresas y los cinco continentes, que vale más de 810 mil millones de dólares al año. 

En el otro lado de la cadena, la adquisición de medicamentos es prácticamente ya una ópera bufa en la cual entran y salen actores que no logran adquirir los insumos. En el más reciente desatino, la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) está siendo cuestionada por la falta de transparencia con la que ha manejado los negocios que México le ha dado, amén de la falta de resultados.

A riesgo de parecer simplista, la solución para este problema se encuentra al alcance de la mano. El problema es que requiere el reconocimiento de que hubo un error. Simplemente debemos volver al sistema de compra consolidada mediada por el IMSS a través de la plataforma Compranet y permitir que la adquisición y distribución de medicamentos fluya como sucedía hasta el segundo semestre de 2018.

Lamentablemente estamos en el peor de los callejones sin salida. Aun regresando a este esquema, tardaríamos cerca de ocho meses, o hasta un año, en regularizar el abasto de medicamentos en México. La razón es muy simple: los fabricantes no cuentan con los inventarios para surtir en tiempos cortos. 

Es el momento de tomar una decisión. Aplicar un correctivo, devolver los medicamentos a los anaqueles o permanecer aferrados a una mala decisión solamente por orgullo y necedad.

2. El manejo de la pandemia

El mundo enfrenta dos problemas de salud pública: el arribo de la llamada cuarta ola de la pandemia y el surgimiento de la nueva variante ómicron. Tal vez es el momento de comenzar a tomar las cosas realmente en serio en nuestro país.

La pandemia debe dejar de ser un tema estorboso en la política para pasar a formar realmente parte de la vida diaria. El SARS-CoV-2 va a seguir con nosotros. No va a ir a ninguna parte. Durante los siguientes años permaneceremos viviendo en un riesgo de infección. 

Aparentemente, el presidente no quiere verlo así. Entre más tiempo se hable de la pandemia, menos se habla de sus otros proyectos. En ese contexto, lo importante no es resolver el problema, sino dejar de hablar de él. Lamentablemente al ser el cuarto lugar mundial en exceso de mortalidad y al tener solo el 50% de la población debidamente vacunada, no es que seamos un ejemplo en el manejo de esta crisis.

La vacunación debe extenderse de manera inmediata. Primeramente, poblaciones de adolescentes y escolares. Sin embargo, estos muchachos y niños utilizan la vacuna de Pfizer para la cual solamente tenemos alrededor de 18 millones de dosis en existencia, cuando necesitamos 36 millones. Hay que salir a buscarlas, contratarlas, comprarlas y pagarlas lo antes posible.

De manera paralela, debe iniciarse el ciclo de refuerzo de vacunación comenzando por los mayores de 65 años que pronto cumplirán 10 o 12 meses de haberse vacunado. Posteriormente, continuar con un programa 100% inclusivo para la administración de refuerzos a todos los mayores de 18 años. Esto ocurre ya en otros países, particularmente en nuestros socios comerciales: Canadá y Estados Unidos.

Debemos iniciar inmediatamente controles de ingreso de viajeros a nuestro país. Otras naciones piden a sus visitantes estar completamente vacunados y presentar comprobantes de pruebas de detección negativas. México no lo hace. Hay países en donde todos los viajeros deben permanecer en cuarentena o ser detectables a través de una app, con el fin de localizarlos en caso de contagio o contacto con personas infectadas. En México, la gente llega al aeropuerto procedente del extranjero y se le deja entrar sin mayor trámite.

La parte más importante es comunicar de manera masiva que nos encontramos en una emergencia sanitaria. Aparentemente, el objetivo ha sido que la gente se olvide, es por ello que vemos que cada vez hay más gente sin utilizar el cubrebocas y reuniéndose en lugares públicos y espacios cerrados.

3. La universalidad en salud

El querer contar con un sistema de salud universal es, probablemente, la única de las buenas intenciones en salud de esta administración. Sin embargo, las buenas intenciones pueden venirse abajo cuando la implementación es mala y, peor, cuando se carga de ideología la toma de decisiones.

Un sistema universal de salud no se crea de un plumazo ni en unos cuantos meses. Es una decisión de Estado que toma décadas en realizarse y, como en muchos casos, generaciones. Se hubieran requerido importantes análisis, modificaciones de leyes y planes a muy largo plazo para haber logrado la unificación de los sistemas que permitiera que todos los mexicanos tuvieran acceso a la salud.

Debemos olvidarnos del gran mito de la gratuidad. Semejante cosa no existe ni siquiera en los famosos países nórdicos que tanto gusta el presidente de mencionar. Todos los ciudadanos deben pagar, de alguna manera, una cantidad como copago de sus servicios de salud. En este sentido, el modelo más parecido que teníamos era el del Seguro Popular, que se destruyó, como lo he dicho, por motivos simplemente ideológicos.

Coincido con el doctor Julio Frenk, no se trata de devolver el Seguro Popular, ya es demasiado tarde para eso. Sin embargo, el esperpento que se creó, llamado Insabi, es un ente que no tiene pies ni cabeza ya que fue pensado con otro objetivo: el de brindar “bienestar” (lo que quiera que eso signifique) a la población y, a través de ello, otorgar (vaya palabra) la salud a la población. Una idea bastante romántica y, una vez más, cargada de ideología. Sin embargo, se olvidó el punto más elemental: lo que la gente necesita de manera inmediata es un servicio médico… y se lo quitaron.

Un sistema que dé acceso a la salud de manera universal e, insisto, no de manera gratuita requiere un enorme presupuesto. En los tres años que llevamos de esta administración, el presupuesto no solamente no ha crecido en términos reales, sino que en algunos casos ha disminuido o simplemente se ha pasado el dinero de un bolsillo a otro. Es el momento de tomar verdaderas decisiones y de asignar recursos presupuestales importantes. Estamos hablando de más que triplicar el presupuesto dedicado a la atención médica, no a la infraestructura ni el mantenimiento de las instituciones. De este modo, se contará con el dinero para poder pagar los servicios de la población, en lo que transcurren las décadas necesarias para ir unificando los sistemas y crear el santo grial de la cobertura universal en salud.

¿Cómo lograrán semejante asignación presupuestal y la incrementarán? Esa es su tarea. El dinero existe, el problema es que se está aplicando en otros proyectos y en otras obras que no son específicamente la atención médica.

Sí, cada una de estas soluciones implica dar pasos atrás en lo que se ha realizado. Lamentablemente, las decisiones tomadas fueron malas y es por ello que no tenemos ningún logro ni nada que celebrar en estos tres años en materia de salud.

El tiempo sigue transcurriendo y el impacto en la población cada vez será más grande. Es el momento de llevar a cabo medidas complicadas, maduras, bien pensadas y, en algunos casos, dolorosas. A veces esto tiene que hacerse.

Quedan todavía tres años, una excelente oportunidad para llevar a cabo acciones en salud dignas de un estadista.

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