Este Mundial trata de algo mucho más que futbol. He visto el costo humano
Trabajadores de obras en el Estadio de Lusail durante un recorrido de los medios de comunicación en Doha, Qatar, 20 de diciembre de 2019. Foto: Ali Haider/EPA

En una esquina de mi escritorio se encuentra una gigantesca pila de discos duros externos. Contienen la historia, gigabyte tras gigabyte, de casi una década de reportajes sobre la vida de los trabajadores migrantes de Nepal en el país anfitrión de la Copa del Mundo, Qatar.

En uno de ellos, hace poco encontré una foto de julio de 2013 de Tilak Bishwakarma sosteniendo una foto de su hijo Ganesh. Cuando dejó su casa para ir a Qatar, Ganesh era un adolescente que esperaba ganar un poco de dinero para mantener a su empobrecida familia. Dos meses después, su cuerpo fue llevado a casa en un ataúd.

Abrí otra foto, que mostraba un papel desgastado, con la lista de los nombres de otros 22 trabajadores de Nepal que murieron en Qatar ese mes de julio. Al lado de cada nombre está escrita la causa de la muerte: electrocución, caídas, accidente en la carretera. El 17 de julio aparecía el nombre de Ganesh. Causa de la muerte: paro cardíaco.

La corta vida de Ganesh formó parte de una importante investigación sobre el trato que recibía la inmensa mano de obra migrante de Qatar (casi el 90% de la población del país está compuesta por trabajadores migrantes). La investigación reveló un espantoso catálogo de abusos –alojamientos sucios y hacinados, confiscación de pasaportes e incumplimiento del pago de los salarios– que en algunos casos podrían haber constituido trabajos forzados, una forma moderna de esclavitud.

Cuando The Guardian publicó su reportaje exclusivo en septiembre de 2013 después de que vi los ataúdes de los trabajadores de Nepal que regresaban a casa desde el Golfo, se convirtió en noticia en todo el mundo. El futbol se estaba reduciendo literalmente a una cuestión de vida o muerte. Había algo profundamente ofensivo en la explotación de algunas de las personas más pobres del mundo en nombre de un festival deportivo.

La FIFA comentó inmediatamente que estaba “muy preocupada”, aunque evidentemente no lo suficiente como para haber realizado su propia diligencia debida. Al día siguiente, los organizadores del Mundial de Qatar enviaron una carta al organismo rector del deporte asegurando que tomaban en consideración los hallazgos de The Guardian con la “máxima seriedad”. La carta llevaba adjunta una “Carta de los Trabajadores” de una página en la que se exponía, de forma superficial, su compromiso con los derechos de los trabajadores.

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Un manifestante sostiene un cartel que critica las políticas de Qatar respecto a las condiciones laborales de los trabajadores migrantes antes de un partido amistoso entre Escocia y Qatar en Edimburgo. Foto: Andy Buchanan/AFP/Getty Images

Durante los siguientes nueve años, ese compromiso fue puesto a prueba y cuestionado de manera implacable por los reportajes de The Guardian. (Si valora nuestra tenaz búsqueda de la justicia, la seguridad y la equidad, por favor considere apoyar nuestro periodismo hoy).

Expusimos la forma en que los trabajadores de Corea del Norte estaban construyendo una torre –ahora un hotel de lujo reservado por los aficionados al futbol– en condiciones que podrían constituir trabajo de esclavitud.

Documentamos los salarios precarios que se pagaban a los hombres que construían los nuevos estadios. En 2014, uno de ellos nos comentó que ganaba por horas extras el equivalente a 45 centavos por hora. Cuatro años después, otro indicó que su salario mínimo era de 60 centavos por hora, es decir, 10 mil veces menos que los ingresos declarados de Lionel Messi.

Revelamos que miles de trabajadores procedentes del sur de Asia murieron en Qatar en la década posterior al momento en que ganó el derecho a organizar la Copa del Mundo, muchos de ellos por causas repentinas e inexplicables. Las autoridades de Qatar han hecho poco para investigar estas muertes y un sinnúmero de familias de los fallecidos no han recibido compensación por parte de sus empleadores.

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Trabajadores de obras en el Estadio Internacional Khalifa de Doha en 2015. Foto: Warren Little/Getty Images

El año pasado descubrimos que los trabajadores empleados en los lujosos hoteles avalados por la FIFA se encontraban atrapados por las deudas de contratación y los empleadores deshonestos, ganando al mes menos de lo que cuesta una habitación estándar por una noche.

Y en septiembre revelamos que algunos trabajadores de los estadios del Mundial estaban viviendo en cabinas precarias y sin ventanas a orillas del desierto.

Los trabajadores migrantes que perciben bajos salarios se enfrentan a una cruel decisión: quedarse en casa y sufrir, o arriesgarse y salir al extranjero. Para algunos la apuesta vale la pena –el dinero es enviado a casa, los hogares son reconstruidos y los niños son enviados a la escuela– pero para demasiados de ellos es una apuesta que pierden.

Informar desde Qatar no es una labor sencilla, pero la única manera de contar realmente esta historia es estar en el lugar, sentir el calor abrasador, ver los campos de trabajo hacinados y escuchar. Y esa es la parte más difícil. Las personas tienen miedo de hablar, porque por muy difíciles que sean sus circunstancias, necesitan el trabajo, así que, ¿por qué ponerlo en riesgo para hablar con un periodista?
Antes de cada viaje convengo protocolos con mi editor en caso de que me detengan (como les ha ocurrido a varios periodistas). Una vez en Qatar, constantemente miro por encima de mi hombro, metafórica y literalmente. Las entrevistas son realizadas durante la noche, o cuando estoy estacionado en una calle tranquila o en la parte trasera de un restaurante poco llamativo. Pero al trabajar de forma independiente y encubierta hemos podido exponer lo que esperaban mantener oculto.

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Una habitación del campamento que alberga a los trabajadores empleados en varios estadios del Mundial en Qatar. Foto: Pete Pattisson/The Guardian

De modo que, ahora que comienza la Copa del Mundo, si usted valora leer sobre lo que ocurre en los estadios, pero también sobre las personas que los construyeron, por favor considere apoyar a una organización de noticias decidida a exponer la verdad detrás de las hábiles relaciones públicas del Gran Futbol y los estados petroleros del Golfo. Puedes financiar nuestro trabajo hoy mismo, a partir de solo 1 libra. Si es posible, por favor, considere la posibilidad de dar un poco más cada mes o cada año.

Esto marca la diferencia. La presión acumulada de nuestros informes, junto con el trabajo de los grupos de defensa de los derechos humanos y los sindicatos, obligó a las autoridades de Qatar a introducir tardíamente una serie de nuevas leyes que tienen el potencial de crear un cambio real para los trabajadores que perciben bajos salarios.

El abusivo sistema kafala, según el cual los trabajadores no pueden cambiar de empleo sin el permiso de su empleador, fue abolido –en teoría– y se implementó un salario mínimo.

Las reformas no han avanzado lo suficiente ni han sido aplicadas con rigor. Pero por esta razón este trabajo es importante. Cuando las autoridades de Qatar y la FIFA hagan afirmaciones exageradas sobre lo que han logrado, las cuestionaremos.

Nuestros periodistas saben que se trata de algo mucho más que lo que ocurre en la cancha.
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